
Opinión
Odios y polarización
Es posible construir un gran acuerdo político y social sobre los mínimos que necesitamos contra la política de los odios.
Frente a tantos hechos de violencia, de corrupción y de actividades ilegales, de descalificaciones y de intolerancia social y política en nuestro país, que desdibujan los principios mínimos de la democracia, de pronta justicia y de convivencia pacífica, las preguntas que deberíamos hacernos en Colombia son: ¿por qué llegamos a esta situación que se parece a la ley de la selva?, y ¿estamos todavía en capacidad de superarla a corto, mediano y largo plazo?
Debo manifestar que a tan absurda situación han contribuido hechos negativos como la denominada Guerra Fría, la intolerancia política que por muchos años ha predominado en Colombia y que llevó, durante mucho tiempo, al exterminio físico de opositores políticos y sociales; la combinación de lo legal con lo ilegal, en que los de un bando justificaron la existencia y las barbaridades de las guerrillas, y los del otro bando justificaron la existencia y las barbaridades de grupos paramilitares; la incapacidad de ponerse en los zapatos del otro, de tratar de entender sus razones y el miedo a buscar puntos de encuentro y a coincidir en la diferencia.
Todo ese drama —político y humano— es el que, al final de cuentas, explica que los que se dicen ser de izquierda o de derecha han terminado atrapados por los remolinos de los odios, de las polarizaciones y de prácticas tan nefastas para la democracia como la cultura del atajo, de la corrupción, del narcotráfico, y donde testimonios de personas condenadas por actividades ilegales tienen más validez ante la justicia que la de personas que siempre han estado en actividades legales.
Como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, creo que, si sabemos unirnos en la diferencia, un buen grupo de personas de diverso origen político y social (entre ellos varios candidatos y candidatas a la Presidencia de la República en 2026, lo mismo que expresidentes y exvicepresidentes de la República, junto con un buen número de empresarios, sindicalistas y voceros de grupos étnicos, religiosos y políticos de todas las tendencias), es posible construir un gran acuerdo sobre los mínimos que necesitamos contra la política de los odios, de la polarización y para que predominen nortes éticos como la cero tolerancia con la corrupción, el despilfarro, la mentira, la violencia, las desigualdades sociales, y contra todo lo relacionado con las contaminaciones ambientales y la cultura de los avivatos.
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En esa perspectiva, debemos evitar que la población urbana y rural de Colombia se siga dividiendo entre los que están con el presidente Petro y los que están contra él, porque tanto los unos como los otros —consciente o inconscientemente— lo que hacen es contribuir a alimentar odios y polarizaciones que desde hace varios años vienen impidiendo encontrar los caminos de la reconciliación nacional y de la convivencia pacífica.
Como lo que necesitamos urgentemente en Colombia es —poco a poco— ir construyendo ese acuerdo sobre lo fundamental para el futuro democrático del país, invito a las personas de diversidad social y política para que, desde su sitio de trabajo o lugar de residencia, comencemos a trabajar como las hormiguitas en la materialización de ese acuerdo, en favor de la reconciliación y convivencia pacífica en Colombia y, de paso, marcarle un norte democrático a la persona que inicie como presidente de la República el 7 de agosto de 2026.