
Opinión
¿Cuál soberanía?
La soberanía de un país está dada por la presencia del Estado en su territorio. Antes de empezar a exigir soberanía sobre nuevos territorios, el Gobierno debería empezar por cumplir con sus obligaciones en esos lugares que sí le pertenecen y que viven el absoluto olvido.
Esta semana, el presidente Gustavo Petro sorprendió al país con su declaración de que la isla de Santa Rosa de Loreto, ubicada en el trapecio amazónico, muy cerca de Leticia, no es territorio peruano, sino una isla colombiana, según él, ocupada de manera ilegal por Perú.
Luego de tres años de su gobierno, y en el marco de la conmemoración de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto, el presidente Petro setrasladó a Leticia, en un “acto de soberanía”, para decirles a colombianos y peruanos que Colombia no reconoce la isla de Santa Rosa como territorio peruano.
Por su parte, desde el Congreso de Perú, se expidió una moción de rechazo a las declaraciones del presidente Petro, impulsada por la legisladora Karol Paredes, de Avanza País, con firmas de las bancadas Fuerza Popular, Renovación Popular, Acción Popular, Alianza Para el Progreso y Podemos Perú.
Además, expresaron su pleno respaldo al pronunciamiento de la Cancillería peruana en defensa de la soberanía nacional y le pidieron a la ciudadanía mantenerse en “unidad y vigilante”, en defensa de la integridad territorial del Perú. La presidenta Dina Boluarte emitió un mensaje en video en el que afirmó: “Nuestra isla Chinería, con su capital Santa Rosa de Loreto, es jurisdicción peruana y está dentro de nuestra soberanía nacional, por lo que no hay nada pendiente que tratar con los hermanos colombianos”, afirmó.
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¿Por qué el presidente Petro quiere iniciar ahora un conflicto diplomático en un territorio sobre el que Colombia jamás ha posado sus ojos?
El Congreso de Perú aprobó el pasado 3 de julio la Ley 32403, que crea el distrito de Santa Rosa de Loreto, en la triple frontera entre Perú, Brasil y Colombia. Esta delimitación incluyó a la pequeña isla de Santa Rosa, que está localizada justo al frente de Leticia. Esta isla se formó sobre los años setenta, después de que un fenómeno natural dividió la parte sur de la isla y formó esta nueva isla, llamada Santa Rosa.
El Gobierno de Perú ha sostenido que esta nueva isla es una extensión de la isla Chinería, que pertenece a Perú, que se dividió por la subida de las aguas, mientras que Colombia asegura que se trata de una nueva isla que no fue incluida en el Tratado Lozano-Salomón de 1922, que delimitó la frontera entre Perú y Colombia.
Santa Rosa de Loreto es un territorio muy pobre a orillas del río Amazonas. En su entrada, un arco pintado con la bandera de Perú da la bienvenida a un territorio en el que viven no más de 2.000 personas, todas en la pobreza. Desde su orilla se visualiza Leticia en la frontera con Colombia y Tabatinga, en territorio brasileño. Sus pobladores han vivido siempre en armonía, y en su quehacer diario se mezclan sin distinción la caipiriña, el arroz chaufa y el pirarucú, como muestra de la coexistencia cultural de los tres países.
En Santa Rosa de Loreto jamás han dejado de sentirse peruanos. Siempre ha sido así. En las elecciones, los políticos peruanos despliegan sus pancartas y en sus calles destapadas y llenas de barriales caminan los miembros de su Marina de Guerra. Allá jamás se han sentido colombianos, ni han recibido nada que provenga del Gobierno nacional. En sus escuelas se enseña historia peruana y se canta el himno del Perú. Eso sí, la pobreza y el hambre son las mismas que en Leticia y Tabatinga, todos territorios olvidados que luchan por sobrevivir con lo que les da la selva.
Mientras algunos consideran que este sorpresivo pleito fronterizo no es más que una cortina de humo para acallar los últimos escándalos del Gobierno, como el poder inexplicable de las jóvenes hermanas Juliana y Verónica Guerrero o la supuesta existencia de videos y fotografías del presidente que comprobarían el consumo de drogas, otros como la internacionalista Sandra Borda consideran que esta situación no es algo que el Gobierno “se esté sacando de la manga”, sino que, muy por el contrario, esta es una preocupación del Ministerio del Exterior de hace mucho tiempo. Según Borda, muchos funcionarios de la Cancillería llevan más de una década insistiendo a distintos Gobiernos que la sedimentación del río Amazonas se había convertido en un problema fronterizo, y este es el primer Gobierno que se ocupa de este asunto.
Lo único cierto de todo esto es que el Gobierno está reclamando la soberanía de un territorio que siempre ha estado en el abandono y el olvido. Lo mismo hizo en San Andrés, cuando el presidente decidió hacer el desfile militar del 20 de julio de su primer año de mandato, para, según él, reiterar la soberanía de Colombia sobre la isla. Allí prometió de todo: nuevas líneas aéreas, subsidio a la gasolina, programa de inversión económica en el archipiélago, exenciones tributarias y un largo etcétera. Pero nada pasó y todo se quedó en promesas.
Leticia es como San Andrés, un territorio en el abandono. El acceso al agua potable es limitado, las calles están rotas, las comunidades indígenas viven en su gran mayoría en la pobreza absoluta, el sistema educativo es precario, al igual que el de salud. No hay industria, no hay empleo.
La soberanía de un país está dada por la presencia del Estado en su territorio. Antes de empezar a exigir soberanía sobre nuevos territorios, el Gobierno debería empezar por cumplir con sus obligaciones en esos lugares que sí le pertenecen y que viven el absoluto olvido. Colombia no necesita reclamar nuevas soberanías, sino ejercerla en aquellos lugares que viven en la miseria y de los que sus gobernantes solo se acuerdan cuando necesitan recibir aplausos y buscar una popularidad que, en este caso, ya no se tiene.