Alberto Donadio  Columna

Opinión

Hotel Karmairí se volvió un karma

Han pasado más de diez años y los dueños no han visto un peso de rentabilidad.

Alberto Donadio
23 de agosto de 2025

En 2014 se lanzó el proyecto de construcción del hotel Karmairí en Cartagena. Fueron 990 inversionistas los que entregaron su dinero para adquirir derechos fiduciarios. La inversión mínima era de 46 millones de pesos. Han pasado más de diez años y los dueños no han visto un peso de rentabilidad. Uno de los damnificados contó su historia:

“¿Qué podía salir mal? Esa fue la primera pregunta que me hice al entrar en la oficina ubicada en la calle 84C con carrera 9.ª, donde se ofrecían derechos fiduciarios del hotel de playa Karmairí. Contaba con un capital destinado a otra inversión que había fracasado y, con exceso de confianza, pensé que esta sería una opción mucho mejor, algo que simplemente no podía fallar. Había oído hablar de Karmairí, un hotel pequeño que ya existía en Manzanillo del Mar. Con nuestro dinero sería ampliado y se volvería el Hotel Meliá Cartagena de Indias, con 154 habitaciones. Todo el mundo elogiaba la belleza del lugar y su creciente popularidad para eventos importantes. Cuando escuché la propuesta de inversión, que prometía un retorno anual entre el 16 por ciento y el 20 por ciento, y estaba respaldada por la cadena Meliá, la oportunidad me pareció irrechazable. Mauricio Martínez Santos, el promotor del proyecto, se reunió conmigo y compartió su entusiasmo y la visión detrás de Karmairí. Salí de allí completamente convencida de mi acertada decisión. Conocía a varios inversionistas experimentados que también confiaban plenamente en el proyecto. Con todo eso a favor, ¿qué podría salir mal? A finales de 2015, el proyecto comenzó a tomar forma, pero no tardaron en aparecer complicaciones. La fiduciaria Acción Sociedad Fiduciaria asumió la administración de los fondos, pero no lograron conseguir un operador hotelero competente. Vendieron Meliá, pero luego contrataron otro operador. El diseño original y el número de habitaciones se modificaron, lo que generó retrasos continuos y el inicio de uno de los grandes problemas: la firma de un otrosí aprobando los cambios y eximiendo de responsabilidades a la fiduciaria. Aunque percibía cierta agitación detrás de escena, intenté calmarme pensando que era parte normal de cualquier proceso de construcción. Tras varias reformas y obstáculos, el hotel finalmente abrió sus puertas el 17 de junio de 2019, operado por una cadena que no era Meliá. Durante su primer año, registró ocupación. La cadena que no era Meliá operó el hotel hasta hace un año. Durante su gestión, su equipo directivo y el comité nombrado por los beneficiarios y la fiduciaria entregaban poca o nula información escudados en confidencialidad, y manejaban las elecciones y las votaciones en las asambleas. Descubrimos que empleados del operador disfrutaban de estancias gratuitas en el hotel, un hecho que avivó aún más nuestras dudas. Nosotros, los inversionistas, no teníamos acceso a los datos y la información porque alegaban confidencialidad. Experimenté de primera mano un juego de poder desigual, basado en la desinformación y el engaño. Comprendí que nos habían atrapado en una trampa meticulosamente diseñada para beneficiar a unos pocos. Empiezan a salir a la luz aspectos como que nunca se solicitó la concesión de playa a la Dimar, la Dirección General Marítima, aunque era un hotel de playa; jamás se ha presentado el informe de la recepción del hotel mediante auditoría técnica; la planta de tratamiento de aguas residuales no tiene la capacidad para operar cuando el hotel tiene ocupación del 100 por ciento y no vierte residuos tratados a un caudal de agua, por lo que tiene que pasar un camión vactor a llevárselos a un costo no contemplado en el modelo financiero con el cual se vendió el proyecto; los ascensores permanecen dañados; y esto es la punta del iceberg. Éramos simplemente los que habíamos puesto el capital, pero claramente ya no formábamos parte del juego. ¿Quién se atrevería, además, a enfrentarse a un grupo tan poderoso e influyente? La frustración crecía al ver a tantas personas impotentes y silenciadas.

Buscamos un abogado que aceptara representarnos, sintiendo que era nuestro último recurso. Era evidente que habíamos sido víctimas de un negocio que no nos favorecía, en el que la esperanza inicial se había tornado en profunda desilusión. No sé qué pasará, pero en este camino hemos decidido unirnos para hacer frente a esta situación con determinación. Es un proceso complicado, pero ahora sé que no estamos solos. Esto es solo el comienzo de nuestra lucha por recuperar lo que legítimamente nos pertenece. Hoy el hotel, a pesar del cambio de operador, continúa reportando pérdidas y más pérdidas sin justificación alguna”.

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