
Opinión
Kakistocracia: el gobierno de los peores en Colombia
Si la kakistocracia tuviera un manual, el capítulo de nombramientos lo escribiría Petro. La meritocracia prometida se convirtió en una farsa, empezando por el propio gabinete.
¡Parece un mal chiste, pero tristemente no lo es! La kakistocracia —del griego kakistos (el peor) y kratos (poder)— ha encontrado tierra fértil en Colombia. Este término, que define un gobierno dirigido por los peores, describe a la perfección el mandato de Gustavo Petro, coincidencialmente apodado el Kakas por sus compas del M-19.
Esta administración ha elevado la incompetencia a un arte, con un desfile de mentiras, escándalos, nombramientos absurdos y promesas rotas. Los colombianos observamos con indignación cómo los peores dirigen el destino de la nación, mientras el ‘cambio’ prometido se convierte en una tragicomedia de antivalores.
En Colombia, el clientelismo y la corrupción siempre han sido un lastre, pero bajo Petro el fenómeno ha alcanzado niveles épicos. ¡Qué paradoja! El hombre que juró desterrar la corrupción parece liderar una orquesta de desaciertos, donde la mentira, la improvisación y la corrupción, son la moneda corriente.
Veamos ejemplos concretos. La Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) es un monumento al despilfarro: billones evaporados en los carrotanques para La Guajira, con sobrecostos y desvíos que involucran a exministros y funcionarios del más alto nivel. En este instante, el exministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, se encuentra próximo a ser imputado formalmente en el marco del escándalo de la UNGRD, y Carlos Ramón González, exdirector del Dapre y amigo personal de Petro, se encuentra prófugo de la justicia escondido en Nicaragua, ¡con la ayuda de la propia Cancillería colombiana!
Ecopetrol, la joya nacional, no se salva: bajo Ricardo Roa —también gerente de campaña de Petro— se gastaron más de cinco millones de dólares de la empresa en una auditoría para evaluar el impacto de los procesos judiciales contra él, se han reducido las utilidades en dos años consecutivos, y sus acciones van en caída libre. Por si fuera poco, como gerente de la campaña presidencial de Petro, Roa se voló los topes de gasto, por lo que está siendo investigado.
Si la kakistocracia tuviera un manual, el capítulo de nombramientos lo escribiría Petro. La meritocracia prometida se convirtió en una farsa, empezando por el propio gabinete. Daniel Rojas, ministro de Educación, se rajó en su propia tesis de maestría. ¡La educación en manos de alguien que no pasó su propia prueba académica! Alexander López, exdirector del Departamento Nacional de Planeación (DNP), admitió que “las matemáticas le dan duro” y por eso no estudió economía.
Laura Sarabia, la escudera de Petro, ha sido jefa de gabinete, directora de Prosperidad Social, canciller y embajadora, pese a polémicas como el ‘niñeragate’, donde abusó de poder con pruebas de polígrafo a la niñera de sus hijos. Juan Carlos Florián pasó de actor de cine porno a ministro de Igualdad en agosto de 2025. ¡De estrella del entretenimiento adulto a guardián de la equidad! Juliana Guerrero, de apenas 23 años y sin título universitario, fue designada viceministra de Juventudes en el Ministerio de Igualdad. Angélica Verbel, abogada graduada en 2023, con solo un año y siete meses de experiencia laboral, es la viceministra para la Estrategia y Planeación del Ministerio de Defensa. Sin conocimientos específicos, esta pura sangre petrista asume la planeación militar de un país con una severa crisis de orden público.
Alfredo Saade, el anterior jefe de despacho en la Presidencia, dos meses después de posesionado, puso un récord en extravagancia. Comparó a Petro con Jesucristo, vociferó pidiendo una reelección inconstitucional y es investigado por extralimitación de funciones e incluso por ‘agresión’ contra otros funcionarios. Por su ‘buena’ gestión fue premiado con la embajada en Brasil. Por supuesto, no podríamos ignorar a Armando Benedetti, pero necesitaríamos mucho más espacio que el de esta columna para mencionar sus andanzas.
La kakistocracia se ha expandido por el Gobierno nacional como un virus. En la medida en que el liderazgo es el ejemplo, si quien lidera da mal ejemplo —según confirmamos con los chats publicados recientemente y las cartas de Leyva, entre otros— y no asume la responsabilidad por sus actos, sus subalternos se comportarán de igual manera, alimentando a la misma kakistocracia en un eterno círculo vicioso.
Más allá de la ineptitud, las acciones y nombramientos aparentemente arbitrarios de Petro tienen un propósito oscuro. La kakistocracia no es un simple error de casting: su objetivo es desestabilizar el país y generar las condiciones necesarias para perpetuarse en el poder, ya sea directamente o en cuerpo ajeno. La promoción de figuras inexpertas o cuestionadas, combinada con el manejo opaco de recursos y la polarización impulsada por el propio presidente, parece diseñada para erosionar la democracia. Petro gobierna desde el caos y cada nombramiento absurdo, cada discurso incoherente, no son errores, son su método, del cual también hace parte el victimizarse y culpar a otros por sus fracasos.
Colombia merece más que esta tragicomedia. Que la dignidad, la eficiencia y la honestidad vuelvan a ser las protagonistas, y que los ciudadanos, desde la oposición, nos unamos para frenar cualquier intento de perpetuación en el poder.