
Opinión
Elecciones en el 2026
Una reflexión que en democracia debemos hacernos es si no ha llegado la hora de que, en Colombia, tal como ya existe en Costa Rica, nuestro Congreso se denomine Asamblea Nacional Legislativa.
En el mes de marzo de 2026 elegiremos a los nuevos integrantes del Congreso de la República, es decir, a 188 representantes departamentales a la Cámara y a 102 senadores de la República. En ambos casos se incluye la elección de parlamentarios definidos por circunscripciones especiales.
En el primero de los casos, los Representantes a la Cámara se eligen por voto popular de listas departamentales, generalmente abiertas, que presentan los partidos o movimientos políticos legalmente reconocidos. Aunque no está prohibido, poco se recurre a la presentación de listas cerradas, que en mi opinión sería lo más democrático, porque les daría mayor compromiso institucional a los candidatos con los partidos políticos, con sus militantes y con los intereses de la población urbana y rural del departamento o región a la que pertenezca el parlamentario elegido.
En el caso de los senadores de la República, el mecanismo es muy similar al de los Representantes a la Cámara, salvo que se puede votar por ellos en todos los departamentos.
Sin desconocer que todos esos procedimientos de votación son legales, una reflexión que en democracia debemos hacernos es si no ha llegado la hora de que, en Colombia, tal como ya existe en Costa Rica, nuestro Congreso se denomine Asamblea Nacional Legislativa y que, para pertenecer a la misma, se elimine todo tipo de ventajas electorales y económicas. Que la elección de sus integrantes sea mediante la elaboración de listas cerradas, presentadas por los partidos políticos o por un grupo mínimo de ciudadanos, y conformadas por sistemas intercalados que permitan una buena presencia de mujeres y jóvenes.
La ventaja que, en democracia, tendría la existencia de una sola Asamblea Legislativa es que se evitaría la doble vuelta en la aprobación de proyectos de ley; y, de común acuerdo entre el poder legislativo, ejecutivo y judicial, se podrían encontrar mecanismos legales que permitan la moderación en los gastos de funcionamiento del Estado y un mejor y más eficaz desempeño.
Mientras tanto, para las elecciones parlamentarias de marzo de 2026, invito a todos los partidos y movimientos políticos a que, antes de pensar en consultas populares o en diversos tipos de encuestas electorales para escoger su candidato o candidata a la Presidencia de la República, reflexionen mejor sobre la posibilidad de presentar listas cerradas al Senado. Igualmente, definir voluntariamente entre los tres primeros de la lista, de acuerdo con la votación lograda por cada una de ellas, el candidato o candidata a la Presidencia de la República a respaldar en las elecciones del próximo 31 de mayo de 2026, o para construir acuerdos unitarios con otros partidos o movimientos políticos.
Acorde con lo anterior, considero que, paralelo a todos esos procedimientos de la mecánica electoral, lo esencial es que todos los partidos y movimientos políticos, sean de centro, izquierda o derecha, definan previamente que lo fundamental en todos sus candidatos y candidatas sea contar con experiencia municipal, departamental o nacional en el funcionamiento del Estado. Pero, sobre todo, que hayan demostrado, a lo largo de su vida, principios éticos como la cero tolerancia a la corrupción, el despilfarro, la mentira, el sectarismo, la violencia, las desigualdades sociales, la contaminación ambiental y la cultura de los avivatos: aquellas personas que siempre ven en el Estado su minita de oro.
Por mi propia experiencia en los asuntos de Estado y a nivel social, me permito recomendarles a todas las personas que aspiren a cargos de elección popular en el 2026, a los partidos y movimientos políticos, que no se amarren a ningún tipo de sectarismo político o social y que no olviden que su compromiso fundamental es con Colombia y con el derecho de su población a vivir mejor, en paz y de manera reconciliada.