Julio Londoño Paredes Columna Semana

Opinión

Coincidencias en medio de la crisis

De pronto, por tratar de salir de las arenas movedizas en que estamos, nos hundimos más.

Julio Londoño Paredes
29 de agosto de 2025

América Latina ha estado salpicada de intervenciones, golpes de Estado y de revoluciones reales o ficticias, impulsadas por los Estados Unidos.

Tuvieron motivaciones de carácter político, expansionista, ideológico o estratégico. Sin embargo, de un tiempo para acá la preocupación norteamericana ha sido la del narcotráfico, del que, desafortunadamente, Colombia se ha constituido como adalid.

En 1989, los Estados Unidos intervinieron militarmente en Panamá para acabar con el régimen de Noriega, en la operación denominada “Causa Justa”. Washington sabía de tiempo atrás que el dictador panameño estaba metido hasta la cabeza en el narcotráfico, pero, como había sido agente de la CIA, guardaba discreto silencio. Pablo Escobar y su amante no solo vivían cómodamente en Panamá, sino que en la frontera con Colombia tenían laboratorios que eran protegidos por la Guardia Nacional panameña.

Noriega además, había desconocido el triunfo contundente del candidato de la oposición, Guillermo Endara por más del 70 % de los votos, en las elecciones generales en 1989.

La intervención de los 26.000 efectivos de las fuerzas militares venidas de los Estados Unidos, además de los 12.000 que ya se encontraban en la Zona del Canal, se adelantó, según el presidente Bush para “proteger las vidas de los estadounidenses residentes en Panamá, devolver la democracia al país, proteger el Canal, así como para capturar y hacer comparecer ante la justicia de los Estados Unidos a Noriega acusado de tráfico de drogas”.

Noriega, se entregó luego de haber solicitado asilo en la Nunciatura Apostólica. Fue juzgado y encarcelado en los Estados Unidos y, luego, en Francia.

Ahora, 36 años después, nuestro país está nuevamente involucrado, ya que vuelve a rondar el tema del narcotráfico. También ahora los delincuentes colombianos encuentran refugio y apoyo, no ya en Panamá, sino en Venezuela. Los Estados Unidos han calificado a Maduro como la cabeza del Cartel de los Soles, que convirtió a Venezuela en un narcoestado con coca procedente de Colombia. Igualmente, ha desconocido el arrollador triunfo electoral de Edmundo González y María Corina Machado en las últimas elecciones generales.

Tanto en el caso de Noriega como en el Maduro, hubo, al parecer, ofrecimientos para que dejaran el mando y permitieran el tránsito hacia la democracia.

También ahora poderosas unidades navales y sofisticados aviones norteamericanos se acercan a las costas de Venezuela. Enormes coincidencias, pero también profundas diferencias.

En 1989, el gobierno colombiano se enfrentaba a Noriega, mientras que el actual apoya a Maduro; en ese entonces Colombia llevaba a cabo una sangrienta lucha contra los carteles de la droga, mientras que ahora los grupos armados, que son los nuevos carteles, bajo la sombra de la “Paz Total”, controlan enormes zonas del país; la guerra actual es completamente diferente a la de 1989; y, por último, Venezuela no es lo que era Panamá, pero tampoco similar al poderoso Irak de Sadam Husein.

Sin embargo, si después de este vistoso despliegue y de declaraciones amenazantes, Maduro sigue tan campante como Johnnie Walker, los Estados Unidos podrían desprestigiarse.

El problema para nosotros sigue siendo que el narcotráfico, ahora adicionado con la minería ilegal, la extorsión, el secuestro, el tráfico de personas y el contrabando, que se han posesionado de nuestra patria.

En Colombia se ha ido perdiendo la fe. Por más que se diga, ningún gobierno, algunos de ellos con reelección y otro identificándose con los bandidos, ha podido sacar a nuestra patria de esta situación.

No vaya a ser que, por tratar de salir de las arenas movedizas en que nos encontramos sumidos, nos hundamos más.

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