
Opinión
El cuento de coctel
¡Qué lógica tan infantil e ignorante del comercio internacional!
Después de no haberle dirigido la palabra a Xi Jinping en su última visita a China, Petro justifica ahora su próximo viaje a ese país con el clásico cuento de coctel que nos echamos a nosotros mismos cada año: “¿Qué tal que lográramos alcanzar solamente el 0,01 del mercado chino de calzado?, venderíamos toda la producción de zapatos de Colombia… ¿Qué tal si cada chino se tomara una taza de café al mes...?”. ¡Qué lógica tan infantil e ignorante del comercio internacional!
En la realidad, las cosas no funcionan así y el mercado chino es uno de los mejor suplidos y más competitivos del mundo. El problema en el desequilibro de nuestra balanza comercial es que no tenemos qué venderle a China.
¿Qué importa China? Principalmente, maquinaria, tecnología y materias primas para transformarlas y convertirlas en productos de consumo que luego nos vende, y alimentos. Y, ¿cómo compite Colombia en cada uno de estos rubros? China importa maquinaria de última generación que los países más desarrollados producen. Alemania es un buen ejemplo, vendiendo maquinaria industrial de alto nivel tecnológico (que en Colombia ciertamente no tenemos) y que es altamente valorada por China. Ese país importa también materias primas de todo el mundo y aquí nos va un poco mejor, pues les vendemos petróleo, carbón y ferroníquel. De hecho, de los aproximadamente 2.500 millones de dólares que exportamos en 2023, cerca de 1.800 millones de dólares corresponden a estos productos. Desafortunadamente, y gracias a la teoría del decrecimiento y a la falta de incentivos para la exploración y la minería en nuestro país (por decir lo menos), cada vez Colombia producirá menos de estos productos, por lo que nuestro déficit comercial se seguirá ampliando, así no nos guste.
Tristemente, uno de los rubros de exportación más importantes que tenemos hacia China continúa siendo la chatarra, con ventas por cerca de 170 millones de dólares al año. Y lo digo con tristeza, pues difícilmente se me ocurre un producto menos atractivo y de menor valor agregado que este (la chatarra es fundida en China para luego convertirla en productos que nos exportan), y peor aún, el 80 % de esta chatarra son cables y piezas de cobre, en muchos de los casos obtenidos de manera ilegal.
En alimentos, otro rubro en el que China es un importador importante, hemos tenido un avance logrando la admisibilidad de un buen número de productos; no obstante, esto no se ve reflejado aún en las cifras de exportación.
La realidad es que no tenemos ni de cerca el volumen de producción necesario para suplir al mercado chino. Actualmente, algo de café vendemos, cerca de 136 millones de dólares, gracias a los esfuerzos de la Federación de Cafeteros, pero este no deja de ser un número irrisorio versus el tamaño del mercado, además frente a una creciente competencia de Vietnam e Indonesia, incluso de Hainan, en la misma China. En el caso de frutas y vegetales, todo lo que produce Colombia lo producen países vecinos del sureste asiático, ubicados en una latitud similar, por lo que el potencial exportador de Colombia es bajo.
Por el lado de manufacturas, las cosas tampoco pintan muy bien, pues China produce todo lo que produce Colombia y más, a precios y volúmenes mucho más competitivos.
Si Colombia en verdad quiere entrar a China, necesita una visión y estrategia de largo plazo, pero sobre todo necesita voluntad de que se haga presencia permanente en el mercado y se invierta en el desarrollo de este. Sí, parte de esa responsabilidad recae en el gobierno, pero otra parte no menos importante recae en los empresarios, en los que —en contadas excepciones— no hay voluntad de hacer los esfuerzos e inversiones considerables requeridos. De hecho, hay mercados más cercanos, con buena capacidad adquisitiva, en los que tenemos TLC, hablan nuestro mismo idioma, nuestra cultura es similar y aún están desatendidos. Un buen ejemplo es España, donde, a pesar de lo anterior, la presencia de empresas colombianas se puede contar con los dedos de las manos.
Por lo pronto, y mientras no haya una apuesta de largo plazo, con cambios estructurales en nuestra oferta exportable y una verdadera voluntad de nuestros empresarios por llegar a ese lejano y complejo, pero gran mercado, tristemente China seguirá siendo otra “anécdota de coctel” y el viaje de Petro y su séquito, un riesgo político y otro gasto innecesario.