Fernando Ruiz Gómez  Columna Semana

Opinión

¿Dónde están hoy los que ayer tanto criticaban?

Tristemente, en Colombia, los académicos de izquierda perdieron una gran oportunidad de demostrar sus capacidades.

Fernando Ruiz
20 de octubre de 2025

No tiene presentación alguna que el nuevo superintendente nacional de Salud —nombrado directamente por el presidente— acredite en su hoja de vida haber sido el anterior interventor de la Nueva EPS. Es una situación irónica por su pésima gestión, consignada por la propia Contraloría General de la República en su último informe, que condujo a la debacle de la entidad y a la desatención que hoy viven miles de pacientes. Un interventor que no fue capaz de entregar los estados financieros de la entidad y en que acumuló más de mil días en órdenes de arresto, por fallos en su contra, por la falta de atención de los afiliados a dicha EPS.

Tampoco tiene presentación que su sucesora en la interventoría no haya podido superar los exámenes que le aplicaron en el proceso de selección y que también suma cientos de días de arresto por el constante incumplimiento de tutelas. Durante el presente gobierno, hemos tenido una ministra que desmanteló completamente la estructura técnica del Ministerio de Salud y un ministro que —sin sonrojarse— propaló a los cuatro vientos que con las vacunas de covid, esas que nos permitieron regresar a la normalidad, se había efectuado un experimento con los colombianos.

No obstante, en su nebuloso pensamiento, pretenden hacernos creer que han sido unos superejecutores. Nada más alejado de la realidad. La tremenda crisis a la que llevaron al sistema de salud es su legado. Tuvimos tres superintendentes sacados a sombrerazos; un nominado a director del Invima que vino, vio y se fue porque ni se posesionó. Y ni hablar de las competencias de los administradores de la salud de los maestros, o de quienes han dirigido la Fiduprevisora.

¿Es que la izquierda no tiene gente capacitada para manejar la salud? Esa es una inquietud que ronda en el ambiente y es tozuda a la luz de los hechos. ¿Por qué el Gobierno nacional se da el lujo de poner en la Superintendencia de Salud a una persona que no tendrá la más mínima neutralidad para vigilar a la EPS más importante del país? ¿No es evidente el enorme conflicto de interés como protagonista de la actual debacle del sistema frente a su propia gestión, acaecida pocos días antes de iniciar su labor? Si se inhabilita al superSalud, el Gobierno quedará con medio superintendente; sumando una perla más a una situación de absoluta irresponsabilidad frente al país.

¿Dónde están los profesores, ensayistas, investigadores que —durante treinta años— recorrieron cuanto congreso nacional e internacional existiese criticando el sistema de salud colombiano, tachándolo de engendro “neoliberal” y estigmatizando la participación privada en el sistema de salud? ¿Será que no quisieron participar en la dirección de la salud en el primer gobierno de la izquierda colombiana? ¿Dónde están y por qué no aparecen ahora los profesores de la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia, la Industrial de Santander, e incluso de universidades privadas que durante años sostuvieron la feroz crítica al sistema?

Me resisto a creer que no quisieran participar en la dirección del sistema. Durante la pandemia, muchos de ellos me criticaron ácidamente porque en los comités de apoyo a la pandemia “solamente se habían incluido a los amigos del ministro”. Fue una afirmación ligera en tanto que la mayoría de los participantes representaban academias y sociedades científicas. Pero esas acusaciones, de alguna manera, sugerían una gran voluntad para participar en las decisiones políticas de la salud.

La única posibilidad detrás del vacío es que el actual gobierno no les haya dado el espacio. No es descabellado pensarlo dadas las extensivas muestras de urticaria ante cualquier cosa que le huela a conceptos técnicos. La mejor muestra de ello son las deformadas y manipuladas gráficas que el presidente, sin sonrojo, presenta para mostrar espurios “avances” en la reducción de la mortalidad materna, muertes evitables o fallecimientos por enfermedades huérfanas. El espacio técnico del Gobierno ha sido ocupado por bodegueros que desde el anonimato y la ligereza se han transformado en gurús, maquillando cifras y construyendo narrativas que luego repiten obsesivamente.

Este ha sido un fenómeno muy especial de la izquierda colombiana. Porque el caso contrario ha sucedido con la misma ala ideológica en países como México o Chile, donde las secretarías y los ministerios de salud han sido y están dirigidos por personas de izquierda y, también, de la mayor idoneidad técnica. Por ejemplo, el actual secretario de Salud de México es una persona con las más altas calificaciones, que pasó de dirigir el Instituto Nacional de Nutrición a la dirección del sector salud de ese país.

Tristemente, en Colombia, los académicos de izquierda perdieron una gran oportunidad de demostrar sus capacidades porque —si no mantienen el poder a partir del 7 de agosto de 2026— no tendrán la autoridad moral para criticar a los gobiernos que vengan, por no haber tomado las riendas de la salud en el momento que hubiesen podido poner en práctica todas sus opiniones. Y, además, porque las ideas que su silencio permitió exhibir brillaron por la más completa incongruencia, con las respectivas consecuencias sobre la salud de los colombianos.

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