Juan Carlos Florez Columna

Opinión

De tramposos y marrulleras

Qué contraste con quienes aquí creen que pueden impunemente plagiar y seguir con sus posaderas aplastadas en sus cargos de ministro de Ciencia y presidenta de la Cámara sin que nada les pase.

Juan Carlos Flórez
27 de noviembre de 2021

¿En todo lado los tramposos que engañan desde altos cargos a la ciudadanía se salen con la suyas como en Colombia? Los invito a examinar varios casos para comprobar que la marrullería que se apoderó aquí del poder no es un inevitable pan de cada día en sociedades democráticas. Recuerdo el impacto que me causó un artículo, Hundiéndose bajo las olas (Beneath the wave), publicado en Newsweek en mayo de 1996 y firmado por un célebre reportero en asuntos militares, David Hackworth, un excoronel condecorado por sus acciones en las guerras de Corea y Vietnam. En el mismo, se sindicaba al almirante Jeremy Boorda de usar, sin tener derecho, las insignias en bronce V devices, que estaban permitidas a quien mostrase actos de valor en combate. Boorda, un oficial con sólida hoja de vida, fue el primero en ascender de recluta al rango de almirante y había dejado de usar los emblemas un año antes del reportaje.

Después de ser interrogado por otros dos reporteros de Newsweek, Boorda se suicidó no sin antes dejar una nota para su familia, en la que presentaba sus disculpas a los integrantes de la marina de guerra por el daño que el incidente pudiera causarle al buen nombre de la institución. Tras el suicidio, se comprobó que Boorda, quien no había participado en combates, había recibido una autorización verbal del almirante Elmo Zumwalt, durante la guerra de Vietnam, que le llevó a creer de buena fe que podía portar las insignias V devices.

La trágica muerte del almirante Boorda evidencia que en algunas sociedades todavía existe un código de honor, que aquí no practica la mayoría de peces gordos, quienes con vulgar desparpajo no solo se deshonran a sí mismos, sino también a sus familias y ni hablar de los cargos en que están apoltronados.

Pero vayamos a otra latitud, Alemania, país que durante 16 años fue gobernado por la canciller Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el principal partido de la derecha democrática en Europa. Debo reconocer que la canciller es una persona a quien admiro. Durante su mandato, tres ministros, un hombre y dos mujeres, fueron acusados de plagio. Como señaló el diario madrileño La Razón en una nota de mayo de este año: “En Alemania, donde es un orgullo social ser doctor universitario [PhD], no se tolera la falsificación de los méritos académicos”. Los ministros fueron el de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg, la estrella en ascenso de su partido y quien renunció en 2011 tras comprobarse que había plagiado su tesis de doctorado. Su renuncia es aleccionadora para los tramposos y marrulleras criollos: “Se trata de la decisión más amarga que he tomado en mi vida. Tomo esta decisión no solo por mi error en la tesis doctoral, aunque entiendo que éste sería ya un motivo para la mayor parte de la comunidad científica. La otra razón es si estoy en capacidad de ejercer al máximo nivel mi responsabilidad”. Y aquí, la presidenta de la Cámara, Jennifer Arias, no solo no tiene la decencia de renunciar, sino que culpa, sin tan siquiera sonrojarse, a la universidad Externado que con plastilina ha demostrado su plagio.

La segunda renuncia fue la de la ministra de Educación y Ciencia Annette Schavan en 2013, debido a que, como reseñó La Razón en su artículo ¿Quiénes son los tres ministros de Merkel que han dimitido por plagio?, “el consejo académico de la facultad de Filosofía de la universidad de Düsseldorf invalidó su título de doctora, obtenido en 1983 por su tesis “Persona y consciencia”, al considerar probado que incluyó en el texto de forma sistemática y premeditada un trabajo intelectual que no era suyo”. Y en Colombia tenemos un ministro de Ciencia, Tito Crissien, a quien Duque posesionó a pesar de las contundentes evidencias que le presentó la comunidad científica y académica sobre plagio (ver mi artículo Plagio, SEMANA, junio 13, 2021).

La tercera renuncia aconteció este año y fue la de la ministra de Familia Franziska Giffey, a quien la Freie Universität de Berlín le jaló las orejas por no cumplir con los estándares de un trabajo académico en su tesis de doctorado El camino de Europa hacia el ciudadano. La Política de la Comisión Europea y la participación de la sociedad civil. Aun cuando la universidad no le retiró el título, la ministra renunció y reconoció “que los miembros del gobierno, su partido Socialdemócrata, la opinión pública tienen derecho a la claridad y a la confiabilidad en cuanto a su título, y por eso solicitó retirarse de su cargo”.

Qué contraste con quienes aquí creen que pueden impunemente plagiar y seguir con sus posaderas aplastadas en sus cargos de ministro de Ciencia y presidenta de la Cámara sin que nada les pase. ¿Cuánto más les daremos poder a marrulleras y tramposos?

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