
OPINIÓN
La meritocracia en el Gobierno
Desafortunadamente, el equipo de Petro, desde su gabinete hasta los empleados de menor rango, fueron seleccionados con criterios de amiguismo.
La mejor estrategia para seleccionar al responsable de una tarea es entender los retos y requerimientos de esta, definir el perfil del candidato ideal capaz de ejecutarla y elegir al postulante que mejor se ajuste a esas exigencias. Es, en resumen, la esencia de la meritocracia que se aplica en las empresas exitosas y que permite que las tareas encomendadas se realicen con excelencia en todo nivel.
En el entorno corporativo de competencia que caracteriza nuestro sistema capitalista, aquellas empresas que seleccionen su personal de acuerdo con este procedimiento suelen rendir más que las demás. En contraposición, las compañías que seleccionan o promocionan su personal, especialmente el directivo, basados en cercanías personales o ideológicas, terminan con una ejecución sub-par y son doblegadas por sus pares en el mercado. Es nada más ver el mercado de las comunicaciones en Colombia para validar este argumento.
Algo similar, pero mucho más marcado, ocurre en el mundo de lo público. La elección del presidente de la República no se da, en general, con criterios que respondan a la idoneidad de los candidatos para ejercer el cargo.
Dirigentes como Gustavo Petro subieron al poder con base en discursos ideológicos y no importó su manifiesta incapacidad para dirigir a Bogotá para que el pueblo colombiano lo eligiera: los criterios de selección no respondieron a escoger al candidato mejor preparado para ejercer su puesto, sino al que mejor vendiera sueños y posturas que terminaron en una realidad radicalmente opuesta, personificada en el desastre del Ejecutivo que vivimos hoy.
Cuando se trata de un líder como el presidente de la República, que dirige una organización de alrededor de 930.000 empleados, a pesar de que de estos 390.000 corresponde a uniformados y 340.000 a docentes, y que “solo” cuenta con 190.000 empleados públicos directos fuera de estos roles, la capacidad de nombrar funcionarios competentes es crítica.
Desafortunadamente, el equipo de Petro, desde su gabinete hasta los empleados de menor rango, fueron seleccionados con criterios de amiguismo y alineación ideológica, y no con base en el ajuste de sus capacidades a las necesidades de los cargos que desempeñan.
Solo así pueden darse casos donde Laura Sarabia haya ejercido como directora del Departamento Administrativo para la Prosperidad Social, del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre) y como Ministra de Relaciones Exteriores; que Carlos Carrillo, un diseñador industrial cuya única experiencia fue ser docente en una universidad y legislativa en el concejo de Bogotá maneje la Unidad de gestión de Riesgo, y Cielo Rusinque haya ocupado cargos con requisitos tan disimiles como directora del Departamento para la Prosperidad Social, y Superintendente de Industria y Comercio.
En un entorno internacional en que los países, al igual que las empresas en los mercados corporativos, compiten a nivel global, un presidente que nombra sus alfiles con criterios no meritocráticos tiene consecuencias graves para los colombianos.
Bajo el mandato del Pacto Histórico, Colombia perdió control territorial, en provecho de grupos al margen de la ley, en más de 300 municipios; se destrozó en sistema de salud; la deuda pública en 2024 fue de 237.020 millones de euros y creció 49.209 millones desde 2023 cuando fue de 187.811 millones de euros; destrozó los sectores de petroleros y del carbón; acabó con la autonomía del país en términos de gas natural, y apuñaló de muerte la educación y la vivienda con la reducción significativa de créditos y subsidios, respectivamente.
Este intento histórico demuestra que el país no está para intentos fallidos de candidatos a presidente no preparados para gerenciar el país con criterios como la eficiencia y la meritocracia.
Candidatos provenientes del Legislativo, independientemente de su orientación política, como la Pizarro, Cepeda, Roy Barreras, Benedetti o María Fernanda Cabal, no tienen ni la experiencia ni han desarrollado las capacidades necesarias para administrar un país. Paralelamente, candidatos como José Manuel Restrepo, Sergio Fajardo o Germán Vargas Lleras están mucho mejor preparados por su paso por posiciones de responsabilidad en la rama Ejecutiva. Al observar el resultado de las experiencias recientes, casi que considero que sería preferible que el presidente de la República sea escogido por una firma cazatalentos.