
OPINIÓN
Energía nuclear: del aislamiento financiero al respaldo multilateral
El giro del Banco Mundial, el cambio de postura de Alemania y el compromiso climático de 31 países abren una nueva etapa para la nucleoelectricidad en la transición energética global.
El Banco Mundial acaba de dar luz verde a la financiación de proyectos nucleares, marcando un cambio tectónico en las reglas globales de la inversión energética. Tras seis décadas sin financiar esta tecnología, el banco liderado por Ajay Banga firmó una alianza con el Organismo Internacional de Energía Atómica para apoyar tanto la extensión de la vida útil de reactores existentes como el desarrollo de reactores modulares pequeños (SMR) en economías emergentes. Según la institución, esta estrategia responde al imperativo de asegurar electricidad confiable y asequible para sectores críticos como salud, manufactura o infraestructura.
En paralelo, Alemania ha renunciado a su postura antinuclear en instancias europeas. El nuevo gobierno ha autorizado a Berlín a dejar de bloquear que la energía nuclear sea considerada al mismo nivel que las renovables dentro de la legislación de la Unión Europea. Esto constituye un realineamiento estratégico en la segunda economía del bloque y envía una señal clara de que los tiempos han cambiado.
A esto se suma el anuncio realizado en la última Conferencia de las Partes (COP29), donde 31 países firmaron una declaración para triplicar la capacidad nuclear instalada a nivel global para 2050.
Reconocen así que esta fuente ya es la segunda mayor generadora de energía limpia con capacidad de despacho continuo y que será esencial para alcanzar las metas climáticas del Acuerdo de París. En un mundo donde la urgencia climática exige soluciones estructurales y no solo simbólicas, el respaldo político a la energía nuclear deja de ser marginal.
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Estos tres eventos no deben analizarse por separado. Juntos, conforman una pendiente positiva para el relanzamiento de la energía nuclear en el mundo. Primero, el financiamiento internacional se desbloquea: los países en desarrollo podrán acceder a capital multilateral para construir infraestructura nuclear segura. Segundo, se disuelve uno de los bloqueos políticos más emblemáticos del siglo XXI: la resistencia alemana. Y tercero, se consolida un consenso técnico y climático sobre el rol indispensable del átomo en la transición energética global.
La señal es clara: se deben seguir impulsando fuentes como la solar y la eólica, y para acompañarlas es fundamental el respaldo de energía que garantice estabilidad en la red. Los reactores modulares pequeños (SMR) se perfilan como una opción estratégica.
A diferencia de los grandes reactores del siglo XX, los SMR permiten una transición gradual, ajustada a las necesidades de cada país y compatible con los principios de sostenibilidad, descarbonización y seguridad energética.
Para países como Colombia, esta coyuntura representa una oportunidad única. Con un sistema eléctrico altamente dependiente de la hidroelectricidad y una creciente presión por diversificar su matriz, la posibilidad de incorporar energía nuclear ya no es un debate teórico.
Hoy cuenta con respaldo internacional, viabilidad económica, avances tecnológicos y consenso climático. Pero para avanzar, el país necesita una hoja de ruta clara, un marco normativo robusto y una institucionalidad preparada.