Nicolás López Martínez

Opinión

Silencio ensordecedor

Paz en la tumba de Miguel.

Nicolás López Martínez
13 de agosto de 2025

En medio de tantas reflexiones por la tragedia de Miguel Uribe, se asoma un lamentable cuestionamiento: ¿hasta cuándo este país tendrá que enterrar prematuramente a quienes con valentía alzan su voz contra las mafias? Miguel debería estar entre nosotros, luchando todavía por el país que tanto demostraba amar. Pero la tragedia se ha vuelto cíclica, y hoy nos envuelve un profundo silencio ensordecedor. Al luto de una familia que vela a su hijo, esposo y padre, le sigue el luto de un país que vuelve a ser marcado por las esquirlas de la violencia y el odio.

El silencio del luto, en verdad, puede ser ensordecedor. Miles David, trompetista y compositor estadounidense, afirmaba que “el silencio es el ruido más fuerte. Quizás es el más fuerte de los ruidos”. En medio de esta desolación que genera la violencia, el silencio frente a la tragedia parece escucharse mucho más alto que el odio asesino. No obstante, el silencio puede ser el primer paso para enaltecer lo que han callado, para expresar la impotencia contra la injusticia.

Vergüenza deberían sentir quienes han interrumpido el silencio con sandeces. ¿Acaso se han puesto a pensar en el dolor de quienes viven más de cerca esta tragedia? Hay algunos a los que el silencio les incomoda y buscan rellenarlo con palabras vacías, mezquinas, como si cualquier declaración los congraciara con la tragedia. Aun así, el silencio puede ahogar todo el ruido que generan.

La ausencia de los seres queridos es desgarradora, y así genere un vacío enorme, quienes pueden seguir con las ideas que pretendieron matar deben, con las enseñanzas que les dio el silencio, alzar la voz con más vehemencia. El silencio no es rendición; el silencio de las víctimas también puede ser ensordecedor para los victimarios.

Seguramente, en algún momento, podremos decir que cesó la horrible noche, pero tendremos que hacerle honores a quien la horrible noche silenció. Es un deber buscar ese instante en el que nos daremos cuenta de haber dejado atrás lo peor; en el que, victoriosos, habremos superado la incertidumbre de seguir con el naufragio de la patria. No podemos dejar atrás la posibilidad de un mejor futuro, pues no hay mejor consuelo para el alma que la esperanza.

Antes de su muerte, Miguel luchó en silencio. Se aferró a su vida por el amor a su familia y a su país. Hoy, la misma familia que lo vela pide silenciar el odio y la violencia. Paz en la tumba de Miguel. Que el silencio de su descanso le dé paz a su familia. Que Colombia encuentre la paz por la que tantos han dado la vida.

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