OPINIÓN

Duque y el ‘NY Times’

El presidente Duque, en menos de dos años, perdió lo ganado ante Estados Unidos. Es una relación sin norte, sin comunicación de alto nivel ni estratégica.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
16 de mayo de 2020

Al Gore fue el vicepresidente número 45 de los Estados Unidos. Es un hombre ilustre y respetado, particularmente en el tema de medio ambiente. Como cualquier ex alto funcionario, se la pasa asistiendo a foros. Es un honor ser copanelista con Gore. Es una demostración de respeto, una señal de prestigio internacional. Los foros los organizan con muchos meses de anticipación; aún más si incluyen a Gore. Se garantiza su presencia. 

El 20 de abril de 2007, Gore inesperadamente se retiró del foro de la revista Poder en Miami. La razón: la presencia como copanelista del presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez. Según el exvicepresidente estadounidense “las acusaciones que han surgido en el último mes y en esta semana son muy preocupantes”. Era la semana del debate sobre parapolítica en Antioquia, del senador Gustavo Petro. Fue sorpresivo porque no era usual de un vicepresidente estadounidense. Demostró que la parapolítica era real y ya no un asunto local. 

El portavoz de Gore dijo que “Uribe debe utilizar cada oportunidad que tenga para enfrentar estas acusaciones irresolutas, pero hasta que este serio capítulo de la historia no sea cerrado, Gore no cree apropiado aparecer en el evento”. Insinuó, además, una especie de emboscada: “El presidente Uribe no hacía parte del evento cuando Gore aceptó la invitación. Su rol fue añadido con posterioridad, cambiando la naturaleza del evento”. Difícil panorama. 

El departamento de Estado dijo: “No hemos tenido contacto con Gore sobre sus planes de viaje. Es un ciudadano particular que tiene sus opiniones personales, pero que no habla en nombre del Gobierno de Estados Unidos”. Una rectificación de la Casa Blanca nunca funciona. 

Uribe buscó bajarle a la controversia. Deploró la ausencia de Gore y lo invitó a Colombia. “Espero que examine bien el caso colombiano. Aspiro a una mirada más detallada del señor exvicepresidente –manifestó–. Haber cometido errores es muy fácil en la complejidad colombiana, pero de lo que tiene que haber certeza es de que no hemos cometido crímenes”.

El presidente Duque, en menos de dos años, perdió lo ganado ante Estados Unidos. Es una relación sin norte, sin comunicación de alto nivel ni estratégica.

No sirvió. Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos entraron en revisión. El Tratado de Libre Comercio solo sería votado en el Gobierno de Juan Manuel Santos. Uribe se quedó sin interlocutor en el 50 por ciento del Gobierno estadounidense. 

En su momento hubo solidaridad con el presidente; solo unos pocos comprendieron la importancia del incidente. Fue la señal de que Uribe no era implacable. Que había episodios de su pasado que merecían ser tenidos en cuenta. 

Temo que algo similar podría estar pasando con la administración de Iván Duque. El editorial de The New York Times del sábado 9 de mayo es contundente: no hay confianza en el Gobierno. Como hizo Gore hace 13 años, el NY Times develó una crisis. Una crisis de credibilidad del presidente frente a los demócratas. Y representa un inmenso riesgo político de Colombia, más aún si ganan en noviembre. 

Un párrafo del editorial, en particular, causa verdadera preocupación: “Miembros de la unidad de inteligencia se ayudaron con recursos estadounidenses. Que recursos suministrados para combatir el narcotráfico fueran utilizados para espionaje de reporteros estadounidenses es especialmente mortificante”. 

El congresista Jim McGovern, presidente del Comité de Reglas y conocedor de Colombia, fue claro: “Estados Unidos debe suspender ayuda militar a Colombia y hacer una revisión de cada centavo, cada equipo y cada minuto de entrenamiento que se ha suministrado. Suficiente es suficiente”. 

En el Senado, Patrick Leahy también se suma. Muy grave para Colombia. Cada vez es menor el apoyo legislativo. El presidente Duque, en menos de dos años, perdió lo ganado ante Estados Unidos. 

Lo más triste es que es una relación sin norte. No hay una comunicación de alto nivel ni estratégica. Una canciller en cuarentena y un ministro de Defensa dedicado a dar instrucciones y explicaciones. 

Es entendible la dedicación de Duque a la pandemia. Pero no debe olvidar a Estados Unidos y la significativa ayuda que ha aportado. Hay que enderezar el rumbo pronto, ya pagaremos el error en los años que vienen.  

Hace un año, Colombia envió al canciller a Nueva York para explicar las actuaciones del Ejército y su seguimiento de inteligencia. Hoy, no hay quién. Lamentablemente. 

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