
Opinión
Golpe de Estado
Petro está en su momento más débil y no soporta que empiece una campaña presidencial para reemplazarlo a él.
Las dictaduras modernas no empiezan en una fecha determinada, son el resultado de un proceso de carcoma institucional que trabaja al principio de manera imperceptible y al final solo deja el cascarón de lo que alguna vez fue una democracia. Así pasó en Venezuela con Chávez, y esta pasando en México con Sheinbaum, ambos con niveles de popularidad arriba del 80 %: la dictadura se instala sin necesidad de violar la ley, las aplastantes mayorías que los respaldan así lo permiten, y es imposible decir en qué fecha empezó porque no hay un golpe de Estado formal. Chávez simplemente cambió la Constitución siguiendo los preceptos legales, y Sheinbaum acaba de reemplazar a toda la rama judicial independiente por militantes de su partido Morena, a través de un proceso electoral validado por el Congreso que su partido controla con abrumadoras mayorías.
Petro ha querido hacer lo mismo, pero el pueblo no le ha colaborado: su popularidad apenas pasa del 30 %. Y a pesar de un proceso sin precedentes de compra masiva de congresistas, que tiene a los expresidentes de Cámara y Senado presos junto con una alta consejera presidencial, y a su ministro de Hacienda y director del Dapre imputados, no ha logrado mayorías en el Senado. También perdió la calle, como quedó en evidencia con las lánguidas marchas del 28 de mayo, y la valentía con que el pueblo que dice representar le rechazó a sus colectivos violentos.
Petro está en su momento más débil y no soporta que empiece una campaña presidencial para reemplazarlo a él, la cual tendrá como foco su nefasto gobierno, por eso dobló la apuesta y ha abandonado el plan carcoma que prescribe el foro de São Paulo para irse de frente con un golpe de Estado. Porque decretar su consulta populista, para seguir él dominando la conversación política, luego de ser negada por el Senado, no es más que un burdo golpe de Estado. Si las instituciones y la ciudadanía se lo permiten, el día en que la Registraduría compre el primer lápiz para la consulta popular quedará en la historia como el día en que empezó la dictadura en Colombia. Y la dictadura no permitirá elecciones libres en 2026.
Sería el colmo de la indolencia y la cobardía si la institucionalidad pública, los partidos políticos, los gremios, los medios de comunicación, y las ONG, no se unen para conjurar este atentado contra la democracia que pretende un presidente a quien el 70 % del pueblo repudia y está pasando por su momento de mayor debilidad. En Venezuela, la dictadura fue inevitable porque la gente la pidió, acá no. Por eso la primera muestra de unidad y firmeza debería ser una carta de todos a la Registraduría pidiéndole desacatar el decreto por carecer de legalidad, y en caso de que esta se prestara para el golpe, convocar a un verdadero paro nacional. Y las fuerzas militares deben empezar seriamente a tomar nota.
Decía Keynes que al futuro hay que tomárselo en serio porque allí pasaremos el resto de nuestras vidas. Es hora de que los colombianos nos tomemos el nuestro en serio. La vida, en una eventual dictadura de Petro, sería tan miserable que no valdría la pena vivirla. Por eso Colombia, como nación libre, tiene que activar todos los anticuerpos democráticos posibles para combatir el cáncer que Petro representa.