
Opinión
Una sola firma, una sola vez
Hasta la fecha, 42 ciudadanos colombianos han optado por postularse mediante el mecanismo de grupos significativos de ciudadanos, contemplado en la ley, que exige la recolección de firmas como respaldo popular.
Durante los meses de mayo y junio de 2026, en plena campaña electoral para elegir al próximo presidente de la República —quien sucederá a Gustavo Petro—, ha comenzado una contienda marcada por el entusiasmo de numerosos ciudadanos que aspiran a ocupar la silla de Bolívar. Además de los aspirantes que eventualmente serán respaldados por alguno de los 37 partidos políticos legalmente inscritos ante la autoridad electoral, se ha evidenciado una notable proliferación de candidaturas ciudadanas.
Hasta la fecha, 42 ciudadanos colombianos han optado por postularse mediante el mecanismo de grupos significativos de ciudadanos, contemplado en la ley, que exige la recolección de firmas como respaldo popular. Cada uno de estos precandidatos recolectar alrededor de 600.000 firmas válidas, equivalentes al 3 % de los votos válidos emitidos en las elecciones presidenciales de 2022 (que sumaron aproximadamente 21 millones de votos). Sin embargo, como es bien sabido, se requiere un colchón adicional de al menos 200.000 firmas para compensar posibles errores o inconsistencias en las planillas, lo que eleva el umbral mínimo a cerca de 800.000 firmas por candidato.
Si todos los 42 precandidatos lograran alcanzar ese mínimo, el total de firmas válidas a recolectar superaría los 34 millones, cifra que representa más del 80 % del censo electoral actual (alrededor de 41 millones de ciudadanos habilitados para votar). A la luz de estos números, resulta casi imposible que todos logren obtener el aval requerido por la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Este panorama nos plantea dos preguntas fundamentales:
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- ¿Por qué más de 42 ciudadanos han decidido aspirar por medio del mecanismo de firmas?
- ¿Esos candidatos realmente representan a quienes estamparon su firma en las planillas?
Frente a la primera pregunta, muchos de los aspirantes argumentan que optan por las firmas en busca de independencia política, huyendo del desprestigio y la desconfianza que hoy recae sobre gran parte de los partidos tradicionales. También buscan evitar la sujeción a las estructuras internas y la disciplina de los partidos, así como el desgaste político que implica competir por un aval dentro de ellos. Otros reconocen no tener la fuerza interna suficiente para conseguir dicho aval. Además, esta modalidad les permite una conexión más directa con los ciudadanos y, en la práctica, iniciar anticipadamente su campaña bajo el amparo de la etapa de recolección de firmas.
Pero, la pregunta de fondo sigue siendo si quienes logren presentar las firmas requeridas verdaderamente representan a la ciudadanía que los respalda o si estamos, más bien, frente a una distorsión del espíritu original de este mecanismo ciudadano.
El segundo cuestionamiento, que considero el más relevante y que merece un análisis profundo, gira en torno al verdadero significado de firmar para avalar una candidatura presidencial. En esencia, esa firma representa un acto previo que podría anteceder un eventual voto. No obstante, a diferencia del voto —donde un ciudadano solo puede elegir un candidato—, en el proceso de recolección de firmas cualquier persona puede, en la práctica, firmar por varios aspirantes al mismo cargo.
Este hecho, lejos de fortalecer la participación democrática, abre la puerta a una preocupante falta de transparencia. Si una persona firma por varios candidatos, se diluye el sentido de respaldo real a una propuesta política y se falsea la legitimidad de las candidaturas. En muchos casos, ni siquiera existe una intención auténtica de votar por alguno de ellos. Esta práctica también vulnera un principio esencial: la confianza.
El ciudadano que firma por un candidato está transmitiendo, al menos en apariencia, su apoyo a esa persona y a su proyecto político. Por tanto, firmar por múltiples candidatos rompe ese vínculo de confianza y convierte el acto de respaldar una candidatura en un simple trámite vacío de convicción. Además, involucra al firmante en un doble juego que no solo mina su propia credibilidad, sino también la del candidato que se beneficia de su firma.
En Colombia, el respaldo a candidaturas presidenciales mediante firmas está regulado por el artículo 9 de la Ley 130 de 1994 y por las disposiciones del Consejo Nacional Electoral (CNE). Aunque no es ilegal que un ciudadano firme por más de un candidato, esa práctica sí genera consecuencias en términos de validez electoral y confiabilidad del proceso. Las posibles implicaciones se clasifican así:
1. Nulidad de las firmas
La Registraduría Nacional del Estado Civil invalida todas aquellas firmas repetidas o que no cumplan con los requisitos de autenticidad.
Si un ciudadano firma por dos o más candidatos, su firma se cuenta una sola vez o se anula completamente si hay evidencia de manipulación.
2. Consecuencias administrativas
No hay una sanción directa para ciudadanos del común por firmar múltiples veces, pero los formularios con firmas duplicadas pierden valor para el candidato que los presenta, afectando su posibilidad de lograr el aval.
En caso de falsificación de firmas, los responsables pueden ser sancionados con multas, pérdida de personería jurídica (si son partidos) o revocatoria del proceso.
No podemos dejar la responsabilidad de controlar las firmas únicamente en manos de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Sería muy valioso que los medios de comunicación, las redes sociales, las organizaciones que velan por la transparencia electoral y, especialmente, la ciudadanía, impulsaran una campaña nacional que podríamos llamar “Yo solo firmo una vez”.
Esta iniciativa, respaldada también por los propios precandidatos, permitiría que quienes logren recolectar el número mínimo de firmas —más de 600.000 válidas— puedan tener la certeza de que cuentan con un verdadero respaldo ciudadano para aspirar a la Presidencia de la República.
Si se implementara este principio básico de responsabilidad ciudadana en la firma, estoy convencido de que tendría al menos dos impactos positivos:
Depuración del número de precandidatos
De los 42 aspirantes inscritos — y los que puedan sumarse en las próximas semanas— quedaría en evidencia quiénes realmente cuentan con reconocimiento, respaldo y viabilidad para representar a un grupo significativo de ciudadanos.
Fortalecimiento de los partidos políticos
Los 37 partidos habilitados para otorgar avales presidenciales se verían obligados a establecer mecanismos más democráticos y participativos para seleccionar a sus candidatos, recuperando así la legitimidad que tanto se ha erosionado.
En suma, YO SOLO FIRMO UNA VEZ no es solo una campaña simbólica, es un llamado a la coherencia, la responsabilidad ciudadana y el fortalecimiento de nuestra democracia participativa.