
OPINIÓN
“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”
Las actitudes, arengas y mensajes de Petro son una cosa: Colombia otra.
No había pasado la euforia por la elección de Laura Gil como secretaria general adjunta de la OEA en un proceso, en el que hasta hace pocas semanas la única candidata era la excanciller peruana, Ana María Sánchez, cuando se produjo un nuevo hecho.
Sin entrar en detalles sobre las motivaciones que tuvo el Gobierno colombiano para poner a rodar tan tarde la candidatura de la embajadora Gil —una excelente y brillante candidata—, fue un triunfo de la política exterior colombiana y de la canciller Laura Sarabia, en un momento muy especial para ella en el ámbito de la política doméstica colombiana. Su acción fue secundada por un competente equipo que se empeñó en sacar adelante la candidatura. Si la elección fue un triunfo, la no elección hubiera sido una desafortunada derrota para Colombia.
En medio de eso, Petro públicamente rechazó que la canciller Sarabia hubiera convocado a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para consultar la adhesión de Colombia a la franja de la llamada Ruta de la Seda con China. Agregó que él iba a negociar personalmente con el líder chino Xi Jinping. Algo parecido a las actitudes de Trump, que negocia directamente con Putin sobre la terminación la guerra con Ucrania.
La reunión de la Comisión tuvo que ser cancelada, aunque solo tenía el propósito de que sus miembros expresaran sus opiniones sobre la concertación del Memorando de Entendimiento que se proyecta concertar con China. En la Comisión hay miembros con diferentes criterios y líneas políticas, que no coinciden necesariamente con lo que piensa el Gobierno.
Simultáneamente, desde Washington, el asesor de Trump sobre asuntos de América Latina, Mauricio Claver-Corone, señaló que, si Petro continuaba con los acercamientos con China, sería una gran oportunidad para las rosas del Ecuador y el café de Centroamérica. Insinuaba así que Estados Unidos podría dejar de importar flores y café de Colombia.
Tal vez se le pasó al distinguido funcionario, que el Ecuador concertó hace ya tiempo un Memorando de Entendimiento con China y que el gran productor de café en Centroamérica, Costa Rica, también lo hizo.
Se puede estar de acuerdo o no con la decisión del acercamiento con China. También es cierto que Colombia, país vulnerable en las circunstancias actuales, debe en este momento manejar las relaciones con el gigante asiático con mucho cuidado.
Las relaciones con Estados Unidos se habían complicado, después de las órdenes de Petro a las tres de la mañana de un día de enero, de impedir el aterrizaje de dos aviones militares norteamericanos con migrantes colombianos. Pero después de eso, creíamos que no estábamos ya en la época en la que los Estados Unidos sancionaba a los países que tuvieran relaciones con China, mientras que discretamente Washington, a través de una fábrica norteamericana ubicada en Argentina, le vendía tractores a China.
Ha firmado China memorandos de entendimiento con algunas naciones latinoamericanas y caribeñas, como República Dominicana, Ecuador, Cuba, Costa Rica, Bolivia, Uruguay, Guyana, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Jamaica, Chile y Perú. Panamá se retiró hace unos días después de un diktat de Trump y del secretario de Estado, Marco Rubio.
Petro, ‘el presidente teflón’ tiene a Colombia hasta la coronilla con sus incendiarias proclamas y mensajes cotidianos, que ponen hablar de día y de noche de él. Pero como decía un desconocido filósofo de Buga, Valle, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.