JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Guerras del siglo XXI

La interacción y la interconexión de estos tipos de guerra reflejan la complejidad del sistema internacional actual.

Juan Manuel Charry Urueña
24 de abril de 2025

Las guerras han evolucionado en el contexto de las dinámicas globales contemporáneas. Los cambios tecnológicos y económicos no solo han moldeado nuevas formas de conflicto, sino que se han consolidado como espacios bélicos en sí mismos cada vez más relevantes. Sin embargo, el cambio no se manifiesta solo en las nuevas escalas y dimensiones de la guerra, sino en cómo estas dimensiones interactúan entre sí. Como bien me indicó Felipe Romero, la invasión rusa de Georgia en 2008 fue, tanto una agresión militar tradicional, como el primero de una serie de desafíos al orden internacional que se ha ido expandiendo a diferentes ámbitos: el tecnológico, el comercial, el monetario, etc. Al mismo tiempo que los ecos de dicho conflicto se han extendido por Ucrania, Medio Oriente, y amenazan con replicarse en Taiwán, sus consecuencias se han materializado en forma de tensiones inéditas que parecen conducirnos a un cisma comercial, tecnológico y económico entre las grandes potencias. Al respecto, el escritor Nassim Taleb ha advertido sobre cómo la globalización y la interdependencia comercial, fuentes de prosperidad global, son también un catalizador de la volatilidad, una red en la que las consecuencias de un único acontecimiento menor pueden propagarse rápidamente y escalar de forma insospechada, dando lugar a lo que el historiador Adam Tooze ha denominado “policrisis”.

La guerra comercial implica medidas proteccionistas entre países, donde se aplican tarifas y restricciones comerciales para favorecer la industria local. Recientemente, el presidente Donald Trump ha adoptado medidas drásticas, incluyendo la imposición de aranceles elevados a las importaciones chinas, sumando hasta el 145 % en algunos casos. Esto ha tenido repercusiones en el comercio internacional y ha intensificado las fricciones entre Estados Unidos y China, que es crucial para el suministro de minerales raros vitales para tecnologías emergentes. Además, China tiene una ‘carta poderosa’ en esta lucha comercial, dado que controla una gran parte de estos materiales esenciales, lo que le proporciona un mecanismo de presión sobre Estados Unidos, que depende de estas importaciones.

La guerra de monedas ocurre cuando los países manipulan su divisa para obtener ventajas competitivas en el comercio internacional. En medio de estas tensiones, los Brics han expresado su interés en crear un sistema monetario alternativo que minimice la dependencia del dólar estadounidense. Este aspecto se torna cada vez más relevante en el contexto de un comercio internacional en constante cambio, donde las conflagraciones económicas podrían llevar a una revaluación de las monedas e influir en los flujos comerciales.

La guerra tecnológica se centra en la competencia por la superioridad en innovación y tecnología. Este conflicto se observa claramente en la batalla por los chips entre Estados Unidos y China. Trump ha implementado restricciones severas a la exportación de tecnología avanzada a China, buscando limitar su capacidad de desarrollo tecnológico, especialmente en áreas como la inteligencia artificial y la fabricación de semiconductores. Este tipo de guerra es fundamental, ya que la supremacía tecnológica se traduce en influencia económica y militar a nivel global.

La guerra cibernética está relacionada con ataques a infraestructuras críticas, sistemas económicos y bases de datos gubernamentales a través de ciberataques. Estos ataques se han vuelto más frecuentes y sofisticados, reflejando un nuevo campo de batalla en el que las naciones intentan proteger sus intereses sin recurrir a conflictos armados abiertos. Aunque no se menciona específicamente en los resultados, es relevante tener en cuenta la interconexión cibernética entre las naciones, especialmente en un contexto en que las relaciones diplomáticas son cada vez más frágiles.

La guerra militar se refiere a conflictos armados entre estados o grupos organizados, donde se utilizan fuerzas inerciales y estrategias de combate convencionales. La situación en Ucrania es un ejemplo significativo, en que los ataques rusos continúan desestabilizando la región y generando tensiones con Occidente. La respuesta militar de los países europeos ante esta invasión refleja la complejidad de la guerra militar moderna, que se entrelaza con los intereses geopolíticos en juego.

El mercado global de armamento sigue en expansión, impulsado por la demanda de nuevas tecnologías de guerra, incluidos drones y misiles. En 2023, el mercado de guerra con drones superó los 24.150 millones de dólares, con proyecciones de crecimiento sostenido. Asimismo, el riesgo de desencadenar una guerra nuclear se convierte en una preocupación prominente para la seguridad global.

La interacción y la interconexión de estos tipos de guerra reflejan la complejidad del sistema internacional actual. Este estado de volatilidad global acentuado por la creciente interconexión y la interdependencia, lleva a pensar en la necesidad de una mayor gobernanza global, de un papel más protagónico, y menos simbólico del derecho internacional, y ante todo, en la importancia de la gestión prudente y responsable de las relaciones internacionales en un contexto en el que todo conflicto tiene el potencial de transformarse en riesgo sistémico.

Cita de la semana: “La historia… es en su mayor parte una historia de la guerra porque los Estados en que vivimos se crearon casi todos por derecho de conquista, contienda civil o lucha por la independencia”. John Keegan, Historia de la guerra (1995).

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