
Opinión
El presidente quiere el caos, ¿para qué?
¿Qué busca el presidente Petro con este caos? El país ya sabe la respuesta. Lo que pasa es que pocos se atreven a hablar de su anhelo de autoritarismo en voz alta.
Todo comenzó con la izada de la bandera de guerra a muerte de Simón Bolívar. Sucedió el primero de mayo, en el marco de las marchas del Día del Trabajo. Esta bandera fue ondeada por el Libertador para simbolizar su determinación de ir hasta la muerte frente al Ejército realista para llegar a la independencia.
Pero no fue solo esta bandera. Ese mismo día, el presidente Petro empuñó la espada del Libertador, Simón Bolívar. Con la espada en alto, afirmó: “La espada de Bolívar nos comanda y nos guía en esta lucha por los derechos y la libertad del pueblo… El que dirige y quien comanda no es el presidente Gustavo Petro, es la espada de Bolívar… Ha llegado la hora del pueblo… Si votan no a la consulta, el pueblo se levanta y los revoca”, dijo, presionando a los senadores que se disponían a decidir si aprobaban una consulta popular para lograr la reforma laboral.
Desde ese día lo que ha venido es el caos. El Senado, en efecto, votó y decidió que no convocaría a la consulta popular, pues la reforma laboral que quería el Gobierno fue revivida en su trámite. Pero aun así el presidente provocó al país diciendo que convocaría una consulta popular por decreto a sabiendas de la inconstitucionalidad de este llamado. Lo hizo basado en una acomodada interpretación jurídica del hoy ministro de Justicia, Eduardo Montealegre Lynett. Esta teoría solo ha sido apoyada por su más fiel escudero, el abogado Mauricio Dueñas, su compañero de oficina durante años, que, a propósito, será el nuevo viceministro de Justicia. Aparte de estos dos, nadie más en el mundo jurídico le encontró asidero a esta propuesta.
En medio de esta discusión vino lo impensable: Miguel Uribe Turbay, precandidato a la presidencia de la república, fue herido de un disparo en la cabeza. Lo querían matar, pero sus ganas de vivir han sido más fuertes y sigue aferrado a su lucha por la vida.
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Mientras el país se dolía en lo más profundo por el atentado a Miguel Uribe y pedía frenar la escalada de violencia, y desescalar el lenguaje incitador, Valle y Cauca fueron sometidos a varios atentados, que hicieron que el miedo se apoderara de todos. Pero, contrario a lo que se esperaría de un presidente preocupado por el bienestar de su país, Gustavo Petro no solo no llamó a la calma, sino que insistió en firmar el decreto para convocar la consulta popular en una marcha convocada en Cali, el centro de la violencia de ese día. A sabiendas de que los ánimos estaban muy arriba, el presidente arremetió de nuevo invocando al pueblo y, otra vez, a la supuesta soberanía que recae en él como representante del pueblo.
Su andanada de provocaciones no paró allí. Cuando el registrador nacional, Hernán Penagos, dijo que no convocaría a una consulta popular hasta tanto las altas cortes se pronunciaran sobre si podía hacerlo o no, el presidente lo acusó de incurrir en un acto de “sedición”.
La cereza que le faltaba a este pastel fue la decisión de Petro de nombrar jefe de gabinete a Alfredo Saade, un personaje lúgubre, que se dice pastor cristiano, aunque ninguna confederación cristiana lo reconoce, famoso por pedir que el presidente cierre el Congreso, cierre los medios de comunicación, convoque a una asamblea nacional constituyente y busque su reelección. De la nada, el “pastor” Saade pasó de ser un personaje caricaturesco, que afirmó en pandemia que el covid se curaba cortando una pelota de caucho, a ser hoy el jefe de gabinete del Gobierno Petro, es decir, la persona que coordina a todos los ministros del despacho.
Horas después de su nombramiento, Alfredo Saade publicó su foto junto al presidente Petro con la bandera de guerra a muerte de Bolívar y la leyenda: ¡Constituyente ya!
Y después de sumir al país en este caos por la discusión de una consulta convocada por decreto, el presidente Petro decidió revocar el decreto de convocatoria a la consulta popular, ante la aprobación en el Congreso de la reforma laboral. Pero no lo hizo para calmar las aguas. Sabía desde el principio que no podía hacerlo.
En ese mismo mensaje aseguró que en las próximas elecciones al Congreso, que tendrán lugar en marzo, “será entregada una papeleta para convocar la asamblea nacional constituyente en las próximas elecciones. Espero la decisión de millones para que el próximo Gobierno y Congreso tengan el mandato imperativo de construir el Estado social de derecho, la justicia social, la democracia profunda con las gentes, la paz”, dijo el presidente.
Llegamos al mayor temor de quienes se oponían a la elección de Gustavo Petro: la convocatoria a una constituyente. Es que el Petro candidato juró varias veces que jamás convocaría y que eran miedos infundados.
Es claro que el presidente Gustavo Petro ha querido llevar al país a este caos. El profesor Mauricio Gaona, en la magistral clase de constitucionalismo que le dio al ministro de Justicia esta semana, lo dijo claramente: “La consulta popular es el efecto distractor; realmente el proyecto es la asamblea constitucional”. Acto seguido, alertó sobre lo que veía venir: “Hay una gran diferencia entre una asamblea nacional constituyente y una asamblea popular constituyente, que es como la llama el Gobierno nacional... La asamblea popular requiere un quorum relativo, menor; la asamblea constitucional requiere un quorum mayor porque convoca a todos los sectores de la nación. La asamblea popular es una figura que utilizan varios líderes autoritarios y populistas en el mundo, el caso más reciente es Venezuela”.
¿Qué busca el presidente Petro con este caos?
El país ya sabe la respuesta. Lo que pasa es que pocos se atreven a hablar de su anhelo de autoritarismo en voz alta.