
Opinión
Cada vez más lejana
La paz sigue siendo esquiva por intereses mezquinos.
Los colombianos están cansados de la violencia, de la intimidación de las armas, de los crímenes y masacres sin castigo, de la corrupción y del clientelismo mediante el cual muchos políticos buscan el poder asegurando lealtades a cambio de beneficios o prebendas. Acudiendo a los anhelos frustrados de muchos ciudadanos, la pasada campaña presidencial utilizó como ganchos motivadores la paz total que hasta ahora no ha llegado, el combate a la corrupción que —en lugar de disminuir— se multiplicó, el cambio que no se ha visto, pues cada día se abona mucho más el odio y la polarización.
Solo se logrará la paz cuando haya una justicia ágil, oportuna, eficiente, que sirva de disuasión ante el delito, cuando se deje de incentivar la violencia y la lucha de clases, cuando se deje de favorecer a quienes se encuentran al margen de la ley, cuando desaparezca la impunidad frente a los delitos de lesa humanidad, cuando se castigue la corrupción, cuando se emplee la meritocracia en lugar de la ideología política para nombrar cargos públicos, cuando se sancione políticamente a quienes por sus actuaciones causan vergüenza nacional en lugar de nombrarlos en el entorno inmediato del centro de poder.
El actual gobierno empleó como base de campaña la frase ‘Colombia, potencia mundial de la vida’, lo cual no deja de ser incoherente, pues cada día se escucha de nuevas masacres en diferentes partes del territorio, siendo cometidas muchas de ellas por delincuentes que buscan mantener el dominio del narcotráfico. Preocupa profundamente las declaraciones del ministro de Defensa que afirma que uno de cada tres integrantes del cartel del narcotráfico en Catatumbo no son colombianos, lo cual indica, entre otros aspectos, que se ha perdido la soberanía y que posiblemente hay ausencia total de autoridad en este territorio.
Por raquitismo en las políticas gubernamentales y debilitamiento de las capacidades de la fuerza pública, los cultivos de coca han crecido exponencialmente en todo el territorio, lo cual ha sido el origen de nuevos grupos delincuenciales, así como para el fortalecimiento de las disidencias de las Farc, del ELN y otras bandas criminales que llevan el terror al Cauca, Nariño, Arauca, Chocó, sur de Bolívar, Catatumbo y ahora Antioquia y Caldas, encontrándose el país en condiciones de inseguridad similares a las vividas a comienzos del siglo XX, cuando los colombianos estaban secuestrados por las Farc.
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El Estado no puede renunciar al uso legítimo de la fuerza que le otorga la Constitución para la defensa y protección de la población, así como tampoco puede renunciar por caprichos ideológicos a la exploración y explotación de los hidrocarburos, motor de nuestra economía, sustento para ejecutar los planes de gobierno y respaldo para mejorar la calidad de vida de los colombianos, mientras en el planeta no se encuentre la mejor solución para el reemplazo futuro de las principales fuentes de energía.
La historia nos enseña que los grupos delincuenciales no dejan el negocio ilegal del narcotráfico ni entregan las armas, así les ofrezcan impunidad y poder político, así se haya atropellado la democracia. La ausencia de paz frena el desarrollo, el crecimiento, la inversión y afecta directamente la calidad de vida de los ciudadanos, favoreciendo la instauración de sistemas totalitarios como en Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde los únicos beneficiados son los que ostentan el poder, mientras que el proletariado sufre las peores consecuencias.
No podemos comportarnos como las avestruces que esconden la cabeza para ignorar lo que sucede en su entorno, cuando debemos comportarnos como las águilas que siempre están alertas para visualizar el peligro. La indiferencia y la indolencia de muchos frente a lo que está sucediendo en el país podrá ser sin duda la causa que permitirá entronizar el comunismo que tanto daño ha causado en el planeta durante más de un siglo, así como ha sucedido con las elecciones donde el socialismo del siglo XXI ha hecho mella.
El país tiene que cambiar de rumbo y el futuro de Colombia está en manos de los colombianos; nos unimos o nos hundimos.