
Opinión
¿Amenazas de golpe de Estado o connato de reforma?
Aunque Montealegre ya pasó a mejor vida, hay que considerar con cuidado algunas ideas muy peligrosas que alcanzó a escribir.
El antiguo guerrillero alias “Aureliano Buendía” —también perpetuo revolucionario— parece no entender la diferencia entre el pueblo que cumple las funciones que le asigna la Constitución, y aquellas otras —carentes de restricciones jurídicas— que se atribuye en el momento de transición entre un orden normativo que colapsa y otro enteramente nuevo. O sea entre el funcionamiento regular de las instituciones y su abolición. Te lo voy a explicar, “Gustavo”, como con la confianza que nace del afecto a ti se dirige el más reciente de tus defenestrados ministros, por lo menos hasta el sábado 25. ¿Quién será el próximo?
La Carta Política en su artículo 3 dispone esta obviedad: que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, que es lo que se lee en la camiseta que usaste en tu acto de campaña del viernes pasado. Es una pena que, tal vez por falta de espacio, allí no se copiara este otro segmento de ese texto constitucional cuya relevancia es enorme: que la soberanía “el pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece”. No es una cuestión trivial: el pueblo, a través de los mecanismos de participación ciudadana, actúa en ejercicio de los poderes que le otorga la Carta —no por fuera de ella— entre otras cosas, para reformarla.
Otro “articulito”, el 374, dice que: “La Constitución podrá ser reformada por el Congreso, por una asamblea constituyente o por el pueblo mediante referendo”. Dos conclusiones emergen con claridad:
La primera, que ella puede ser “reformada”, no abolida o sustituida por otra. Entre los elementos que no pueden ser eliminados cabe mencionar la separación de poderes, que a ti tanto te mortifica, porque es la fuente de lo que tú denominas el “bloqueo institucional”, que ocurre cuando el Congreso, los jueces o los órganos de control “no obedecen al pueblo”, es decir, dicho sin tapujos, a ti que lo representas e interpretas en condición monopólica. Si te metes con esas instituciones, Gustavo, te vas a ver otra vez en líos con la Corte Constitucional.
La segunda, que el pueblo puede reformar la constitución mediante un referendo. Te explico: el gobierno o un grupo de ciudadanos no menor al 5 % del censo electoral puede presentar al Congreso un proyecto de ley para que, si es aprobado por ciertas mayorías calificadas, se convoque al pueblo para que vote un texto de reforma constitucional incorporado a la ley. Vistas las circunstancias políticas, yo no me expondría a un fracaso inminente, a menos que quieras incorporarlo en tu discurso de campaña: que las oligarquías, los esclavistas, las “muñecas de la mafia”, la prensa, los nazis, Uribe, Trump, Netanyahu, tus funcionarios, etc. no te dejan gobernar.
Sé que estás considerando otra alternativa: presentar al Congreso el 20 de julio un proyecto de reforma constitucional con respaldo popular (que este puede acoger o no). Esto es factible si consigues el apoyo del 5 % de los ciudadanos que integran el censo electoral, unos dos millones de firmas. Sin embargo, tu propensión al delirio explica que propongas que el texto de la reforma se construya paulatinamente en interacción con tu pueblo. Suena maravilloso.
Infortunadamente, solo a partir de un texto consolidado puedes comenzar a recoger firmas. Si lo cambias tienes que comenzar de nuevo. Además —por tu bien te lo recuerdo— para esos fines no puedes usar recursos públicos: dinero, vehículos, viáticos, “bodegueros”; los funcionarios que te apoyen en esas acciones ilegales serían igualmente responsables. (El Procurador está atento y es hábil cazador; si no consigue un jabalí se conforma con algunas liebres. ¿Me sigues?).
Aunque Montealegre ya pasó a mejor vida, hay que considerar con cuidado algunas ideas muy peligrosas que alcanzó a escribir. La primera consiste en que una eventual constituyente estaría mayoritariamente integrada por afrodescendientes, indígenas, campesinos, víctimas del conflicto armado, sindicatos, jóvenes, gitanos, madres cabeza de familia, comunidad LGTBIQ+.
Gustavo: así este sea el fin de nuestra incipiente relación profesional, debo decirte que esa no es una democracia de ciudadanos en las que todos tenemos los mismos derechos políticos, entre ellos los de elegir y ser elegido. La igualdad ante la ley se encuentra en el corazón de nuestra Carta política. Principio que no excluye la adopción de medidas de protección a ciertos grupos desfavorecidos, en mí sentir los pobres y pare de contar.
De otro lado, es evidente que definir a alguien como indígena, afrodescendiente, integrante de una comunidad sexualmente diversa, requeriría procesos de selección uno a uno. Tendría que ser una dependencia estatal la responsable de elegir… a los elegibles. Nada más contrario a la democracia. Te pido una cosa: basta ya de discriminar a los integrantes de otras etnias, a los heterosexuales, a los citadinos, a los hombres cabeza de familia, a los empresarios, a los viejos, categorías en las que cabemos la mayoría de los colombianos.
Y esta otra, qué pena contigo: la experiencia de Colombia, y la de muchas otras naciones, consiste en que cuando una facción se impone sobre las otras terminamos en una guerra. Y al revés: los arreglos institucionales que perduran son producto de amplios consensos, como cuando votamos por el plebiscito de 1957 y la Constitución de 1991. Vas por mal camino.
No me sorprende, lamento decirlo, porque te creo cuando afirmas que eres un revolucionario. Te recuerdo tus propias y revolucionarias palabras: “Si en una sesión del Senado a media noche, votan por decir no a la consulta, el pueblo de Colombia se levanta y los revoca”. “Las decisiones judiciales se toman con fines políticos o en detrimento de la voluntad popular”. Contra el Consejo Nacional Electoral dijiste:“Quieren determinar que el presidente, a pesar de ser elegido democráticamente, debe salir porque 4-5 vagabundos corruptos de la politiquería así lo quieren”. Y esto otro: “Si deciden violar el voto popular en Colombia del año 2022, se instaura en Colombia el poder constituyente, de una vez, a través de la movilización masiva del pueblo colombiano”.
Quizás saques una lección importante de este enredo: que la “combinación de las formas de lucha” no es una buena opción, Gustavo.
Aforismo. Los profetas aman a Dios, las galaxias, la humanidad, la justicia, su pueblo, tribu o partido. Los demás amamos a seres humanos de carne y hueso, así participemos en causas colectivas.
