
Opinión
Petro le está entregando Colombia a China
No como socio, ni siquiera como aliado estratégico, sino como dueño.
No es una exageración. No es retórica. Es la realidad. Petro está entregando Colombia a China. No como socio, ni siquiera como aliado estratégico, sino como dueño. Como amo. Como patrón silencioso de un país que camina hacia el sometimiento. Lo que ya ocurrió en Venezuela está a punto de repetirse en nuestro país, con el mismo libreto, los mismos actores y la misma tragedia. Y todo a una velocidad mucho mayor, dado que el guion ya fue implementado en el país vecino, donde conocemos de primera mano sus nefastos resultados.
Mientras algunos ingenuos —o cómplices—, como el periodista Julio Sánchez Cristo, aseguran que Petro viajó a China a “buscar mercados”, lo cierto es que fue a profundizar la dependencia. Fue a mostrar sumisión, no a buscar oportunidades. Fue a empeñar el país con tal de desprenderse de Estados Unidos. En su agenda no hay fortalecimiento democrático, ni defensa de la soberanía ni estímulo a la empresa colombiana. Hay alineación ideológica, alianzas de control y la consolidación de un modelo autoritario sostenido por dinero del régimen chino y el cómplice silencio diplomático. Algo claro: no existe comunista que sea aliado de los gringos, aunque les fascine vivir como capitalistas.
China no es un aliado; es el dueño silencioso de Venezuela. Prestó más de 60 mil millones de dólares a ese país desde 2007, no por generosidad, sino para atarlo con una deuda impagable, convirtiéndose en acreedor, protector y titiritero del régimen. No lo hizo gratis. A cambio, recibió petróleo, concesiones mineras, megaproyectos con cláusulas abusivas y control estratégico sobre la infraestructura energética. Muchos de esos proyectos inacabados o desviados por corrupción, pero útiles para consolidar su presencia estratégica. El resultado fue el colapso de un país rico, hoy empobrecido, sumido en la miseria, vigilado, sin libertades y con millones de desplazados. Así empezó el control.
Pero lo más grave no fue lo económico, fue lo político. China blindó a Maduro en la ONU, entregó tecnología para el control ciudadano, asesoró a sus servicios de inteligencia para reprimir al pueblo y fue cómplice del quiebre institucional. Mientras Occidente denunciaba y sancionaba a narco-Maduro por violaciones a los derechos humanos (DD. HH.), elecciones fraudulentas y represión brutal, Pekín cerraba filas alrededor del chavismo. Y aún lo hace. Lo sostiene. Para nadie es un secreto que el bellaco de Maduro sobrevive gracias al veto de China y Rusia. ¿Democracia? No mientras China sostenga al narcorrégimen.
Lo más leído
Ahora Petro quiere replicar esa misma fórmula en Colombia. Nos aleja de Estados Unidos, nuestro mayor socio comercial y militar, nos aísla de las democracias liberales y nos acerca —con una sumisión inquietante— a una potencia que desprecia las libertades, el pluralismo político y la soberanía ajena; es decir, la posibilidad de oposición real. Y mientras tanto, el narcotráfico crece, los cultivos de coca se disparan y los grupos armados se fortalecen bajo su política de paz total, que no es más que impunidad total.
Colombia registra aproximadamente más de 300.000 hectáreas de coca sembradas, la mayor cifra en la historia, y el control territorial de los narcoterroristas va en aumento. ¿Y quién va a proteger esa estructura ilegal cuando Petro se vaya del poder (si es que se va) y nos deje en manos de quien ya sabemos? ¿Quién querrá sostener un régimen aliado de criminales? China. Como ya lo hizo con Maduro. Porque el interés no es la legalidad, es el dominio.
Esto no es diplomacia, es una estrategia de “conquista encubierta”. China no impone sus condiciones con tanques, sino con cheques, contratos oscuros, deuda impagable y, sobre todo, con líderes serviles dispuestos a entregar sus países a cambio de permanecer en el poder. Petro no está defendiendo a Colombia, la está rematando al mejor postor. La idea es quedarse atornillado a como dé lugar.
No estamos frente a una simple decisión diplomática. Estamos frente a un riesgo real de sometimiento nacional. Petro está usando el poder para redirigirnos hacia un eje autoritario que ya demostró su eficacia para destruir democracias desde adentro. Lo hizo en Venezuela. Lo intenta en Nicaragua. Y ahora quiere hacerlo aquí, con el disfraz de “progreso, paz y justicia social”.
Pero lo que hay es otra cosa: un plan de control, de permanencia, de eliminación de contrapesos, de debilitamiento institucional. Y China es el socio perfecto para eso: no pregunta, no juzga, solo paga y protege… a cambio de obediencia. Estamos a tiempo de detener esto, pero no por mucho. La historia está hablando, claro, y los que no la escuchen serán cómplices del final. Si seguimos el camino que Petro ya trazó, Colombia dejará de ser una de las democracias más estables para convertirse en una ficha más en el tablero de Pekín. Y cuando eso pase, no será culpa de China. Será culpa nuestra por haberlo permitido.
Ñapa: mientras Petro viaja a China para empeñar a Colombia, se le cae la mentira de que no pretendía dejar como presidente encargado a Armando Benedetti. Una carta fechada el 7 de mayo de 2025 —que evidencia claramente su intención— fue enviada al presidente del Senado, Efraín Cepeda. En ella, Gustavo Petro pretendía dejar el país en manos de un drogadicto y alcohólico confeso. La mitomanía no puede seguir gobernando nuestro país. ¿Qué lo hizo cambiar de parecer?