
Opinión
Ciegos, sordos y mudos
Ha quedado plenamente demostrado que el comunismo no es el camino.
No es fácil comprender el silencio y la sumisión de muchas personas frente a la estrategia del actual gobierno, en que se puede afirmar que ‘nos están cocinando a fuego lento’, pues cada día se observa una nueva imposición que atenta contra las libertades y contra la misma Constitución, siguiendo el camino recorrido por nuestros vecinos que están siendo tiranizados por el narcosocialismo del siglo XXI, como lo han bautizado algunos analistas, en cabeza de un gobierno ilegítimo.
Parece que quienes generan empleo, riqueza y contribuyen a mejorar la calidad de vida de los colombianos con sus emprendimientos están en ‘el modo aguante’ frente a las nuevas exigencias gubernamentales, pues buscan mantener en el corto plazo sus empresas. Pero el espejo de los vecinos muestra que en el largo plazo van a perder las libertades y se quedarán sin empresa y sin país, dado que se impondrá la dictadura del proletariado que tanto impulsa la doctrina socialista; parece que están ciegos, sordos y mudos.
Con tristeza se observa que el país está cada día más descuadernado, mucho más polarizado y desprestigiado en el ámbito internacional, llegando inclusive a ser considerado como un narcoestado o estado fallido, tal como sucedió a finales del siglo XX debido al fortalecimiento de las Farc. El mismo está hoy profundamente afectado por la violencia política, el accionar brutal de los narcoterroristas, el auge del narcotráfico y la pérdida de control territorial a manos de la delincuencia organizada.
El orden mundial se encuentra en desequilibrio, y estados como Rusia, China y sus aliados o satélites, buscan a toda costa ser los nuevos pilares del poder global, forzando la contribución de quienes comparten esa esfera político-ideológica que con la caída del Muro de Berlín y la desarticulación de la URSS, demostró plenamente que las mentiras y promesas del sistema socialista eran castillos en el aire que solo beneficiaban a los tiranos y a su entorno.
En el vecindario se siente el efecto de los vientos huracanados de la temporada, pero también se presiente el final de la influencia castrochavista, pues la preocupación por el incremento a 50 millones de dólares por la captura de Maduro y 15 millones por cada uno de sus inmediatos alfiles han hecho sonar muy fuerte las alarmas, hasta tal punto que están buscando el apoyo de los gobiernos progresistas del área para que se unan y los protejan a fin de mantenerse en el poder ante una posible acción extranjera en su contra.
En el país se vive un ambiente de frustración y de cambio; en el primer caso, por aquellos engañados por las falsas promesas de quien les ofrecía un nuevo despertar y del cual solo han visto cómo avanzan la corrupción, los escándalos y el deterioro de la calidad de vida, mientras que de otra parte, los hechos que van desde el incremento de la violencia, pasando por el accionar criminal alrededor de la droga y la impunidad ante el delito, hasta llegar al magnicidio de líderes que añoran la paz, han copado la resignación de los colombianos que realmente buscan el cambio.
Las bufonadas de algunos zurdos, las amenazas del empleo de la violencia, las alcaldadas del jefe de gobierno, las permanentes ‘desapariciones’ de la cabeza del poder ejecutivo, el atropello a los poderes legislativo y judicial, la pésima conducción de las relaciones internacionales y el empobrecimiento de la clase media, son algunos de los desafíos y afrentas a la democracia.
Las elecciones de 2026 se acercan a pasos agigantados y el número de precandidatos se multiplica sin parar; el Congreso y la Presidencia no pueden quedar nuevamente en manos de la izquierda que tanto daño ha causado al país. El voto ciudadano será determinante para dar una bocanada de aire limpio y fresco a la política desprestigiada buscando recuperar a Colombia. Vencer la indiferencia y la apatía frente al futuro del país es la meta que se requiere para defender la democracia que hoy está maltrecha.