Salud Hernández

Opinión

Lo que ignoró el circo petrista

Aunque el ELN cosechó una cadena de victorias, las Farc-EP no se han rendido, aguardan el arribo de refuerzos.

Salud Hernández-Mora
8 de febrero de 2025

No será fácil retornar a la normalidad. El ELN conquistó el territorio, se apropió de un suculento botín, y ahora es el único amo. Su brazo financiero, llamado PER, se quedó con fincas, vehículos, comercios, animales, negocios que pertenecían a guerrilleros, milicianos, familiares o colaboradores de las Farc-EP. Luego los pondrán a nombre de su gente y no querrán devolverlos a sus legítimos dueños jamás. Así ha sucedido en el pasado en el Catatumbo y en otros lares, y la historia se repetirá.

Es cierto que la tropa del ELN recorrió, lista en mano, la zona rural y determinados centros urbanos para buscar y “ajusticiar”, término que empleaban, a quienes declararon enemigos. Entre ellos, a firmantes de paz. Los acusaron de encarnar la doble condición de desmovilizados de las viejas Farc, para cobrar las ayudas estatales, y reservistas con fusil que prestaban servicios al frente 33 de las disidencias cuando los requerían. A otros exguerrilleros no los tocaron y varios permanecen en el Catatumbo.

También han instaurado una clase de justicia peculiar. Cuando las comunidades abogan por algún condenado a muerte, aceptan no pegarles el tiro con una condición: además de imponerles una dura sanción, les dan la casa por cárcel a condición de que la propia comunidad ejerza de guardián. La misión supone asumir un alto riesgo. Si el “perdonado” se volara, los responsables de vigilarlo pagarían con sus vidas el descuido.

Pronto cumplirá un mes la estampida de unas 50.000 personas que ha dejado desolados pueblos y veredas, en algunos no permanecen ni la mitad de sus pobladores, y son innumerables los sembradíos de coca, café, cacao, gallinas y marranos abandonados. Ruedan, por tanto, hacia una debacle económica de difícil recuperación, máxime si requieren de los planes y ayudas de un Gobierno de probada incapacidad. Sin olvidar que los mensajes del ELN echando leña el fuego ahuyentan cualquier destello inversor.

De ahí que más de un refugiado haya decidido buscar a los comandantes de esa guerrilla con el fin de que los autoricen a regresar a sus propiedades. El paso conlleva asumir peligros, pero prefieren arriesgarse antes que vivir en un centro de acogida de Cúcuta, de brazos cruzados, pensando a toda hora en lo que dejaron atrás y la ruina que encontrarán si no vuelven pronto.

Y tampoco es que la guerra haya acabado. Aunque el ELN cosechó una cadena de victorias, cuentan los lugareños que las Farc-EP no se han rendido, aguardan el arribo de refuerzos procedente de otras partes del país. Tal vez no puedan reconquistar todo lo perdido, menos aún con comandantes como John Mechas, sin suficiente destreza militar, pero intentarán recobrar alguna cuota de poder. De pronto pretenden fortalecerse y negociar después con los elenos un acuerdo para permanecer en la tierra donde llevan medio siglo asentados, reeditando los pactos de no agresión con los que ambas guerrillas convivieron hasta enero pasado. Por prudencia, me reservo los nombres de los puntos donde se están concentrando.

Cabe anotar que el ELN de hoy en día, aunque haya crecido de forma desorbitada en número de integrantes armados, carece del músculo combativo que poseían años atrás. Buena parte de las nuevas incorporaciones son menores de edad, es decir, más carne de cañón que otra cosa, y casi la mitad de la tropa es venezolana, tanto en Norte de Santander como en Arauca. Aunque los subversivos que pertenecieron a la Guardia Nacional Bolivariana aportan un cierto grado de profesionalismo.

La principal ventaja de esa banda delincuencial, a la que Colombia ha otorgado un revestimiento político que nunca mereció, no es otra que ser aliados del cartel de los Soles y del Gobierno de Miraflores y, por tanto, disfrutar de un santuario inexpugnable. Unido al debilitamiento de nuestras Fuerzas Militares, que ni siquiera se prepararon para la irrupción de drones en el campo de batalla. Encima, ahora no solo no disponen de suficientes helicópteros, sino que los obligan a coordinar sus acciones con el general Vladimir Padrino y demás capos, que tienen por misión controlar la frontera con ayuda del ELN.

Lo único rescatable de la tragedia que sufre una región de Naturaleza exuberante y enorme potencial de desarrollo, es que sus habitantes, hastiados de la violencia, estarán más dispuestos que nunca a probar alternativas a la coca, aunque no sean tan rentables. El problema es que erradicar la cultura narco y poner en marcha proyectos viables en una región apartada, acostumbrada a la economía ilegal y a la autoridad de las guerrillas, requiere aceptar que, si logran resultados, solo los verán a medio y largo plazo. Y requerirán contar con radiografías realistas de la situación, así como líderes apolíticos con criterios empresariales. Es decir, obrar un milagro.

NOTA: ¿Qué organizaciones sociales canalizarán las ayudas? Algunas son brazos de las guerrillas, todos las conocen en el Catatumbo.

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