
Opinión
La sospechosa muerte del Zarco Aldinever
Si sucedió el asesinato, fueron Nicolás Maduro e Iván Márquez quienes lo ordenaron.
Faltaba una ficha clave. Y la sospechosa muerte del Zarco Aldinever arrojó nuevas luces. Si de verdad murió, lo inverosímil es el relato de lo sucedido. La supuesta reunión y traición del ELN suena a cuento chimbo.
Encuentro más auténtico que, si sucedió el asesinato, fueron Nicolás Maduro e Iván Márquez quienes lo ordenaron. Como todo capo mafioso que se respete, a ambos les convenía cerrar la boca al último terrorista experimentado y fiel que le quedaba al exjefe negociador de las viejas Farc, a su mano derecha. Un hombre que fue de las entrañas del Mono Jojoy, que se unió a la Nueva Marquetalia desde su fundación.
Tenía que saber que Márquez –el amigo de Iván Cepeda y protegido del Gobierno Petro que sobrevive sin un brazo y otros quebrantos de salud (producto del ataque que casi lo manda al infierno cuando Duque era presidente)– siempre ha sido un desalmado, un matón sin escrúpulos. Y habría considerado, junto con el tirano, que convenía desviar la atención hacia un cadáver, ya fuese real o ficticio.
Un dato que despierta suspicacias es la urgencia de la Nueva Marquetalia para confirmar el deceso. ¿Qué interés tendría dicha banda criminal en que Colombia creyera que mataron al guerrillero acusado del atentado contra Miguel Uribe? Si ya es raro que reconozcan una baja, más extraño es que lo hagan de inmediato, sin presión ni necesidad.
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Tan diligentes con el Zarco y tan mentirosos con alias el Paisa, Óscar Montero, muerto en su campamento de Venezuela al estallarle un explosivo, y con el propio Iván Márquez. Incluso el Gobierno Petro, que conocía su estado de salud y su paradero, guardó silencio durante meses por intereses espurios. Quería ocultar que el matón que retomó las armas, autor de crímenes de lesa humanidad, se recuperaba en un hospital caraqueño, reservado a la élite de la mafia chavista.
En mi columna del 28 de junio aposté por la hipótesis de que Márquez, con la complicidad de Maduro, era el cerebro del ataque a Miguel Uribe. Entretanto, Gustavo Petro señalaba a la inexistente junta de Dubái, y otros, a Mordisco. Entonces indiqué que faltaba una pieza esencial para armar el puzle: la razón de escoger una fecha tan temprana para dispararle. Si pretendían afectar las elecciones de 2026, se antojaba prematuro eliminar a un precandidato 11 meses antes en una nación de escuálida memoria.
Ahora, sin embargo, todo va encajando.
El cálculo de los sanguinarios Márquez y Maduro estaba ligado al proceso de Álvaro Uribe, que tenía un calendario marcado por la prescripción de mediados de octubre. Pensarían, como anticipamos muchos, que lo condenarían en primera instancia con los consiguientes perjuicios para el CD.
Al tratarse de un juicio político con unos demandantes más poderosos e influyentes en el mundo judicial que el demandado, y dado el descarado sesgo del proceso desde el inicio, era evidente la sentencia que aguardaba al expresidente.
También los analistas indicaban que Miguel Uribe, que lideraba las encuestas de los precandidatos del Centro Democrático, era la ficha favorita del expresidente para encabezar la candidatura de su partido y el que creía con mayores posibilidades de sellar una alianza con otros aspirantes y formaciones políticas contrarias al petrismo.
Por tanto, al quitarlo de en medio, propinaban un fuerte golpe al único partido de firme oposición a Gustavo Petro, con un indiscutible liderazgo –Álvaro Uribe– y un caudal electoral del 30 por ciento.
Si, además, le decretaban prisión domiciliaria, el uribismo sufriría un doble mazazo y perdería fuerza en Antioquia, en donde triplican al Pacto Histórico.
Una condena de 12 años, así sea injusta, salpica el prestigio del presidente más popular de la historia y, al inhabilitarlo, merma su capacidad influenciadora y frena sus giras por el país.
Al igual que sucedió con el Juzgado 44, apuesto a que el Tribunal Superior de Bogotá reafirmará el fallo y, si acaso, rebajará la pena. No olviden el caso de Plazas Vega, juzgado por su intervención en el criminal asalto del M-19 al Palacio de Justicia. El magistrado ponente, que dedicó meses a estudiar el voluminoso expediente, pidió la absolución, y sus dos compañeros de sala, sin apenas tiempo para analizar las pruebas, lo declararon culpable. El coronel quedó absuelto en la instancia superior.
No parece que la Fiscalía y el Gobierno tengan interés en descubrir a los cerebros del intento de asesinato de Miguel Uribe. Porque, si lo tuvieran, el locuaz Petro habría pedido las extradiciones de Márquez y el Zarco Aldinever a su amigo el tirano. Tan insistente con el Gobierno portugués para que enviaran a Colombia a Papá Pitufo, ¿no sorprende su nulo interés por la captura de la pareja de curtidos asesinos?
Es indudable que Nicolás Maduro e Iván Márquez necesitan que siga la extrema izquierda en la Casa de Nariño. Y harán lo que sea para lograrlo.