Opinión
Entre la calma y la saturación
La necesidad de encontrar calma en medio de la tormenta surge del deseo de mantener el control del timón y evitar que el barco se estrelle. Tanto en personas como en naciones esto puede pasar.
Un velero requiere de un viento estable y fuerte para que avance y no un desordenado e impulsivo huracán que le haga perder el rumbo. A pesar de que en el trascurso de su viaje este velero pueda pasar por muchos obstáculos, en la línea del horizonte sigue estando su destino. Su llegada depende de la convicción de mantener el rumbo sin importar las ventiscas. Ahora bien, no se trata de no tener en cuenta dichas ventiscas, se trata de mantener la audacia y serenidad para dominar aquello que nos puede llevar al naufragio.
Siguiendo esta lógica, hay otro escenario similar. No hay reglamentación alguna que le impida a un médico atender en el quirófano a un familiar que tambalea entre la vida y la muerte. No obstante, sí hay ciertas situaciones en las que esa atención puede ser un reto distinto a los otros. Su familiar puede verse comprometido por la emocionalidad a la que se enfrenta el médico. Salvar su vida dependerá de la capacidad de entender con calma el panorama y atender con responsabilidad la urgencia.
Todo esto para reflexionar sobre la importancia de mantenerse en la calma y la serenidad. Muchas veces podemos estar inmersos en distintos escenarios, unos más repentinos que otros, en los que la claridad que da la calma sea amenazada por el bloqueo que da la confusión. Cuando la vida consiste en avanzar y aprender de los errores, sucumbir en la desesperación anula la razón y deja que la inteligencia sea incapaz de actuar con serenidad.
Como decía el padre de un santo católico que quiero mucho al referirse a la vida espiritual: “Alma, calma”. No se puede caer en una desesperación a la que perfectamente se puede llamar “saturación imprecisa”. Es decir, ante tantos estímulos externos de los que en ocasiones no se tiene control, la claridad de quien debe responder a esos entornos no puede volverse confusa. Una sobrecarga sensorial o informativa impide el enfoque y distinción de lo que verdaderamente es esencial para una correcta solución. Su precisión no puede verse afectada.
Lo cierto es que ante este escenario pueden estar tanto individuos como naciones enteras. No estamos exentos de sufrir la ausencia de la calma y ser conscientes de ello nos puede llevar a aferrarnos más de aquello que nos da serenidad. De lo contrario, no habrá constancia que mantenga el rumbo hacia el nuevo amanecer que se tiene como destino.
Recientemente escuché que Dios concede la victoria a la constancia. Solo así cesará la horrible noche que pareciera impedir la germinación de un bien anhelado. Falta poco.