
Opinión
Los rieles del tren
Distinto a lo que sucede en Norteamérica, Petro entregó el país a los terroristas internos e incluso externos, solo a cambio de más violencia y más empoderamiento de los criminales.
Los rieles del tren suelen ser la parte fundamental de las vías férreas. Son el soporte, dispositivo de guiado e interfaz entre el movimiento del tren y la transmisión de carga al terreno; con ello, el tren logra desplazarse en búsqueda de su destino.
El Tren de Aragua es una organización criminal cuyo origen data del año 2005, pero con incidencia trasnacional a partir de 2018. Relata la historia que, en el centro-norte de Venezuela, se inició la construcción ferroviaria en la localidad de Aragua. Por el año 2005 —informa InSight Crime—, con una casi nula fiscalización en el ámbito laboral por esa zona, se creó lo que en principio sería un inofensivo sindicato de obreros. El nombre elegido para su movimiento fue el ‘Tren de Aragua’. Este sindicato no demoró mucho en corromperse y ver en el “cobro de comisiones” una oportunidad para amasar grandes cantidades de dinero para sus integrantes. El grupo empezó a exigir un monto por un puesto de trabajo en la construcción, pero no contento con esto, también volcó sus acciones en extorsionar a los contratistas, mutando en la organización criminal de hoy día. Las actividades criminales por excelencia del Tren de Aragua son la trata de personas, extorsión, tráfico de armas y microtráfico, con una estructura descentralizada que le ha permitido adaptarse a operativos policiales sin perder capacidad operativa.
Pese al rechazo masivo de la comunidad internacional, en Colombia pareciera que, más que rechazo y decisión de combatirlos, estuviéramos siendo utilizados como rieles para este criminal tren. La secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, alertó sobre el “trato” que el presidente de los colombianos les da a los criminales de esta temida banda.
Afirma el mandatario colombiano que, en la experiencia interna —distinta a la de Estados Unidos—, se trata simplemente de “unos jóvenes excluidos por la migración forzada”. Insistió Petro en que la violencia generada por el Tren de Aragua no es terrorismo, sino “una violencia de la juventud excluida”. Sugirió incluso al gobierno de Trump arrodillarse ante los criminales. Para Petro, esta es una práctica recurrente de su gobierno; no lo es así para el gobierno americano. Citó, por último, y luego de su diálogo con la secretaria Noem, que la problemática “se puede solucionar fácil, y le dije a Noem eso: ‘Quite la exclusión’. Eso le dije: ‘Al tratarlos con amor’. Si los trata con violencia, responderán con violencia mayor. Amor, afecto, eso es lo que puede salvar a la juventud de Estados Unidos de la drogadicción del fentanilo”. La alternativa de Petro contraría la máxima estadounidense de “we don’t negotiate with terrorists” (no negociamos con terroristas). Distinto a lo que sucede en Norteamérica, Petro entregó el país a los terroristas internos e incluso externos, solo a cambio de más violencia y más empoderamiento de los criminales.
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Si lo anterior no fuera suficientemente grave, en días recientes el presidente Gustavo Petro aseguró con gran cinismo que el grupo criminal conocido como el Tren de Aragua estaba “prácticamente desmantelado” en América Latina, gracias a las acciones lideradas por las autoridades colombianas, particularmente por la captura de uno de sus principales cabecillas: Jeison Alexander Lorca Salazar, considerado el segundo al mando de esta organización transnacional y que responde al alias de Jeison Comino.
Contrario a lo defendido por Petro, la organización no solo sigue operando en Colombia, sino que continúa expandiendo sus redes delictivas en varios países de la región, tales como Perú, Chile, Ecuador, Brasil e incluso Estados Unidos. Para el diario El País de España, el Tren de Aragua no funciona como una estructura vertical tradicional. Más bien, se ha convertido en una especie de franquicia del crimen, difícil de rastrear, fragmentada y aún muy activa, lo que desmiente cualquier afirmación sobre un desmantelamiento total.
Las afirmaciones del presidente de los colombianos son, por mucho, desacertadas e irresponsables, y no reflejan la realidad de la creciente preocupación por la expansión de esta fórmula criminal. Lo anterior ha requerido que países como Estados Unidos hayan tomado medidas contundentes para enfrentar al Tren de Aragua. Recientemente, el gobierno del presidente Donald Trump deportó a más de 200 venezolanos hacia El Salvador, bajo el amparo de una centenaria ley conocida como la del Enemigo Extranjero.
Colombia requiere medidas idóneas y eficaces contra el crimen organizado. Más allá de las capturas, Colombia necesita instituciones sólidas, tecnología de punta, inversión en justicia y políticas de prevención social que ataquen el caldo de cultivo del crimen y de este tipo de estructuras y organizaciones. El problema no se resuelve solo con detenciones, sino con una visión integral de seguridad y desarrollo, con una Fuerza Pública desamarrada y con una moral fortalecida, sumado a acciones que prevengan el fortalecimiento y crecimiento del crimen. Colombia debe combatir este tipo de estructuras; no puede nuestro país y su gobierno seguir construyendo y extendiendo los rieles del Tren de Aragua.