
Opinión
Basta ya de tanta violencia
Con frecuencia se suele decir que la libertad de una persona termina donde comienza la libertad de la de enfrente.
Esta idea, va más allá del concepto democrático, aunque sea una de sus bases, hunde sus raíces en el más elemental principio de la convivencia humana; cuyas leyes de convivencia pacífica rigen y se registran en la moral social, en la ética individual. Sus registros se reflejan incluso en cualquier sistema religioso; cuya expresión máxima en el cristianismo se resume en uno de sus mandamientos más claros, el quinto: “No matarás”.
Dicho esto, la palabra es uno de los vehículos —quizá el principal— que nos conduce en las relaciones entre personas. Es la palabra la que pronuncia, expone y marca un clima pacífico en la convivencia humana, un clima tejido con palabras que representan el único colchón de tranquilidad que debemos construir para nuestro descanso: el colchón del respeto.
Desafortunadamente, Colombia, al igual que otros países, vive tiempos difíciles debido a tanta violencia verbal y física, donde lo predominante es la polarización basada en la anulación del otro mediante la descalificación, el insulto y, en muchas ocasiones, la eliminación física. Debe preocuparnos que los violentos se adueñan de sociedades que, aunque deseosas de paz y bienestar, son arrastradas mediante discursos violentos y descalificadores a una situación de intolerancia y violencia irracional entre las personas.
Muestra de ello es el reciente y criminal atentado perpetrado el pasado 7 de junio, en un barrio de Bogotá D.C., contra la vida del senador Miguel Uribe Turbay, precandidato a la Presidencia de la República por el partido político Centro Democrático (presidido actualmente por el expresidente Álvaro Uribe Vélez); así como los condenables actos terroristas cometidos el 10 de junio contra la población urbana y rural, así como contra humildes policías y soldados en la ciudad de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, y en otros municipios tanto de este departamento como del Cauca.
Lo más leído
En ese orden de ideas es urgente y necesario que el presidente de la República, su equipo de Gobierno, otros altos servidores públicos del Estado y voceros políticos, sociales, gremiales y étnicos de todas las tendencias y procedencias, se conviertan en los principales ejemplos a seguir en la lucha democrática contra todas las expresiones verbales de la política del odio y para que unidos en la diferencia expresemos de manera enfática ¡Basta ya de tanta violencia verbal y física en nuestro país y en el mundo!
En ese orden de ideas, considero que se hace urgente y necesario, en estos tiempos, que cada uno de nosotros sea capaz de dudar razonablemente de aquello que nos presentan políticos y gobernantes, así sean de nuestra afinidad, como también medios de comunicación, familiares, amigos, etc. con argumentos maximalistas soportados en la descalificación, la desinformación, la exageración y el insulto. Solo así podremos tener nuestro propio criterio y únicamente así, cada uno de nosotros será capaz de contribuir a desarmar las palabras, escoger las adecuadas y contribuir a pacificar el diálogo entre diferentes y, por consiguiente, a nuestra sociedad.
El instalar la duda en nuestras cabezas para evitar el atropello diario que cada mente soporta con los odios, envidias, descalificaciones e insultos sobre el otro, es imprescindible para adquirir conceptos humanistas que nos alejen tanto de las personas que, interesadamente, cargan diariamente nuestros cerebros mediante la descalificación y el miedo al futuro para hacernos ver que son los salvadores de lo que ellos mismos fabrican en su beneficio. Solo así, cada uno de nosotros podrá ser un ejemplo que marque el camino hacia el campo del respeto que todos nos merecemos.
De lo contrario, entraremos en una vorágine embrutecida que progresivamente nos llevará a hacer totalmente inútil ese quinto mandamiento.