Salud Hernández

Opinión

Israel condenará a Netanyahu  

Con su desastrosa gestión transformó la solidaridad mundial que despertó Israel en una oleada de desprestigio y repudio hacia una gran nación.    

Salud Hernández-Mora
24 de mayo de 2025

No tiene justificación alguna. Detrás del horror humanitario, de los miles de muertos, heridos, desplazados, hambrientos, de las ciudades arrasadas, subyace la hediondez de un presidente que solo busca salvar su pellejo.

Netanyahu sabe que, en cuanto abandone el poder, existen unas altas probabilidades de terminar tras las rejas en Israel. Corrupto (presunto) en espera de juicio y responsable político de la masacrede 1.205 personas a manos de los terroristas y del secuestro de otros 251 inocentes, deberá confrontar a una sociedad que le reprocha que no evitase el ataque más sanguinario que haya sufrido Israel a manos de Hamás.

¿Por qué desoyeron en su gobierno las alertas de militares que sospechaban que algo grande preparaban al otro lado de la verja que les separa de Gaza? ¿Por qué el prestigioso Mossad, admirado por los servicios de inteligencia de todo el planeta, no advirtió las maniobras de cientos de terroristas durante meses? ¿Por qué, después de 19 meses de bombardear sin clemencia la Franja de Gaza, aún no derrotan a Hamás?

¿Acaso desconocían el verdadero poder del grupo islámico y las complejidades de librar ese tipo de guerra irregular? ¿No decían que el Ejército solo entraría a la Franja cuando tuviese certeza de las acciones a realizar y que sería una precisa operación quirúrgica? ¿Por qué permitieron la construcción de cientos de kilómetros de túneles si monitoreaban esa zona de Palestina? ¿Nunca descubrieron las construcciones que requieren movilizar maquinaria y toneladas de tierra?

Netanyahu, que trituró hace rato con su vil comportamiento el cariñoso apelativo de Bibi, está dispuesto a sacrificar no solo a miles de palestinos, sino a sus propios soldados. Ya van 400 muertos en las filas israelíes, una altísima cifra de bajas para una nación acostumbrada a defenderse del violento acoso de sus enemigos.

En octubre pasado se podía comprender la respuesta del gobierno judío a la barbarie terrorista. Porque si Hamás no asesinaba a miles de civiles en Israel con los cientos de misiles que disparaba, solo se debía a la Cúpula de Hierro, un prodigio tecnológico de la industria armamentística que detiene la inmensa mayoría de los cohetes. Solo unos pocos caen en territorio judío.

Pero hace rato que Netanyahu perdió la razón y firmes aliados, como Francia o Reino Unido, anunciaron que impondrán sanciones en señal de repulsa y para que detenga la guerra.

Lo que produce náuseas es que el presidente israelí siga ordenando más operativos militares con el único fin de eludir tanto la cárcel en su país como responder por su estruendoso fracaso bélico. Y para que dos minúsculos partidos ultraortodoxos, necesarios para armar mayoría parlamentaria, no salten del barco y caiga el gobierno. Amenazaron con quitarle el apoyo si retira al Ejército de Gaza.

Lo que no podrá nunca ocultar es que con su desastrosa gestión trasformó la solidaridad mundial que despertó Israel en una oleada de desprestigio y repudio hacia una gran nación. A la devastación de Gaza y los miles de civiles muertos, distintos analistas suman el no haber conseguido acabar con Hamás y no contar con un plan para el día después, como manifestó el exministro de Defensa Yoav Gallant, opinión compartida por muchas voces israelíes.

Porque la propuesta de Netanyahu de ocupación permanente de Gaza evidencia una preocupante falta de visión y de desconexión con la realidad.

Ya tiene enfrente a los familiares de los 59 secuestrados que quedan en poder de Hamás –la mitad estarían muertos–, y a una amplia base social israelí contraria a insistir en la arremetida militar.

Aunque Israel haya demostrado a otros países árabes que cualquier ataque les saldrá demasiado caro, en Occidente, sin embargo, deja una visión diferente. En lugar de poderío, ha desnudado inquietantes signos de debilidad.

Que un experimentado, patriótico y moderno ejército necesite reducir a escombros un pequeño territorio y matar a más de 50.000 de sus habitantes para acabar con un grupo terrorista y ni siquiera así hayan cumplido el objetivo, tras 19 meses, evidencia que no son tan indestructibles.

Porque Hamás cuenta con misiles y drones de Irán, pero no tiene aviones ni tanques ni unas Fuerzas Militares bien formadas y con magníficos estrategas; ni una nación que está a la vanguardia de la revolución tecnológica; ni ingentes fondos económicos, ni el inquebrantable respaldo de Washington.

Aun así, no solo no ha borrado de la faz de la tierra a los terroristas, sino que ha garantizado a Hamás –tiranía que somete a sus compatriotas a la miseria y a las mujeres a una vida de esclavitud– el eterno reclutamiento de jóvenes huérfanos y sin futuro, rebosantes de odio.

Para desgracia de los israelíes, la ineptitud del desalmado Netanyahu y su absoluta falta de escrúpulos los condena a seguir conviviendo con el terrorismo más brutal. Solo dos Estados y un Gaza laico, que respete los derechos de la mujer, prendería una luz al final del túnel. Soñar es gratis.

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