
Opinión
El estruendoso silencio de la clase media
Hoy la oposición tiene la urgencia de sintonizarse con esa clase media colombiana y no lo está haciendo bien.
El notorio fracaso del paro nacional convocado por el Gobierno debe invitarnos a hacer un análisis más allá de los señalamientos. El Gobierno tendrá que hacer también esa reflexión, en frío, considerando las implicaciones que este resultado arrojó sobre su gobernabilidad y el mismo futuro de la coalición que pretende construir para las siguientes elecciones.
Al Gobierno le fallaron todos sus cálculos: de los millones esperados solo salieron a la calle unos cuantos. Fue muy notoria la falla en su bastión más importante, Bogotá. La soledad del paro en la capital se transformó en el reclamo de personas de los sectores populares contra los vándalos que pretendían impedir la movilidad. Eso no se lo imaginaba la gente del Pacto Histórico, ni en sus más negras pesadillas. De acuerdo con lo observado, pareciera que el Gobierno hubiese perdido toda su base popular.
Fue evidente que las centrales obreras no lograron convocar a la población trabajadora no afiliada e incluso a muchos de sus seguidores. Es claro también que la reforma laboral no fue suficiente justificación para encender a las masas y que, el rechazo popular a parar haya venido desde las mujeres trabajadoras informales y pequeñas comerciantes. Esto fue fiel muestra de que la reforma laboral no les interesó porque no les afectó y tampoco les favoreció. Quienes sobreviven en el rebusque están viendo que las horas extras desde las seis de la tarde —y demás prebendas de la reforma— como privilegios a una nueva oligarquía de trabajadores sindicalizados de grandes empresas y demuestra que el Gobierno solamente administra el Estado para ellos.
Y, por otro lado, encontramos el estruendoso silencio de la clase media colombiana que el presidente se encargó de invisibilizar durante los pasados tres años. Esto lo logró con su discurso polarizante, donde sólo existen unos pobres explotados y unos oligarcas chantajistas, que —según él— han utilizado el poder para subyugarlos durante los pasados 200 años. Con este discurso no solo está perdiendo a los sectores populares, sino que también aisló del poder a los sectores de la clase media, que fueron quienes hicieron posibles las movilizaciones de 2020 y 2021.
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La mayor debilidad del proyecto político del Pacto Histórico está en su propia visión de la sociedad colombiana. Se han quedado estancados en el escenario de país que han creado en su narrativa política y no aceptaron que la estructura social del país se transformó radicalmente durante el siglo XXI. Lograron hacerse elegir en 2022 por el agotamiento de la población con la pandemia y el anhelo de un cambio acelerado en la sociedad. No obstante, hoy es evidente su estruendoso fracaso para cumplir sus promesas de una tribuna, generada por la espiral de violencia, y que impulsó su primera línea.
De acuerdo con el Banco Mundial, en Colombia se dobló la clase media entre 2001 y 2014, pasando del 11,3 % al 29,6 %. Después de 2014, creció el 41,1 % en 2023. Los informes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) indican que, en las 23 ciudades más grandes del país, el 39,9 % de los colombianos pertenecía a la clase media (para 2021); 23,1 % se encontró en situación vulnerable y el 33,6 % en estado de pobreza. Es decir, más allá de las fronteras que en ocasiones imponen los indicadores estadísticos, el 63 % de los colombianos están en la clase media o están muy cerca de hacer parte de ella.
Esta inmensa mayoría de colombianos es profundamente vulnerable y depende críticamente del manejo de la economía del país. Esa colectividad es la que hoy está sufriendo y endeudándose por los medicamentos y consultas que el sistema de salud dejó de entregar para los pacientes que sufren de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer. El Gobierno no tiene excusas porque cometieron la torpeza de intervenir las EPS asumiendo completamente toda responsabilidad. Los padres de esa clase media vulnerable, de repente, dejaron de recibir el apoyo de los programas del Icetex y miran con inquietud las faraónicas promesas de universidades públicas que nunca se van a construir y cupos para universidades que no existen.
Sí, esa agotada clase media también vio desaparecer en estos tres años todos sus sueños de tener una casa propia por la desastrosa política de vivienda del Gobierno. Ni hablar del incremento de sus riesgos en inseguridad, para cuidar de sus bienes trabajados con tanto esfuerzo.
Hoy la oposición tiene la urgencia de sintonizarse con esa clase media colombiana y no lo está haciendo bien. Hoy tiene que dejar de pelear con un presidente perdido y de discurso delirante, porque esta semana la mayoría de los colombianos le envió un mensaje muy claro y un portazo contundente.
Es claro que la oposición tiene que bajarse de la egolatría y liderar el debate sobre el porvenir de Colombia: en medio de esta debacle, o estructuran un discurso que llegue profundo a la clase media colombiana, o nuestro país no tendrá futuro.