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Opinión
La amistad con Venezuela por encima de todo
Maduro le ha ofrecido a Petro sus servicios de inteligencia para protegerlo. Vamos a ver en el futuro qué le ofrece.
A raíz del ataque japonés a Pearl Harbor, el 8 de diciembre de 1941 Estados Unidos le declaró la guerra al Japón. Inmediatamente después, los otros dos países del Eje —Alemania e Italia— le declararon a su vez la guerra a los Estados Unidos.
El secretario de Estado y el Gobierno de los Estados Unidos iniciaron una activa política para lograr que países latinoamericanos accedieran a la colocación en su territorio de cañones de fabricación norteamericana para la defensa de sus costas, así como a la utilización de bases y puertos por fuerzas de los Estados Unidos acantonadas en Panamá, para defender el canal y sus accesos, así como las refinerías en Venezuela, Aruba y Trinidad.
A Colombia, que estaba en primera fila para la defensa del canal, se le exigía algo más:
La presencia, en cualquier momento en su territorio, de unidades militares de tierra, mar y aire norteamericanas, con la simple notificación a un viejo general que había sido enviado como agregado militar en Panamá.
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No obstante que la constitución vigente señalaba que “el tránsito”, no el estacionamiento, de tropas extranjeras por territorio nacional, era potestad del Senado. El presidente podría autorizarlo, si el Senado estuviere en receso, pero previo concepto del Consejo de Estado.
El secretario de Estado convocó, con el propósito de lograr el respaldo hemisférico, a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores de los países del continente en Río de Janeiro en enero de 1942.
Ni en Colombia ni en Venezuela había un ambiente antinazi. Todavía la separación de Panamá les dolía a muchos colombianos. En medio de esa angustia bélica, hubo un mensaje “supersecreto y urgente” del embajador de los Estados Unidos en Bogotá, Spruille Braden, al secretario de Estado, fechado el 24 de diciembre de 1941. En él, el diplomático dio cuenta de una conversación confidencial que tuvo con el presidente de Colombia, Eduardo Santos.
Afirmó que el mandatario le había asegurado que trataría de influir sobre el Gobierno de Venezuela para que ambos países rompieran simultáneamente relaciones con los países del Eje y que se alineara con Colombia con el objetivo de lograr la solidaridad hemisférica con los Estados Unidos en Río de Janeiro.
Además, le confió que el canciller colombiano, Luis López de Mesa, que era conocido por su antisemitismo, seguramente no viajaría a la reunión de Río de Janeiro y que en su reemplazo iría Gabriel Turbay, que estaría acompañado por el embajador en el Brasil, Carlos Lozano y Lozano. La explicación que le dio fue la de que López de Mesa “estaba muy cansado” y que “no le gustaba viajar en avión” y que “pensaba que ningún hombre de más de cincuenta años debería hacerlo”. López de Mesa tenía la avanzada edad de 58 años.
No obstante, lo dicho confidencialmente por Santos, Colombia no rompió relaciones con Alemania, sino hasta noviembre de 1943, luego del hundimiento de cuatro goletas que viajaban entre Cartagena y el archipiélago de San Andrés, y de que sus tripulaciones fueron acribilladas por submarinos alemanes. Mientras que Venezuela, aunque varios buques petroleros de su bandera fueron torpedeados por submarinos alemanes, solo declaró la guerra a Alemania en febrero de 1945.
No se sabe qué pasó con Braden.
Siempre Colombia siguiendo la línea venezolana. Ahora, 84 años después, mucho más, ya que Maduro ha ofrecido generosamente a Petro los servicios de inteligencia de su país para defenderlo de los atentados que ha denunciado.
Ya veremos qué ayuda le ofrece en el futuro, con sus Fuerzas Armadas y con tantos grupos armados que hay en ese país.