
OPINIÓN
Memoria selectiva
Al gobierno se le olvidan casi todas sus promesas.
El Ministro del Interior ha vuelto a ser el político hábil, amable y recursivo de otros tiempos. Y tan versátil como José Fouché, quien con tanta eficacia sirvió a todos los gobiernos de su época, desde la Revolución Francesa en su peor vertiente —la de Robespierre— hasta el gobierno imperial de Napoleón en los albores del siglo XIX.
Este cambio radical de conducta obedece —como él con candor lo dijo— a la cura de desintoxicación a la que se ha sometido.
Dado el poder absoluto que ejerce sobre alguien de su entorno, que padece una dolencia semejante, debería darle la orden de que acuda a esa terapia.
Dice que estamos en un choque de poderes porque el Congreso ha negado una reforma laboral que hace parte del programa presidencial; y que para desatar este conflicto es menester convocar el pueblo a las urnas. No es verdad. Esa reforma no ha sido archivada. Se tramita, además, una iniciativa de origen parlamentario sobre la misma materia.
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Decía mi abuelo Juan Manuel Angulo, que fue arriero cien años atrás por los escarpados caminos de Antioquia: “No se puede ensillar sin traer las cabalgaduras”. Habría que esperar el desenlace de los eventos en curso. No es esa la postura del caudillo, al que no le interesa ningún acuerdo. Lo que quiere es la confrontación. “Libertad o muerte”, dijo el primero de mayo. El conocido maximalismo de Fidel y de Chávez.
Además, la hermenéutica ministerial es inexacta. Ese conflicto solo se formaliza en una de dos circunstancias: (i) si el Senado aprueba la convocatoria que le propone el presidente; (ii) o si este, ante el silencio del Senado dentro de un plazo preciso, llama con autonomía a la consulta. Sea claro que, ante una eventual decisión adversa del Senado, ahí debe concluir el festival callejero montado por Petro con recursos del Estado.
Aunque en su plataforma de campaña (#245), el actual presidente hizo ofertas en el campo laboral, resulta sospechoso que solo con relación a una porción reducida de sus promesas haya levantado semejante polvareda. Qué bueno fuera, por ejemplo, que el Estado garantizara el empleo en las actividades “asociadas a las labores del cuidado”.
Los obstáculos para realizar esa ambiciosa oferta no son legales ni políticos; son financieros. Como el propio candidato entonces lo señaló, el valor de mercado del trabajo representado por las actividades de mantenimiento del hogar (cuidado de niños y ancianos, preparación de alimentos, limpieza, etc.) equivale al 20 % del PIB. Inducir al pueblo a que decrete subsidios para asumir, así fuere en parte, esa carga sería una burla sangrienta.
También lo sería que tratara de honrar la promesa de convertir al Estado en “empleador de última instancia”. Simplemente, no existen los recursos.
Es importante advertir que no es menester ley alguna para ampliar, como debería hacerse, el programa Adulto Mayor, a fin de dotar, como dijo Petro, “a viejos y viejas” de dinero para acceder a “una sopa caliente”. Bastaría liberar recursos que hoy se despilfarran en nóminas paralelas, o en la compra de unos aviones de combate superfluos, para poder atender esa necesidad prioritaria, pagar los subsidios de energía a los estratos bajos, solventar la crisis de la salud, tutelar adecuadamente el orden público, y adquirir las tierras que prometió entregar a los campesinos.
Podría dar otros ejemplos de incumplimiento del programa petrista, pero con lo dicho es suficiente para concluir que el objetivo de la consulta popular consiste en quitar de en medio al Congreso, que se habría convertido en una “mula muerta”, atravesada en el camino para impedirle al gobierno el cumplimiento de sus promesas.
Se trata de avanzar hacia la sustitución de la democracia representativa por una de corte autoritario y populista. “Si otros lo han logrado (Erdogan, Putin, Chávez), ¿por qué no yo?”, pensará el presidente.
Existe otro asunto, relevante en el momento actual: decir que los parlamentarios que le niegan sumisión es porque “no obedecen al pueblo”.
No ha leído el artículo 133 de la Carta, que refiere a los integrantes de cuerpos colegiados de elección directa, o si lo leyó no lo entendió, o si lo entendió dirá que habrá que cambiarlo cuando la revolución llegue. Lo copio: “El elegido es responsable políticamente ante la sociedad y frente a sus electores del cumplimiento de las obligaciones propias de su investidura”. Y resulta que la mayoría de esos congresistas no fueron elegidos por el petrismo.
Este mismo principio existía en la Constitución de 1886: “Los individuos de una y otra Cámara, representan a la nación entera, y deberán votar consultando únicamente la justicia y el bien común”. No son ellos, por consiguiente, súbditos de nadie. Ni siquiera del presidente.
He propuesto en columna anterior que cuando se vaya a votar la convocatoria, el Senado considere la posibilidad de votarla afirmativamente, pero añadiendo las condiciones indispensables para que exista equidad en la competencia.
¿Qué opción tendría esa fórmula? Depende de la percepción que tengan los senadores sobre los resultados de la votación. Si ambos bandos tienen la certeza de que ganarán, no hay ninguna posibilidad: votarán ‘sí’ y ‘no’ según sus preferencias.
Por el contrario, si carecen de certidumbre sobre el resultado, el sí condicional puede prosperar. Sería esta una manifestación de la Teoría de juegos, nacida en el ámbito de las matemáticas, y ampliamente usada en las ciencias sociales. Como es tan aguda la fractura de los partidos políticos, y la consecuencial indisciplina de las bancadas parlamentarias, puede que se imponga esa solución.
Sin embargo, ante la gravísima amenaza que Petro representa para la estabilidad institucional, sería preferible que el Senado rechace la consulta. Estamos transitando por el filo de la navaja.
Briznas poéticas: Horacio Benavides nos aporta estas bellas imagines:
Solo va el hombre
solo en su mula
la luna pone en camino
a los dos jinetes
una mula es de silencio
la otra de casco sonoro
un jinete va por el puente
el otro por el río
los dos se encontrarán
cuando entren en lo oscuro