
Opinión
Sistema electoral: entre la eficacia y la desconfianza
La meta no debe ser batir récords de velocidad en conteos, sino garantizar el cumplimiento de topes y reglas, convertir cada voto en puente entre urnas impecables y vida cotidiana.
Las pasadas elecciones presidenciales en Colombia marcaron un hito técnico: un sistema ágil con resultados preliminares en 70 minutos, verificación biométrica masiva y observación internacional elogiada por la OEA. Sin embargo, tras estas cifras impecables se esconde una grieta profunda consistente en el 55 % de abstencionismo que revela un divorcio entre la perfección procedural y la conexión con el ciudadano de a pie. Además, demuestra la ausencia de eficacia en controles posteriores por la falta de definición de posibles irregularidades de financiación de la campaña presidencial.
La eficiencia técnica no se traduce en credibilidad social. El 55 % de abstención, equivalió a 22 millones de personas, un grito de desencanto. ¿Por qué un ciudadano prefiere no votar pese a: votaciones en exterior y beneficios como 10 % de descuento en matrículas universitarias públicas?
Hay desconfianza tanto en la forma de hacer política como en los políticos, y el Congreso muestra una baja imagen de aceptación con malas prácticas, fragmentación y clientelismo.
El despliegue de 240.000 militares reflejó un país en el que votar aún se percibe como un acto de riesgo en zonas conflictivas. En la actualidad, se estima que cerca de 700 municipios tienen influencia del crimen organizado e intereses electorales locales, que no se neutralizarían con la presencia de la Fuerza Pública.
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Aunque el 95 % de actas se digitalizaron, el 20 % de colombianos sin acceso a internet (Dane, 2023) quedó excluido de plataformas como Infovotantes.
Lo cierto es que se ha construido un sistema electoral envidiable técnicamente, pero que genera desconfianza en el ciudadano, por lo cual requiere pedagogía cívica, transparencia, incentivos reales y cultura política.
A continuación una cifras de 2022 que ilustran lo dicho.
Censo, mesas y jurados: 39,9 millones de votantes en el censo electoral (38,8 millones en Colombia, 972.000 en el exterior). 107.713 mesas de votación. 690.367 jurados electorales garantizaron transparencia. Resultados publicados en 1 hora 10 minutos tras el cierre de urnas (5 horas en Ecuador o 24 horas en Estados Unidos).
Avances tecnológicos: 14.500 estaciones biométricas para validación de identidad. 98 % de mesas reportadas en preconteo y 95 % de actas digitalizadas en menos de 2 horas.
Diversidad política: se pasó de un sistema bipartidista (siglo XIX) a más de 35 partidos en 2022. La composición del Congreso: 10 partidos en Senado y 14 en Cámara de Representantes, incluyendo curules de paz y minorías étnicas.
Desafíos persistentes: abstención del 55 % en elecciones presidenciales. Seguridad implicó desplazar 240.000 militares y 47.000 policías, para la segunda vuelta presidencial 2022.
Tecnología al servicio de la transparencia: no obstante, se debe resaltar que funcionó la digitalización de actas E-14 que permitió escrutinios en tiempo récord, mientras las estaciones biométricas bloquearon intentos de fraude.
Inclusión geográfica: con 12.763 puestos de votación (30 % más que en 2014), se llegó a zonas remotas, aunque persistieron barreras logísticas en territorios selváticos.
Representación plural: la entrada de partidos como Comunes (ex-Farc) y la elección de tres senadores indígenas muestran un sistema que intenta sanar heridas históricas.
Conclusión: las cifras de 2022 pintan una democracia colombiana en la encrucijada: líder en logística electoral, pero rezagada en construir ciudadanía. La próxima meta no debe ser batir récords de velocidad en conteos, sino garantizar el cumplimiento de topes y reglas, y convertir cada voto en un puente entre urnas impecables y vida cotidiana. Como dijo un observador de la UE: «Tienen un sistema para ganar elecciones; ahora necesitan uno para ganar confianza».
Cita de la semana: “…, ni entiendo que sea honesto intentar ganar o retener la adhesión de las masas halagándolas con la exaltación de los más elementales sentimientos, cuando lo que ahora necesita el país es llevarlas a que mediten cada vez con mayor serenidad.” Carlos Lleras Restrepo, Hacia la restauración democrática y el cambio social (1999).