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Opinión

La indiferencia sepultará a la patria

No podemos seguir escribiendo la historia de este país a punta de atentados. El plan para asesinar a Miguel Uribe demuestra el violento entorno en que se encuentra la democracia colombiana. Para él y su familia toda la fuerza y solidaridad posible.

Nicolás López Martínez
11 de junio de 2025

Es difícil no pensar en el dolor que ha pasado la familia de Miguel Uribe Turbay, así como imposible no pensar en lo que ha propiciado este ambiente de violencia política. Tampoco se puede negar en pensar que después de esto pueda repetirse una tragedia similar. Ninguna familia colombiana debería atravesar por este sufrimiento y esperemos que las autoridades competentes le den la importancia necesaria a esta crítica situación. Cuando haya indiferencia, habremos terminado de sepultar a la patria.

Esa misma patria hoy se encuentra con el corazón herido y busca respuestas frente al macabro plan para asesinar a un precandidato presidencial. Estamos en un país en que las amenazas no pueden ser tomadas a la ligera. La protección de quienes representan a millones de colombianos, sin importar el color político, debe ser una prioridad en este momento. No podemos seguir escribiendo la historia de este país a punta de atentados.

El dolor que como colombianos sentimos debe llevarnos a una profunda solidaridad con Miguel y su familia. Como dijo María Claudia Tarazona, la esposa de Miguel, no podemos olvidar la causa por la que atentaron contra su vida: sacar este país adelante. Además de querer callar a un hombre que hace parte de quienes buscan corregir el rumbo del país, quienes están detrás de esto también quieren infundir miedo. En consecuencia, no es momento para callarnos, no es momento para parar de denunciar lo que tiene este país en una noche tan oscura. No podemos doblegarnos al terror.

Con este intento de magnicidio, también han atentado contra la democracia. Nuestra libertad depende de ella. Hoy una voz que representa a muchos colombianos no puede ser oída porque pagaron por silenciarla. Su curul en el Senado está cobijada por la bandera de Colombia y, con la esperanza de millones, la voz de Miguel volverá a ser escuchada como lo ha sido desde esa curul. Sin embargo, hemos llegado a un punto de quiebre. Un punto de quiebre que genera titulares que esta generación nunca había leído fuera de los libros de historia. Muchos recuerdan el terror del pasado y ese terror no puede volver a echar raíces en el presente.

Bajar el tono es necesario, pero eso no implica detenerse en el énfasis sobre lo que está mal en este país y parece tenerlo en caída libre. Toca ser prudentes en el discurso y en la actividad política, pero la prudencia, para que sea virtud, debe estar sostenida por una inmensa responsabilidad de cumplir con el deber de cada uno, según su posición. Hoy la responsabilidad nos exige rezar por la vida de Miguel y luego alzar la voz para que esto no pase más.

Anteriormente, me referí a que cuando haya indiferencia, habremos terminado de sepultar a la patria. Este 10 de junio hubo 24 atentados en el Valle y en el Cauca. No podemos ser inferiores a la parte de la historia que nos tocó vivir. Nuestra solidaridad no puede ser inferior. A pesar de que la horrible noche parece oscurecerse con el pasar de los días, sé que pronto cesará si nos mantenemos unidos frente a esa causa, como también dijo María Claudia.

Solo una Colombia unida mantendrá viva esa llama de libertad que nunca se debe apagar.

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