Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Sin votos, pero con veto

En estas horas tan aciagas, la unión no se pacta ni se negocia, ¡se practica! La derrota del petrismo, posible cada vez más en la primera vuelta, no depende de acomodos o complacencias.

Enrique Gómez
3 de noviembre de 2025

La combinación de las formas de lucha era de esperarse de parte de la izquierda petrista. De la misma manera que con la lucha subversiva, la falta de arraigo popular del comunismo y socialismo que predican, la funesta y corrupta forma en que gobiernan y la violencia y destrucción institucional a la que someten al país, los lleva a mezclar ‘las formas de lucha’ para la conquista del poder que los obsesiona, y es su único y real objetivo.

En la reciente consulta del Pacto Histórico, entraron en operación ‘todas las formas’ para alcanzar la atípica participación en las urnas: las abrumadoras nóminas paralelas que quiebran al Estado colombiano; la presión a los alcaldes y gobernadores para que movilicen sus votos a cambio de recibir fondos de cofinanciación en 2026; la violencia de los aliados guerrilleros en cientos de municipios bajo hostigamiento; la presión mediática a través de las redes de influenciadores pagados con recursos públicos; la manipulación de horarios y conteos en la cada vez más débil Registraduría, se han ‘combinado’ con la participación de la hueste hirsuta que sigue creyendo a pies juntillas en los postulados del presidente y de la izquierda radical.

Imposible hoy separar el grano de la paja en el resultado del 26 de octubre. Pero el efecto es contundente. Petro logró su candidato único: un determinado político marxista, convencido de la lucha de clases, justificador perenne de la violencia guerrillera y un enemigo declarado de la democracia colombiana de la cual no rescata ni rescatará nada. La consistencia y coherencia de Cepeda agrupará sólidamente a toda la izquierda y centroizquierda del país.

Sin que se conozcan encuestas, es fácil predecir que Cepeda punteará en las posteriores a su triunfo, gozando del impulso unificador y de la ampliada exposición de los últimos días.

Frente a esta funesta opción de continuidad del petrismo, se derriten como helados al sol los restantes aspirantes de la centroizquierda, que se ilusionan con formar una nueva consulta que habilite al petrosantismo alguna capacidad de negociar cuotas de gobierno en las elecciones de marzo de 2026.

Sí, porque el petrosantismo claro que existe, pero lo han ido excluyendo de sus cuotas de gobierno y viene con la lengua afuera por agotamiento burocrático. Los verdes, Cristo, Lizcano, Claudia, Murillo, y otras figuritas, disfrutaron de las mieles burocráticas del Gobierno Petro y de sus antiguos fortines como Bogotá, pero la tracción de esta clientela se agota y su futuro luce oscuro. Necesitan contarse frente a Cepeda para imponerle arbitraje, asegurar la tajada en el continuismo del petrismo. No la tienen fácil. Cepeda ya no los necesita. Tiene a papá Petro y todos sus inescrupulosos operadores como Benedetti, los ñoños y otras hierbas camellando en la reelección y la compra de curules; tienen anotadas las grandes casas mafiosas, los grupos guerrilleros, los grandes contratistas del Estado y las platas venezolanas. La izquierda se hará contar duro, no para ganar, sino para asegurar la suficiente representación parlamentaria y aforo en la primera vuelta para ejercer el arbitraje en la segunda o pasar a ella. Su objetivo es reunir la fuerza para incendiar a Colombia a partir de 2026 y asegurar su retorno al poder en 2030.

Frente a este plan del petrismo, previsto y anunciado hace marras, se levanta el marasmo de las aspiraciones, las expectativas y las ‘urgencias’. Más de una docena de candidatos sin las firmas, sin discurso, sin liderazgo, sin aval, sin tráfico en la autopista digital, sin tierra, sin reconocimiento.

Llenos de mucho pasado, casi sin presente y sin ningún futuro, se debaten en cómo encontrar apalancamiento para sus nimias aspiraciones personales: buscan avales futuros para las territoriales, ansían mejorar su reconocimiento, quieren asegurar su embajada, retornar a un ministerio, mantenerse vigentes como sea en la egoteca. No representan nada nuevo ni mueven a casi nadie.

Dominan en las tribunas caducas, campean en los salones y los foros vacíos, gastan desaforadamente en campañas mal gestionadas. Se enfurecen porque no conectan y sienten que el tiempo para negociar su buen retiro se agota.

Sin capital político, sin intención de voto, sin mensaje, solo les queda el autoasignado poder de veto. Ya intentaron la descalificación barata y les mordió la cola. Ahora pasan de otrora ‘independientes’ recoge firmas, a ‘articuladores’ de consensos y convergencias con los poderosos partidos tradicionales que, desde sus balcones de poder electoral, vacíos de aspirantes viables, siguen especulando sobre cómo apostarles a todas las opciones para no quedarse por fuera del reparto de poder.

En estas horas tan aciagas, la unión no se pacta ni se negocia, ¡se practica! La derrota del petrismo, posible cada vez más en la primera vuelta, no depende de acomodos o complacencias. Depende del trabajo duro, del mensaje claro, del liderazgo franco, de la gerencia exitosa de las campañas, de la figura fresca y novedosa, de la capacidad real de convocatoria. Las fórmulas de antaño de la componenda, la especulación, la exclusión o la amenaza no convencen al electorado.

En lugar de vetar o de intentar controlar, con Abelardo de la Espriella invitamos a sumar, a construir y a empujar con toda la verdadera alternativa creíble a la siniestra candidatura del Pacto Histórico. Hoy, en la gran Convención de Defensores de la Patria del Movistar Arena, se consagra la alternativa de reconstrucción y salvación nacional alrededor de ideas, valores y principios, abierta a todas las fuerzas y talentos que quieran dejar de lado el interés personal y se quieran consagrar al bien común.

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