
Opinión
Vacunación masiva. ¿Están locos?
Lo que pretende el gobierno, a partir de estos anuncios, es un completo despropósito y una afrenta a la población.
La salud pública no se puede manejar por Twitter (X). Los anuncios del presidente de vacunar a toda la población colombiana, como estrategia para controlar la fiebre amarilla, deben generar honda preocupación. Tanto el Instituto Nacional de Salud (INS), como el Ministerio de Salud, deberían salir al paso y darle alcance a esa estrategia, así signifique contradecir al presidente. Su obligación primaria es la defensa de la salud pública de todos los colombianos.
Veamos, toda epidemia debe abordarse desde tres etapas claramente diferenciadas: La primera es la contención, donde se busca limitar la extensión de la enfermedad. La segunda es la mitigación, en la que se pretende reducir el impacto de una epidemia ya extendida, que superó las estrategias de contención. La tercera es el manejo de la fase endémica, cuando la enfermedad o el riesgo se ha reestablecido de manera permanente en un entorno geográfico.
La fase de contención es la esencial, porque permite que la enfermedad no se extienda. En las enfermedades de mediana o baja velocidad de transmisión -como el caso de la fiebre amarilla- representa la oportunidad de oro para reducir el daño. El caso actual de la fiebre amarilla es muy diferente al covid-19, porque esta última es una enfermedad de muy alta velocidad de transmisión.
El otro factor diferenciador es que los vectores que transmiten la fiebre amarilla no están presentes en todos los pisos térmicos. Incluso existe la evidencia que son los zancudos de tipo selvático los que transmiten -de manera más eficiente- la enfermedad. Analizado esto, el gobierno debería presentar un plan de contención contra la fiebre amarilla, donde la vacunación sea una estrategia primordial, pero no erróneamente como están planteando a todos los colombianos y en un plazo de dos meses.
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Primero, lo que deberían empezar por hacer es saber cuántas vacunas contra la fiebre amarilla disponen hoy en Colombia en las bodegas del Ministerio de Salud y las secretarías territoriales de salud. Informes del propio ministro indican que solamente cuentan con aproximadamente 3,1 millones de dosis y 1,5 millones están por llegar. Si esa es la realidad, no alcanza para vacunar a todos.
Segundo, empecemos por la pregunta más básica, ¿a quiénes hay que vacunar? En sus declaraciones pareciera que el ministro no se ha percatado que la mayor parte de los niños y jóvenes menores de 23 años seguramente ya han sido vacunados, a través del Plan Ampliado de Inmunizaciones (PAI), porque desde 2002 la vacuna contra la fiebre amarilla se incluyó en el esquema nacional de vacunación. Eso reduce la necesidad a aproximadamente 32 millones de vacunas. Pero hoy tienen 3,1 millones.
Tercero, ¿a quiénes es prioritario vacunar? A la población urbana y rural que habita en las zonas endémicas de fiebre amarilla y los municipios circunvecinos. Esa es la parte esencial de la estrategia de contención. Si, como parece, no hay vacunas suficientes para vacunar a todos los colombianos, entonces se tiene que proteger primero a quienes están en mayor riesgo de sufrir y transmitir la enfermedad y, en las zonas urbanas donde no haya presencia de vectores, también a quienes viajen a lugares endémicos de fiebre amarilla y a quienes vayan a países donde haya presencia del virus.
Esos anuncios de vacunar prioritariamente a los maestros y Fuerzas Militares son profundamente inequitativos y pueden representar un desperdicio de vacunas que deberían utilizarse con criterios de mayor riesgo. ¿Por qué razón se va a preferir vacunar un maestro de Tunja o Bogotá donde el riesgo de trasmisión es mínimo y se deja de aplicar esa vacuna a un campesino de San José del Guaviare o Ricaurte, en Cundinamarca, donde el riesgo es cien veces mayor? Traer el populismo y sentar preferencias a grupos humanos o institucionales, sin ninguna evidencia científica, es totalmente contrario a lo que Colombia aprendió y respetó durante la pandemia de covid y lo cual los colombianos apreciaron, como uno de los procesos más equitativos que gobierno alguno haya hecho para proteger a sus ciudadanos.
Estamos sufriendo hoy las consecuencias de un ministerio que se quedó sin técnicos y decidió aislarse de quienes, desde razones técnicas, les cuestionan sus decisiones. En el manejo de la salud pública eso puede ser un error fatal. Deberían consultar y respaldarse en los conceptos de las Sociedades Científicas antes de permitirse someter a los colombianos a decisiones desafortunadas. Antes de vanagloriarse por haber vacunado 8.000 mayores de 70 años, deberían haber desarrollado un protocolo para una vacunación segura en personas mayores. Irse vacunando casa a casa, sin prevención de los riesgos asociados a la edad, puede ser un grave error.
Lo que pretende el gobierno, a partir de estos anuncios, es un completo despropósito y una afrenta a la población. O de pronto solamente una siniestra justificación para implantar una emergencia económica -que claramente no se necesita- para comprar vacunas masivamente, ni tampoco para hacer un plan masivo sin vacunas suficientemente disponibles. Mucho menos, para justificar consejos de ministros televisados, cuando el ministro debería estar en las zonas de la epidemia y no en los ámbitos palaciegos, donde no está la fiebre amarilla.