
Opinión
Resistir el asedio…
Creo que las instituciones aguantarán el embate petrista, pero se requieren reformas profundas.
La demostración palmaria de fortaleza de las instituciones es que, hasta ahora, han sido capaces de controlar a un gobernante que con ellas es desleal. Lo digo no solo como un reproche a Petro, sino para destacar que su lealtad mayor es con la revolución soñada.
No es insólito que las democracias colapsen víctimas de caballos de Troya: solo ellas aceptan que sus enemigos las ataquen usando los derechos que se conceden a la oposición. Combinando medios legales e ilegales, Mussolini y Hitler, accedieron a poderes absolutos que no estaban previstos en las leyes. Esa misma estrategia fue utilizada contra el presidente Belisario Betancur por las Farc y el Partido Comunista, que lo traicionaron, aunque no pudieron tomarse el poder. La torpe e ingenua paz total fortaleció a unos grupos que avanzaban en su actividad criminal mientras hablaban de paz con el Gobierno. Lo sabido y practicado tantas veces: ‘La combinación de las formas de lucha, compañero’.
Hay que creerle a Petro cuando afirma que es un revolucionario; en efecto lo es: la suya es una democracia caudillista y plebiscitaria, abomina que la representación política escindida entre el presidente y el Congreso, y quisiera que la economía estuviera controlada por el Estado; el cual, además, sería su actor principal. Si pudiera —y, por fortuna, no puede— habría cerrado el Congreso, impedido a la rama Judicial ejercer con autonomía sus funciones; tomado control de la emisión monetaria, e instaurado la censura de los medios de comunicación.
Es comprensible que ante la precariedad de sus poderes, la alternativa consista en deslegitimar las instituciones del Estado que no controla, y en someter al sector privado a lo que denomina el chu, chu, chu: su marchitamiento inducido. Los daños son enormes y aumentarán con el paso del tiempo.
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A sabiendas de que carece de mayorías parlamentarias, acudirá a las movilizaciones callejeras. Esa estrategia es también comprensible. Habrá leído a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler: “Quien conquista las calles, conquista las masas, y quien conquista las masas, conquista también el Estado”. Podrían entonces regresar las pedreas, incendios, rotura de vidrios, saqueos, etc. Que ocurrieron durante el estallido social. Gustavo Bolívar, quien fue ángel tutelar de los amotinados, recordará estos episodios perfectamente.
Sus discursos y trinos seguirán siendo violentos, lo cual tampoco tiene nada de raro. Las palabras se pueden usar como puños. Esta es una de las dimensiones de la patología conocida en el ámbito académico cómo la brutalización de la política. El recurso al lenguaje soez, la mala puntuación y peor sintaxis, tienen pleno sentido: son recursos que utiliza quien no quiere hablar o escribir como aquellos a los que desprecia.
Para estos fines, el presidente aprovechará todas las oportunidades, comenzando por la consulta popular que ha planteado, la cual, según la arrogante y repetida manifestación de Benedetti, “va sí o sí”; a pesar de que ella requiere aprobación del Senado, del que no cabe suponer que actuará ‘como un convidado de piedra’.
Si la niega, que, en mi opinión, es lo que el Gobierno quiere (los riesgos de no pasar el umbral son enormes), dirá que las fuerzas reaccionarias que lo controlan le han impedido al pueblo decidir su destino: un discurso potente y sencillo.
Para sus movilizaciones contará con los maestros de Fecode, que serán —como es habitual— indirectamente remunerados para esos fines; algunos grupos indígenas que se apuntan a todo si les pagan, y ciertos colectivos radicalizados de la izquierda: justamente para fortalecerlos se ha realizado la toma de la Universidad Nacional. Queda por mencionar a los integrantes del ‘lumpen’(el término es de Marx y Engels): la gente que deambula por las calles privadas de toda esperanza, a la que es fácil incitar a la violencia: nada tiene que perder.
Se aprovecharán, desde ahora y hasta los comicios presidenciales, otras ocasiones para movilizar a los seguidores del Gobierno. Entre ellas los fallos inminentes de la Corte Constitucional sobre la reforma pensional y el decreto de conmoción interior en el Catatumbo; los debates en el Congreso sobre las reformas laboral y a la salud, las decisiones judiciales sobre la plétora de actos de corrupción que comprometen a integrantes del círculo presidencial.
Como a pesar de sus imperfecciones Colombia es una democracia, no podemos anticipar los resultados de las contiendas electorales que vienen. Dadas las diferencias profundas que existen entre los sectores de oposición, para derrotar al petrismo en los comicios del año entrante sería menester una enorme convergencia, muy difícil de articular durante las pocas semanas que transcurren entre primera y segunda vuelta. Acuerdos previos son indispensables.
(Si llegare a haber consulta popular, los sectores adversos al petrismo se verían forzados a desarrollar estrategias compartidas; sus líderes tendrían que hacerse visibles).
El reto para los expertos en políticas públicas consiste en elaborar un conjunto de documentos sobre temas de interés nacional que puedan servir para nutrir las plataformas de varios candidatos a la Presidencia y al Congreso. El esfuerzo tiene que ser doble. Lo que con rigor se escriba tendrá que ser comunicado con eficacia.
Instituciones tales como Fedesarrollo deberían ofrecer pronto sus visiones en temas tales como la formalización del empleo, la mejora de la productividad laboral, la estructura de la tributación nacional, el crecimiento económico, las finanzas estatales, la lucha contra la pobreza, la equidad social y la incorporación de la Orinoquía al desarrollo del país.
Será menester, además, elaborar propuestas sobre temas cruciales de ingeniería constitucional. Una democracia sin partidos políticos robustos conduce a la indisciplina parlamentaria y a la corrupción. El Consejo Nacional Electoral, que está integrado por delegados de los partidos, no tiene credibilidad. La Comisión Interparlamentaria de Crédito Público no es idónea para supervisar la dinámica de la deuda pública, pero sí para extorsionar a los gobiernos. La Comisión de Acusación de la Cámara carece de legitimidad. La opacidad en los procesos de formación de las leyes es una de las causas del desprestigio del Congreso.
El próximo Gobierno encontrará al país sumido en una grave crisis. Tendrá que llegar con sus proyectos listos para su presentación ante el Congreso, con un respaldo parlamentario sólido y un equipo técnico de primer nivel.
Briznas poéticas. De Julio Cortázar: Todo lo que de vos quisiera/es tan poco en el fondo/porque en el fondo es todo como un perro que pasa, una colina, /esas cosas de nada, cotidianas…/el olor de tu cuerpo, /lo que decís de cualquier cosa…/yo lo quiero de vos porque te quiero.