
Opinión
Héroes anónimos: el papel de los droguistas en la comunidad
Ellos son los verdaderos héroes anónimos de la salud, del bienestar y de las comunidades de las que hacen parte.
En cada barrio, vereda y pueblo de Colombia, hay una persona que abre su negocio antes de que amanezca y lo cierra cuando el sol desaparece; un empresario que conoce a sus clientes por su nombre y que cumple un rol fundamental en la comunidad.
Los droguistas detallistas han sido, durante décadas, el primer contacto de millones de colombianos con el sistema de salud; ellos son quienes escuchan, orientan, recomiendan y, muchas veces, alivian. Esto lo hacen desde la confianza, el conocimiento y una vocación de servicio que se transmite de generación en generación, ocupando un rol esencial en nuestras comunidades.
Hoy, en Colombia, existen más de 33.800 droguerías registradas, las cuales no solo dispensan medicamentos y productos populares, sino que son el establecimiento comercial más importante para su comunidad, porque, además de llevar bienestar, acercan los servicios financieros, siendo corresponsales bancario, y logran intercomunicar a sus habitantes, brindando acceso a llamadas, por mencionar algunos servicios. Adicionalmente, son generadores de empleo digno y, con ello, logran sostener a miles de familias.
Y es que su valor no solo se mide en cifras: los droguistas son parte activa del tejido social, pues escuchan historias, calman angustias, orientan con criterio y humanidad. De hecho, ocho de cada diez hogares acuden a ellas, según un estudio de Kantar. En este sentido, su farmacia no es solo un negocio, es un punto de encuentro, un espacio de confianza, un actor de salud cercano y presente cuando otros canales fallan.
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La pandemia nos recordó, de manera dolorosa, que el acceso a la salud no puede depender únicamente de hospitales y clínicas. Necesitamos una red sólida, descentralizada y humana, y las droguerías, lideradas por estos héroes anónimos, fueron esa red. Se mantuvieron abiertas, abastecieron comunidades enteras, gestionaron escasez, ofrecieron información verificada y, en muchos casos, contuvieron emocionalmente a quienes tenían miedo o estaban solos.
En pleno 2025, los retos no han desaparecido: seguimos enfrentando barreras geográficas, inequidades en el acceso y desafíos logísticos. Pero también tenemos una oportunidad, que es reconocer y fortalecer el papel de los droguistas como parte activa del sistema de salud.
Creo profundamente en el modelo solidario que nos permite fortalecer a las personas, creo en la solidaridad, la equidad, pero —sobre todo— creo en el bien colectivo, ese que irradia bienestar a la comunidad.
Es momento de mirar al droguista con otros ojos, porque mientras discutimos sistemas, reformas y macroeconomía, ellos siguen allí, cumpliendo incondicionalmente una tarea vital, muchas veces invisibilizada. Ellos son los verdaderos héroes anónimos de la salud, del bienestar y de las comunidades de las que hacen parte.