OPINIÓN
Pragmatismo con Ecuador
Cualquiera que sea finalmente el presidente de Ecuador, el pragmatismo en las relaciones con ese gobierno se impone más que nunca. Ya se ha hecho.
No se sabe cuál será finalmente, no solo el resultado de la segunda vuelta de las elecciones ecuatorianas, sino el futuro de ese país. En cualquier caso, la relación cordial con el gobierno que resulte victorioso será muy importante.
La perspectiva de tener a dos vecinos inamistosos con fronteras vivas plagadas de bandidos, que se catalogan entre las más peligrosas del mundo, es altamente riesgosa. Especialmente cuando, desde Venezuela salen todos los días injurias y amenazas. El pragmatismo y el romper la estrategia de Maduro de colocarnos entre dos fuegos serán fundamentales.
En 1975 gobernaba a Colombia Alfonso López Michelsen. Las dictaduras militares comenzaban a perder espacio, entre ellas la de Ecuador. Velasco Ibarra gran caudillo, cinco veces presidente y muy apreciado en todos los círculos colombianos, había sido derrocado en 1972 por una junta militar presidida por el general Guillermo Rodríguez Lara.
Para completar, Ecuador mantenía desde 1941 una aguda controversia territorial con Perú, a raíz de la invasión peruana y la consiguiente firma del Protocolo de Río de Janeiro en 1942 en el que se acordó la frontera.
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Perú se encontraba regido por generales de izquierda presididos por Velasco Alvarado. Tenía como canciller al general Edgardo Mercado Jarrín, muy conocido por su vocación de geopolítico y experto en asuntos territoriales de su país.
Los peruanos estaban decididos a impedir a toda costa las reivindicaciones territoriales del Ecuador. Entre tanto los ecuatorianos con lema: “El Ecuador, ha sido, es y seguirá siendo un país amazónico” acariciaba una revancha. La intentaron tiempo después.
Sin embargo, el gobierno militar ecuatoriano tenía fuertes resistencias en el continente. Poco a poco era marginado y sus reivindicaciones se iban debilitando. Nuestra posición respecto a la obvia condición amazónica de Ecuador era fundamental.
Simultáneamente el canciller Indalecio Liévano y el presidente López Michelsen estaban impulsando una nueva dimensión de Colombia hacia los mares, mediante la delimitación de los espacios marítimos. El primer paso tenía que ser hacia el Pacífico con Ecuador, un país vecino y con ancestros comunes.
Se acordó como límite marítimo el paralelo que corta el punto en el que la frontera terrestre entre los dos países llega al mar en la desembocadura del río Mataje en el Pacífico. Un límite muy favorable para Colombia, que permitió nuestra proyección hacia el occidente.
Ecuador solicitó que el presidente López viajara al país a la firma del tratado, dando así un espaldarazo al gobierno militar y que luego los dos presidentes se reunieran en un buque en el río Putumayo para ratificar la condición del Ecuador como país amazónico. Así se hizo.
Sin embargo, con la mentalidad parroquial y mediterránea en nuestro país muchos críticos de alto nivel censuraron la concertación del tratado y el viaje del presidente: “¿Para qué un tratado que traza una línea imaginaria en el mar? ¡Que tontería ¡Esas son ganas de viajar”! Igualmente se afirmó: “¿Cómo es posible que un gobierno democrático le dé la mano a un dictador?”.
Al presidente López, que era enemigo acérrimo de las dictaduras militares, le dieron en Quito una clamorosa recepción, que será muy difícil de repetir. El tratado fue firmado el 23 de agosto de 1975.
Los sentimientos personales no pueden ser los que guíen la política exterior de un Estado.
(*) Decano de la Facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.