
Opinión
Cien años después, el televisor sigue encendido
Puede ser que la nostalgia por el aparato receptor se resista a desaparecer o a ser reemplazado definitivamente por la comunicación personal.
En medio de la avalancha de información que a diario sacude al país, hay noticias que “pasan de agache”, pero que dicen mucho sobre la vida cotidiana de la gente. Una de esas noticias es el sorprendente aumento del 29 % en las ventas de televisores.
El dato hace parte de un informe mensual sobre las ventas del comercio minorista que, según el DANE, en agosto de 2025 aumentaron más del 12 %, impulsadas en buena medida por un incremento exponencial en las ventas de televisores, comparadas con las de agosto de 2024.
En estos tiempos de plataformas digitales, en los que los contenidos audiovisuales están disponibles casi que en cualquier momento y cuando basta con encender el teléfono móvil para ver noticias, telenovelas, series y cualquier programa, no deja de ser inquietante que los televisores representen el segundo aparato más vendido en el comercio minorista.
En efecto, en Colombia solo los equipos de comunicación (como celulares o tabletas) y los computadores, superan en crecimiento de ventas a este aparato que, por cierto, es un invento que cumple 100 años. Fue en 1925 cuando El escocés John Logie Baird realizó la primera demostración pública de imágenes en movimiento en una televisión mecánica.
¿Por qué, un siglo después, el televisor sigue siendo uno de los aparatos más vendidos? ¿Cómo ha logrado sobrevivir este invento centenario si para ver televisión ya no se necesita un televisor?
Se trata de un fenómeno social, cultural y educativo, que bien valdría la pena estudiar a fondo. Lo cierto es que basta con pararse unos minutos en la puerta de cualquier hipertienda o supermercado grande, durante un fin de semana, para comprobar que son numerosos los nuevos televisores que copan los carritos de mercado.
Especialmente los llamados televisores de última generación y gran tamaño, como los de 75 pulgadas, se han convertido últimamente en los favoritos de las familias.
Puede ser que la nostalgia del aparato receptor se resista a desaparecer o a ser reemplazada definitivamente por la comunicación personal. La magia del televisor está viva, a juzgar por las cifras económicas. En Colombia, para comprar un buen televisor se requiere destinar más de un mes de salario mínimo a pesos de 2025.
Para la televisión pública, esta es una realidad esperanzadora. Significa que, a pesar de la fragmentación, del streaming, de las redes sociales y de los contenidos personalizados, por alguna razón el televisor sigue ocupando un lugar en las salas, en los cuartos y en los estudios de las familias colombianas.
Quiere decir que no se ha extinguido la costumbre de juntarse para ver televisión. Esa costumbre sigue siendo terreno fértil para los canales regionales, que son los llamados a cultivar el ritual televisivo como espacio de encuentro generacional y de construcción de identidad.