Andrés Guzmán Caballero. Columna Semana

Opinión

Los Bukele colombianos: megacárceles, megaocurrencias y microvalores

Seguimos acumulando megapromesas en un país donde los elefantes blancos pesan más que la decencia.

Andrés Guzmán Caballero
1 de junio de 2025

En Colombia florecen las ideas recicladas como florece el narciso en primavera. Estas últimas semanas, Jota Pe Hernández, uno de los presidenciables de la nueva camada, ha lanzado su gran apuesta contra la criminalidad: una megacárcel para 70.000 delincuentes. Como lo leen: en el país donde no se terminan ni los colegios ni los hospitales, ahora la solución mágica es levantar una fortaleza penitenciaria.

El senador quiere emular al presidente Bukele, pero olvida lo más importante: Bukele no empezó por las cárceles. Empezó por el país. Su primer plan de gobierno no fue un megaproyecto de concreto, fue el Plan Cuscatlán, una hoja de ruta integral que atacaba de raíz la violencia, la corrupción y el abandono estatal. Contemplaba tecnología, inversión social, reforma institucional, y sí: cárceles… pero al final del proceso, no como parche inicial para la hemorragia moral que vive una nación.

Colombia, en cambio, lleva más de 30 años copiando modelos ajenos. Copiamos el sistema acusatorio de Estados Unidos sin tener fiscales, ni investigadores, ni jueces preparados para ejecutarlo. Copiamos el discurso de “mano dura” sin hacer el trabajo previo: educar, invertir y prevenir.

¿Una megacárcel en Colombia? ¿En serio? ¿Y quién la va a llenar? ¿Los 7.000 contratistas que dejaron obras inconclusas en el país por valor de más de 6 billones de pesos? ¿Los que se robaron la Ruta del Sol, los del caso Odebrecht, o los de Reficar? ¿Será que Jorge Enrique Pizano estará a cargo de supervisar las obras desde el más allá?

¿Vamos a ver a Otto Bula con casco amarillo terminando los tramos faltantes? ¿A los Nule pavimentando por fin la troncal de occidente? ¿A Emilio Tapia enseñando contabilidad en la celda contigua?

Mientras soñamos con estas escenas dignas de Netflix, en El Salvador los presos devuelven el daño cometido, literal y simbólicamente: han reparado más de 10.000 casas robadas por pandillas, con acabados y muebles hechos por ellos mismos. Eso no es una cárcel. Eso es justicia restaurativa. Eso es dignidad convertida en política pública. Eso es el Plan Cero Ocio.

En Colombia, en cambio, la cárcel es un castigo hueco: no resocializa, no repara, no produce. Y ahora quieren llenarla de más gente, como si el problema fuera de espacio, y no de sentido. La culpa no es solo de este gobierno: es de un país que olvidó qué significan la ética, la honestidad y los valores.

Queremos copiar el método Bukele, pero sin Bukele. Queremos megacárceles, pero sin un plan de país. Queremos encerrar a los criminales, pero nos olvidamos de que los peores criminales no están en los barrios populares, sino en las licitaciones públicas.

La verdadera megacárcel que necesita Colombia es una jaula de conciencia para todos los que convirtieron el Estado en botín. Si algún día vemos a los verdaderos culpables haciendo fila con pico y pala, construyendo las 1.700 obras que hoy son monumentos a la impunidad, entonces —y solo entonces— podremos decir que Colombia tuvo su Bukele.

Mientras tanto, seguimos acumulando megapromesas en un país donde los elefantes blancos pesan más que la decencia.

Noticias relacionadas