Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Odian la democracia

La cohesión y la coherencia para la izquierda colombiana y la universal, son muchísimo más valiosas que la defensa de los derechos humanos y la democracia.

Enrique Gómez
6 de enero de 2025

Para nuestro gobernante y la izquierda, Colombia es una dictadura paramilitar, fascista y narcótica. Para ellos, Cuba, Corea del Norte, Irán, Venezuela y Nicaragua son democracias populares y legítimas. Consideran a Estados Unidos como una tiranía imperialista, racista y capitalista, y a China y Rusia como amigos de la paz, la tolerancia y la democracia.

Cuando los hechos los superan y se ven confrontados con las injusticias y corruptelas de las tiranías comunistas que veneran, acuden primeramente al expediente de igualar las cargas. ¿Castro fue un tirano opresor de su pueblo durante décadas y lo condujo a la ruina? Pues George W. Bush invadió Irak y es un opresor de los negros en su país, replican. ¿Que Ortega es un violador sistemático de los derechos humanos y anuló la democracia en Nicaragua? Pues Uribe es un narcoparamilitar que propició 6.402 desaparecidos.

Las ecuaciones de equivalencia de la izquierda no necesitan basarse en realidades. Son ripostas para salir de aprietos y poder seguir promoviendo sus querencias políticas, sin condenar nunca a sus preciosos dictadores alineados con su ideología. La cohesión y la coherencia para la izquierda colombiana y la universal son muchísimo más valiosas que la defensa de los derechos humanos y la democracia.

La alternativa final, cuando los agravios a la humanidad de sus aliados son demasiado severos, es el silencio cómplice y la tapadera descarada. Prima la coherencia del interés y la solidaridad de la causa. Así, llegan a contradicciones indecibles, inmorales e inviables. Como aquella en la cual Corea del Norte, donde Kim Jong-un —la tercera generación de una dinastía de asesinos responsables de un pogromo contra su propio pueblo por más de 75 años, responsables de la muerte por inanición, tortura y asesinato de millones de sus habitantes— no resulta objeto de su indignación o activismo por ser protegido especial de China y de la Unión Soviética desde los tiempos de su abuelo Kim Il Sung. Nunca oiremos de uno de nuestros zurdos, marxistas o socialistas una condena al terror de Pionyang; no vaya y sea que los amigos chinos que lo sostienen se ofendan y se nos dañe el viaje o el contrato.

Así, por esa ruta de infamia, Maduro merece su respaldo, disimulado y solapado, pero efectivo. Esta ‘lógica’ falsa y perversa atiende sus necesidades propagandísticas y los alinea con la izquierda universal que controla instancias multilaterales como la ONU o la OEA, domina la prensa nacional e internacional, la academia y las oeneges más ruidosas del mundo. Funciona más o menos así: como efectivamente el Estado de Israel adelanta la eliminación y desplazamiento sistemático del pueblo palestino, hecho innegable y condenado universalmente, y Maduro y sus aliados condenan a Israel, las violaciones a la democracia y a los derechos humanos que haga el tirano y bufón venezolano no deben ni requieren ser condenadas o enfrentadas. ¿Cómo?

Como lo ven, la argumentación no tiene ningún soporte lógico o moral. Pero a la izquierda no le interesa. Lo importante es que Maduro es socialista declarado y marxista de ocasión, por lo cual está en el bando de Petro, su canciller, su gobierno y sus aliados silenciosos de la prensa y la academia. Si es de izquierda, el dictador se apoya.

Para nuestra izquierda, lo importante no es combatir la dictadura en nuestro vecindario. Lo importante para ellos es combatir la tiranía fascista, golpista, narcotraficante y paramilitar colombiana. Es sobre lo que Petro nos habla sin parar desde antes de ser presidente y, como no, a todas las horas como presidente.

Petro, los congresistas del Pacto Histórico, los asesinos redimidos de Comunes, los seguidores de la UP y esa élite marxista que puebla la prensa, la academia, muchos juzgados y corporaciones judiciales, cantidades de oeneges beligerantes, en realidad odian nuestra democracia, la desprecian, la manipulan y la han usado, y la seguirán usando, para destruirla.

Mientras tanto, protegerán sin sonrojarse a los dictadores de toda laya que sean socios ideológicos, seguirán apoyándolos en sus foros de propaganda mundial como el de São Paulo o en el Grupo de Puebla.

No hay nada nuevo en esto. No hay sorpresas. Solo desconcierta que la mentira descarada, la propaganda estatal, las contradicciones políticas y morales sigan siendo impunes ante la opinión. El avance democrático, que sin duda representan las redes sociales, no ha servido para fustigar a los cínicos de izquierda y a sus compañeros del centro relativo y del acomodo. Así Maduro sea la figura más impopular de Colombia, Petro sabe que validarlo no le costará electoralmente.

Petro claro que validará la dictadura de Maduro. No le interesa ni respeta la democracia en Venezuela como no lo hace en Colombia. Entretanto, tendremos que aguantarnos a sus áulicos y valedores tapados especulando sobre si, en el último minuto, cambiará de postura. ¡Carreta!

Mientras tanto, Colombia irá al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, una instancia tan degradada y desprestigiada que hasta ha sido presidida por Corea del Norte, no para luchar por los venezolanos, nuestros vecinos, nuestros socios y hermanos, nuestra mayor población migrante. No señor. Iremos allá a defender a los palestinos, al tiranuelo de pacotilla del Perú Pedro Castillo y, óigalo bien, a afianzar en el poder a Maduro con un pacto político que valide el robo de las elecciones.

La farsa, simplemente, continúa.

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