
OPINIÓN
Días de ira e injusticia
Comprensible el rencor contra Petro; injusto descargarlo contra Colombia.
El presidente Trump acusó el domingo al nuestro de ser “un líder del narcotráfico que fomenta la producción masiva de drogas en todo el país”. La afirmación es inexacta. La verdad es otra: las erradas políticas seguidas por nuestro Gobierno son causa eficiente del crecimiento exponencial del tráfico de drogas prohibidas. Petro no es un criminal; es un pésimo presidente, que no es lo mismo.
Sin embargo, Trump ha ordenado la suspensión inmediata de toda ayuda a las autoridades colombianas y amenazado con intervenciones directas en nuestro territorio para combatir a la producción de narcóticos; lo mismo que ha prometido hacer en Venezuela. Horas más tarde, a través de un canal no oficial, se mencionó la posibilidad de aranceles punitivos contra Colombia. Trump ha confirmado esa posibilidad. Si estos anuncios se materializan, los resultados para ambos países serían nocivos y, para nosotros, catastróficos.
Los actos de provocación de Petro contra el Gobierno de Estados Unidos y su presidente comenzaron en enero de 2025, poco después de su posesión. Como se recordará, Petro revocó la autorización para que aterrizara un vuelo que transportaba colombianos deportados. Invocó argumentos de maltrato a nuestros compatriotas y que se usaran aviones militares para transportarlos. Supongamos que en lo primero tuviera razón, pero lo segundo era una cuestión administrativa en la cual nuestro gobierno no tenía derecho a interferir. Nada de eso es, sin embargo, tan grave como que esa revocatoria sucediera cuando la aeronave ya se encontraba en vuelo, una conducta cuya agresividad es ostensible.
Aquel episodio, por fortuna, se resolvió sin que se cumplieran las graves amenazas proferidas por Trump. No obstante, y como era previsible, Petro no ha dejado de jugar con candela; está cumpliendo su propósito confrontacional. En cumplimiento de ese designio, dijo hace poco en Naciones Unidas:
- “La guerra contra las drogas liderada por Estados Unidos es una guerra contra los pobres del mundo. Es una excusa para invadir, para matar, para controlar territorios estratégicos”.
- “Invito a las naciones del mundo y a sus pueblos, sobre todo, como parte de la humanidad, a unir ejércitos y armas para liberar a Palestina”.
- “Trump es cómplice del genocidio en Gaza. No merece más que la cárcel”.
- “La OTAN y Estados Unidos no defienden la libertad, la destruyen”.
El principio de inmunidad que protege a las personas que intervienen en la Asamblea General de la ONU está contenido en la Convención sobre los Privilegios e Inmunidades de las Naciones Unidas (1946). Este principio garantiza que los representantes de los Estados miembros puedan ejercer sus funciones en el ámbito de la Asamblea sin interferencias externas ni temor a represalias legales. La normativa pertinente NO protege contra acciones penales por delitos graves cometidos fuera del recinto de la ONU.
A sabiendas de que violaba la legislación internacional y la del país anfitrión, Petro organizó, luego de que la asamblea había concluido, y en una calle de New York, un mitin en el que hizo afirmaciones tan explosivas como las siguientes:
- “Insto a los soldados estadounidenses a desobedecer a su comandante en jefe si se les ordena participar en el genocidio en Gaza”.
- “Es hora de crear un ejército de salvación mundial que libere a Palestina. No podemos seguir siendo cómplices del exterminio”.
- “La ONU no puede seguir en Nueva York si sus puertas se cierran a los líderes que denuncian la injusticia. Propongo trasladarla a un país que respete la voz de los pueblos”.
Todo lo anterior obedece a una estrategia electoral clarísima que busca, como beneficio inmediato, que le quitarán la visa. Tuvo éxito. Pero lo que es más importante es que Petro, quizás con razón, supone que generar sentimientos antinorteamericanos, en un segmento importante del electorado, puede ser un factor crucial para que la izquierda populista gane los próximos comicios, una posibilidad que, en este momento, parece lejana. No es una cuestión trivial. Cuando partidos de estirpe totalitaria (o como ellos se denominan “democracias populares”) ganan el poder político, lo normal es que pongan en funcionamiento una estrategia encaminada a destruir los valores e instituciones de la democracia representativa y liberal.
A veces no les basta un solo periodo presidencial. AMLO en parte logró la destrucción del Estado de derecho en México. A partir de este año el poder Judicial ha dejado de ser independiente: sus integrantes han sido elegidos “por el pueblo”, es decir, por el partido Morena que controla el Parlamento, es decir por AMLO que controla ese partido. En Venezuela, el ciclo ya culminó. Maduro se robó las últimas elecciones y no ha pasado nada. Ortega en Nicaragua ha realizado la transición completa de combatiente de la dictadura a dictador.
Petro no ha logrado, a pesar de los esfuerzos que realiza con denuedo, sus objetivos de interferir el poder Judicial, corromper al Congreso (aunque ha tenido éxitos parciales), someter a los medios de comunicación, capturar al Banco de la República, estatizar la salud y la energía, etc.
Debe resultarle muy amargo constatar que, donde otros han tenido éxito, su cosecha, hasta ahora, sea precaria. Seguirá intentando —incluso utilizando medios legales— ganar las elecciones del año entrante. Si no lo logra, el plan B consiste en convencer a sus seguidores de que la izquierda ha sido víctima de un fraude y que, por lo tanto, el resultado de los comicios no es legítimo. Esa es la estrategia que utilizó, siguiendo las lecciones de López Obrador, cuando, sin prueba alguna, denunció que le hicieron trampa en las presidenciales de 2018, a pesar de que la diferencia frente a Duque fue de más de 2.5 millones de votos.
La solución, entonces, como ya lo están diciendo Petro y sus acólitos, consiste en que “el pueblo” sea convocado a una asamblea constituyente y refundacional. Es evidente que un escenario como ese, que no conviene a Colombia, sería muy adverso para Estados Unidos: todo el sur del Caribe podría quedar controlado por dos países socialistas.
El Gobierno estadounidense sin duda sabe que las fuerzas de oposición pueden derrotar al petrismo en las próximas elecciones. La única ayuda que les pedimos es que no se den un tiro en el pie, convirtiendo a Petro en una víctima, que es justamente lo que pretende.
Epígrafe. Dejó escrito Paul Auster, el gran novelista estadounidense fallecido hace poco: “Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión”.