
OPINIÓN
La Nueva Ruta de la Seda
Las malas decisiones de los gobernantes afectan a todos los gobernados.
Las decisiones políticas tomadas bajo influencia de una ideología y no como resultado de análisis sensatos, siempre conducen a errores que le cuestan muy caro a la sociedad, requiriéndose muchos años para resarcir el daño.
Estamos viviendo una gran polarización mundial, donde el enfrentamiento por mantener y/o lograr la condición de superpotencia nos ha conducido nuevamente a vivir los efectos de una guerra fría con el choque de dos grandes bloques liderados por los EE. UU. y China; por ello se observa que muchos países están buscando acomodarse en el bloque que más les conviene según sus intereses políticos.
Paralelo a la guerra arancelaria entre las grandes potencias se tiene la explosión de violencia en varias partes del planeta como el ataque de Rusia contra Ucrania, incluyendo el primer combate naval entre unidades no tripuladas de estos países en el mar Negro, el permanente hostigamiento de China contra Taiwán, la guerra entre Israel, Gaza y los Hutíes, la guerra civil en Somalia, Sudan del Sur y Libia, además de los ataques entre India y Pakistán, sin dejar de mencionar las dictaduras socialistas que afectan la estabilidad en varias regiones del planeta, mostrando una compleja relación internacional donde se ha considerado hasta un probable conflicto militar a gran escala.
En los últimos años, el Gobierno chino con su sistema financiero ha hecho grandes inversiones alrededor del mundo, especialmente en temas de infraestructura, construyendo puentes, carreteras, puertos, aeropuertos, represas y haciendo grandes préstamos a los gobiernos, lo cual ha contribuido para aumentar su influencia en los campos geopolítico y estratégico, beneficiándose de los costos de la deuda, pero ante todo, buscando que sus productos lleguen más rápido a todos los rincones del planeta favoreciendo sus sistemas productivo y macroeconómico.
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Como Ruta de la Seda se ha conocido a los caminos que comunicaban a la China con el Mediterráneo a partir del siglo II a.C., los cuales permitían el comercio especialmente de seda, especias, metales, piedras preciosas, papel, pólvora, cultura, religión, etc. Caminos que quedaron en desuso debido al impulso de la navegación que permitió llegar más rápido y transportar mayores volúmenes de carga.
A partir de 2013 el gobierno de Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista Chino, estableció la iniciativa de la ‘Nueva Ruta de la Seda’ para impulsar el comercio de su país, buscando una supremacía mundial; 21 países de América Latina se han adherido a esta iniciativa china.
Rusia y China lideran a nivel mundial el bloque de ideología comunista y aunque sus economías han tenido un cambio radical en su orientación, siguen combatiendo a todo lo que represente el capitalismo extranjero. El gobierno progre no se queda atrás en el cumplimiento del libreto internacional que busca implantar el socialismo del siglo XXI en el área latinoamericana y probablemente es por ello que se esté haciendo un acercamiento a China, incluyendo su relación con la construcción del Metro de Bogotá, sus intereses en el control de los principales puertos y aeropuertos del país, y posiblemente algo más allá.
La alineación de Colombia con el bloque comunista sin duda aportará algunos beneficios, pero seguramente serán mayores los perjuicios. Bajo este nuevo escenario, Colombia probablemente no sea certificada y en consecuencia no se contará con los recursos de EE. UU. que ayudan a combatir el narcotráfico, lo cual revitalizará a los grupos delincuenciales y favorecerá la aparición de otros, se incrementará la violencia e inseguridad, se multiplicarán los casos de violación de los derechos humanos, se disminuirá la inversión nacional y extranjera, con la correspondiente afectación a nuestra economía.
Lamentablemente esta nueva dirección en las relaciones internacionales pondrá en riesgo la relación comercial con los EE. UU., nuestro principal socio comercial que nos compra el 30% del total de lo que el país exporta, pondrá en jaque el intercambio de información de inteligencia que complementa las operaciones de nuestras fuerzas armadas, así como puede colocar vetos a la adquisición de equipos o sistemas necesarios para la defensa y la seguridad, al igual que afectará los intercambios de tecnología y la adquisición de repuestos para los productos americanos que actualmente funcionan en el país.
El déficit de la balanza comercial con China es del orden de 8 a 1, esto es, por cada dólar que nos compran, nosotros les compramos 8, mientras que con EE. UU. tenemos un relativo equilibrio. Pero lo más grave es que al perder el contacto con el bloque liderado por EE. UU., además de aislarnos dentro de la comunidad internacional, millares de personas se quedarán sin empleo en el país, especialmente los relacionados con actividades que emplean gran cantidad de mano de obra como los cultivos de café, bananos, flores, aguacate, pasando por el renglón de las confecciones y las manufacturas, así como las exportaciones de combustibles. EE. UU. fue el principal inversor extranjero en el año 2024 con US$ 1.273 millones de dólares.
Las decisiones de estado deben ser perfectamente equilibradas, analizadas y cuantificadas, no deben ser el resultado de la aplicación a rajatabla de preceptos ideológicos. Colombia tiene que recuperarse del abismo macroeconómico en el que está cayendo y esto solo se logra con la reorientación de los objetivos políticos. La carrera por la Presidencia y la representación parlamentaria está en marcha; ojalá se rechace la corrupción que nos avergüenza como país y nos está arrollando.