Sofy Casas

Opinión

Hernán Cadavid destroza el montaje judicial contra Uribe

El juicio contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez se ha convertido en una parodia siniestra.

Sofy Casas
20 de mayo de 2025

Cuando un proceso judicial se mantiene más por prejuicios que por pruebas, más por odios ideológicos que por fundamentos jurídicos, lo que está en juego no es solo el nombre de una persona. Está en juego la credibilidad misma de la justicia. El juicio contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez se ha convertido en una parodia siniestra, y el testimonio del representante a la Cámara Hernán Cadavid lo dejó al desnudo.

Cadavid no es un actor improvisado en esta historia. Fue asesor legislativo de Uribe en 2019 y perteneció a su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL); conoce los hechos desde adentro y sin intermediarios. Precisamente por eso, su testimonio resulta tan revelador. El pasado 13 de mayo, ante la jueza del caso, relató un hecho clave: el 19 de junio de 2019, antes de las tres de la tarde, Diego Cadena —el abogado cuya actuación ha sido usada para montar esta novela judicial— lo citó en un café en Bogotá. Allí le informó que, nueve meses antes, había girado dinero de carácter humanitario a Carlos Enrique Vélez, alias Víctor, un exparamilitar preso que aparecía como testigo en el caso. Cadena le pidió a Cadavid que informara de ello a Uribe.

Aquí empieza a desmoronarse el guion. Cadavid organizó de inmediato una reunión con el expresidente en su oficina del Congreso para que Cadena pudiera explicarle directamente el asunto. ¿Y qué ocurrió? ¿Acaso Uribe celebró el giro? ¿Lo respaldó? ¿Lo avaló? No. Uribe lo reprendió. Lo reprochó. Con total claridad, le dijo: “Si usted a mí me informa que iba a adelantar una acción de ese tipo, yo no lo autorizo, doctor Diego”. Más claro, imposible.

Esto, que debería bastar para archivar el caso, ha sido ignorado durante años por quienes insisten en construir un relato sin fundamento. Uribe no supo del giro hasta después. No lo ordenó, no lo aprobó, y lo censuró. Y, sin embargo, ahí siguen: en un proceso infame en el que quien actúa sin autorización (Cadena), pero sin mala intención, es usado como arma para incriminar a quien nunca estuvo de acuerdo. Cabe recordar que Cadena le informó sobre unos pagos humanitarios que, meses atrás, habría realizado a Carlos Enrique Vélez, precisando que se hicieron de manera electrónica y con trazabilidad. Entonces, Cadavid le dice que él mismo debe contarle al presidente.

El testimonio del congresista Hernán Cadavid es lapidario. No deja espacio para malentendidos. Lo que hay aquí no es una conspiración para manipular testigos. Lo que hay es una operación política para destruir a Álvaro Uribe a toda costa. Porque sí, porque incomoda, porque representó el orden, porque logró lo que otros no pudieron: enfrentar al terrorismo sin titubeos, y sacar al país del abismo en que lo dejaron los que hoy fungen como fiscales morales.

Y mientras tanto, la justicia se deja arrastrar por intereses oscuros. Se deja utilizar por quienes buscan borrar con toga lo que no lograron en las urnas. ¿Qué clase de Estado de derecho es este, donde una persona puede ser sometida a años de persecución por hechos que ni conoció ni ordenó? ¿En qué momento nos convertimos en un país donde la verdad pesa menos que el relato?

El proceso contra Uribe es una vergüenza judicial. Una muestra más de que en Colombia la ley se aplica según el rostro del acusado. Lo que estamos presenciando no es justicia, es una vendetta judicial orquestada por el senador Iván Cepeda. Y que no vengan a hablar de garantías, cuando al principal testigo de este caso en particular —Carlos Enrique Vélez— lo premian con beneficios carcelarios a cambio de declaraciones hechas a la medida. Pretendió extorsionar a Cadena, y también dicen que Cepeda lo ayudó en un traslado de cárcel.

La declaración de Hernán Cadavid debería ser la última página de este libreto ridículo. Pero sabemos que no lo será. Porque la cacería no es jurídica, es política. Porque quienes están detrás de esta persecución no buscan justicia, sino venganza. Y porque lo que molesta no es lo que Uribe hizo o no hizo, sino lo que representa: la posibilidad de un país con autoridad, con límites, con claridad moral.

Ya es hora de que el país despierte. Ya es hora de decirlo sin miedo: a Álvaro Uribe lo quieren condenar no por lo que hizo, sino por lo que fue capaz de enfrentar. Y si esta justicia tuerta no lo puede ver, que al menos la historia lo deje claro. Hoy es Uribe, mañana cualquiera de nosotros.

Ñapa: Carlos Enrique Vélez, alias Víctor, involucró a María Vianney Castaño, su exesposa, en un crimen que no habría cometido. Lo hizo en el caso de la muerte del gobernador indígena Gabriel Ángel Cartagena y la masacre de Riosucio, como represalia porque ella no quiso continuar la relación. Si eso fue capaz de hacer con su exesposa y madre de su hijo, ¿se imaginan de lo que sería capaz contra Álvaro Uribe?

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