
Opinión
Piel de oveja
El discurso “republicano” del presidente al instalar el Congreso disimula su condición revolucionaria.
En esta ocasión, el presidente mostró orden y coherencia en defensa de su Gobierno, aportó cifras sobre su gestión en diversos campos, incluidas las que versan sobre la seguridad ciudadana, que contrastan con la percepción general. Mostró números muy positivos sobre la dinámica del empleo, aunque calló que buena parte de ese incremento se da el en sector informal y en el crecimiento exponencial del“empleo militante”.
En los próximos días será evidente que, como tantas veces ocurre, ellos son falsos, exagerados o carentes de fundamento. Sostuvo que la reducción de la inflación es mérito suyo, lo cual no es cierto: carece de instrumentos para lograr ese objetivo, que en su integridad corresponde a la autoridad monetaria.
Como era de esperar en quien desprecia el proceso de construcción de la Nación, sostuvo que, en realidad, con su gobierno comienza la democracia en Colombia. Las veladas amenazas que lanzó contra dos firmas extranjeras que exportan carbón colombiano, pueden, si se concretan, generarnos serias dificultades con los gobiernos de Estados Unidos y Suiza.
Sus seguidores debieron percibirlo sólido y lúcido, capaz de articular un proyecto de izquierda que tenga continuidad en el cuatrenio entrante. Los sectores de oposición tendrán que pellizcarse. Petro es un hábil demagogo, capaz de relanzar las múltiples promesas que no ha cumplido y mantener e incrementar la causa de sus partidarios. Sea quien fuere el candidato de la izquierda, el presidente estará a su lado en la campaña, así hacerlo sea contrario a la Constitución. Ya veremos si los órganos de control se lo permiten.
La sesión de instalación del Congreso fue una nueva manifestación de fortaleza institucional. Se desarrolló con normalidad el orden del día; se pronunciaron los discursos previstos; los distintos sectores políticos expresaron sus simpatías con coros y pancartas, lo cual, dentro de ciertos límites, es normal. Un evento político no es un concierto de canto gregoriano.
Sin embargo, esas manifestaciones de civilidad en el comportamiento del presidente no son más que la cara amable de un revolucionario, que, en pos de sus objetivos, está dispuesto a lo que fuere para realizarlos. No olvidemos que militó, como lo reconoce con orgullo, en un movimiento armado que pretendía instaurar un nuevo orden político y social. Hace poco tuvo a bien recordarnos que sus convicciones son socialistas; contrarias, por lo tanto, al modelo constitucional que se fundamenta en una economía social de mercado.
Tampoco le satisface el sistema “burgués” de gobierno, el cual implica la división del poder entre una pluralidad de instituciones. Nos ha dicho múltiples veces que el “bloqueo institucional” le impide cumplir el mandato que el pueblo le ha otorgado. Para él la oposición es un estorbo.
Por estos días juega dentro de las reglas, pero, si fuere menester romperlas, tiene una estrategia definida, que incluye la reelección presidencial, “al menos por veinte años”, como lo pregona Saade, y unas consultas populares refundacionales vía “decretazo”, que ya están definidas por Benedetti y Montealegre. El camino a la revolución o, lo que es lo mismo, al golpe de Estado, es una opción vigente.
Este herramental disruptivo no es una mera ocurrencia de tan funesto trío. Basta leer las fuentes del ideario “progresista”. A Lenin, por ejemplo, quien en su obra “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, argumenta que “la revolución no surge espontáneamente, sino que requiere el agravamiento de sus contradicciones internas”. Propiciar el caos, es, por lo tanto, una tarea fundamental.
Hace poco el presidente se quejó de que sus propios funcionarios no entienden la plataforma del gobierno. Para ayudarle en su tarea pedagógica, van algunos de sus elementos centrales:
Hay que ahondar la crisis de la salud para sustituir el modelo imperante por otro operado por el Estado, teniendo el buen cuidado de insistir en que la responsabilidad por el desastre causado corresponde a la “codicia” de unas empresas privadas, o a la miopía de la Corte Constitucional, (“no al “chu, chu, chu”).
En un país con tantas necesidades, carece de sentido restringir el gasto público, y preservar los recursos para contratar bodegueros que defiendan la obra gubernamental, tarea indispensable para contrarrestar los mensajes negativos de la prensa capitalista. Qué pena si hay que “correr las líneas éticas”.
La aprobación por el Congreso de una nueva ley tributaria es indispensable, tanto para mantener la agenda gubernamental, como para conjurar el riesgo de que no se pueda atender el pago de la deuda pública.
A los parlamentarios hay que advertirles las graves consecuencias que su falta de respaldo tendría. Respecto al Banco de la República, el mensaje es simple. Sus elevadas tasas de interés impiden una recuperación plena de la economía. Ante esa tozudez, que busca generar utilidades escandalosas para sectores rentistas, es preciso que el gobierno reduzca las tasas que las instituciones financieras pueden cobrar; y establezca nuevas inversiones forzosas a cargo de los bancos.
“Hablar de tú a tú” con el imperialismo es indispensable por razones de dignidad nacional. Debemos estar preparados para posibles acciones retaliatorias contra el país y los funcionarios de nuestro gobierno. Es menester persistir en una postura crítica sobre las acciones de la Registraduría con el fin de denunciar acciones que menoscaben los intereses populares.
La paz total requiere soluciones innovadoras como las adoptadas en México y allí denominadas “abrazos y no balazos”. Los compromisos de extradición pactados con terceros países no pueden prevalecer sobre los requerimientos de la política interna. La política unilateral de certificaciones en la lucha contra las drogas debe ser sustituida por otra, que tenga en cuenta la evaluación por nuestros países de los esfuerzos realizados por los consumidores.
Estos son los objetivos que respalda el “pueblo” al que en ciertas madrugadas de insomnio Petro, en su imaginación, escucha. Y dado que el “fondo tiene precedencia sobre la forma” - como él mismo lo ha dicho” - es evidente que la voluntad popular está por encima de las leyes.
Epígrafe. Ernesto Laclau, un intelectual argentino que sirvió de inspiración a los fatídicos gobiernos recientes de su país, nos enseña: “El populismo no es una forma degradada de la política, sino una forma de construcción de lo político”. Aprende uno todos los días…