
Opinión
Las coincidencias entre el discurso y el atentado
Víctimas especiales del discurso de Petro, además de la prensa y los empresarios, han sido los políticos y congresistas de oposición, quienes han dado balance a la democracia.
Las escrituras sagradas del cristianismo (Proverbios 12:6) mencionan que “nuestras palabras tienen el poder de destruir y el poder de edificar,” así como que “la muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Proverbios 18:21). También en la Biblia, el apóstol Pablo escribió: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Muchos filósofos se han referido al poder del lenguaje. Sócrates decía que “las palabras son como flechas, pueden matar o curar”. El lenguaje tiene la capacidad de dirigir el pensamiento colectivo y moldear las emociones, y lo hace de manera imperceptible y exponencial.
Dado que el lenguaje está próximo a la inconsciencia, su propagación suele pasar desapercibida, lo que hace que cualquier resistencia sea vista por la mayoría como una exageración paranoica. Víctor Klemperer, en su obra La Lengua del Tercer Reich, manifestó que el lenguaje se convierte en el medio de propaganda más potente, tanto público como secreto a la vez.
El mayor exponente en Colombia del poder de la palabra, utilizado con el fin de dañar, manipular y destruir, se llama Gustavo Petro. El presidente, con su discurso, ha buscado posicionar un relato de odio hacia quienes no piensan como él, cada vez que alguien, incluso de manera legítima, se atreve a manifestarse en contra de su pensar o simplemente a exponer una visión diferente.
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El discurso del primer mandatario, desde antes de ser presidente, ha buscado polarizar a la sociedad colombiana entre buenos y malos, con el agravante de que expone constantemente, para respaldar esa posición, criterios como el delito de sangre. Los indígenas son considerados buenos porque habitaron estas tierras antes de la llegada de los españoles, mientras que la mayoría de los colombianos son malos porque tienen como antepasados a españoles.
Aquellos al margen de la ley no son malos porque Petro, que tuvo la experiencia de formar parte de un grupo guerrillero, en su visión, secuestró, extorsionó y mató con justificación para lograr un bien superior. Por su parte, quienes cumplen la ley en la sociedad son vistos por el presidente como aprovechados que explotan a los demás y no como los motores del desarrollo del país.
El riesgo del discurso de Petro es que muchos lo han somatizado lentamente, sin darse cuenta. Algunos de sus seguidores creen que el guerrillero que no respeta ni la ley ni a su prójimo es un luchador por la libertad, y que los empresarios que trabajan legalmente para crear empresas son responsables de la pobreza del país. Lo peor de todo es que muchos han construido en sus conciencias un resentimiento tan profundo, que reflejan constantemente su afán de violencia en redes.
Víctimas especiales del discurso de Petro, además de la prensa y los empresarios, han sido los políticos y congresistas de oposición, quienes han dado balance a la democracia. Petro los ha acusado de toda clase de vejámenes y ha amenazado, poniendo en riesgo la institucionalidad. Sus palabras han sido incendiarias, llenas de reproches y cargadas de un mensaje que genera en sus seguidores una indignación que fácilmente se traduce en odio y violencia.
Por eso, si bien es poco factible que el presidente o su partido hayan sido los responsables directos del atentado vil al senador que logró la mayor votación en el Congreso, tienen una responsabilidad clara e ineludible en el ambiente de violencia que genera con su discurso.
Incluso, en su intervención tras el atentado al senador Miguel Uribe, se transparentó el mismo mensaje de odio, respaldo a la desinstitucionalización y benevolencia ante quienes atentan contra la vida de los colombianos. Hay que decirlo con claridad y firmeza: gran parte de la polarización y el conflicto de hoy en Colombia se deben a Gustavo Petro.