
OPINIÓN
Aceptar no es dejar de luchar, es confiar
Aceptar, no es soltar el timón, es confiar en que la corriente sabe a dónde va. Cuando la barca está atravesando mareas turbulentas y agitadas, muchas veces es mejor soltar el timón y confiar.
En nuestras conversaciones cotidianas siempre hablamos de lo que está pasando en el caos del mundo, de nuestro país, en la vida de nuestros amigos y en las guerras que nos asustan, las del mundo y las de nuestro corazón, pero poco o nada hablamos de aquello que nos pasa en nuestro interior.
Pregúntate hoy: ¿qué me pasa?
Se te va la vida hablando de aquello que le pasa a los demás, a tus padres, a tus hijos, a tu pareja, a tus hermanos, a tus amigos y empleados. Te gastas horas enteras, criticando aquello que ya no soportas y te disgusta de quienes comparten tu vida, pero poco reparas en verte a ti mismo, para dedicarle el mismo tiempo a revisar qué es lo que critican los demás de ti, qué es aquello que les lastima de ti, qué es aquello que les gustaría que tú cambiaras, para que la relación fuera mejor y más sana.
Si hoy la humanidad, cada nación, cada líder y tú mismo se detuvieran a pensar, para preguntarse, ¿cómo podría mirarme? Y luego preguntarle al otro, ¿qué necesitarías que yo modificara, transformara o aceptara, para construir una mejor relación, qué crees que pasaría?
Te propongo que hagas el siguiente ejercicio espiritual:
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Invita a conversar la persona que más te cuesta amar, quizá puede ser tu madre, tu padre, en ocasiones tu pareja, tu hijo o hija, pregúntale a esa persona:
Cuando me amas, ¿por qué me amas? Y cuando no me soportas, ¿qué es aquello que más te molesta de mí?
Anota esa lista en un papel para que tengas el inventario de tus luces y tus sombras, luego puedes preguntarle a esa persona, que haga el mismo ejercicio, de este modo se teje la aceptación y la confianza en la reconstrucción de aquella relación que está deteriorada y que en ocasiones solo te produce quejas y rechazos.
Hoy pareciera que la humanidad entera está siendo sacudida por olas de violencia, antivalores y decadencia. También lo vemos en algunas de las relaciones más cercanas y en el núcleo de muchas familias.
Quizá en algunos casos pasa afuera en el mundo, lo que pasa dentro de tu casa, en tu fuero interno, es decir que se puede ver y percibir como si al interior de algunas de tus relaciones, hubiera un cierto contagio de violencia, discordia y conflictos, como reflejo a imagen y semejanza de todo lo que ves afuera en el mundo.
Aceptar y soltar no es dejar de luchar, es confiar en que si puedes construirte un mejor vivir, si renuncias a la queja y mejor te implicas en aquello que está en tus manos.
Cambiar al otro no está en tus manos, cambiar al país tampoco, detener las guerras sería una utopía, por eso piensa que estás dando la batalla equivocada, no sigas luchando por ganar la razón y por alimentar tu ego, demostrando con tus argumentos, por qué vives insatisfecho o infeliz.
Quizás tú también eres parte del problema, entonces si bajas la escopeta y das una mirada a tu interior, te aseguro que puedes ser el arquitecto de grandes transformaciones, la de tus relaciones, luego tu familia, y tu país, así se transforma el dolor en sabiduría, como te invito a hacerlo en mi último libro.
Confía en el curso del río, suelta el timón al que tantas veces te aferras para controlar, así solo seguirás desgastando tus fuerzas innecesariamente.
Una frase de Eckhart Tolle, escritor de literatura espiritual, autor de El poder del ahora, un pensador más contemporáneo que los filósofos clásicos, encierra una profunda enseñanza filosófica y espiritual sobre soltar y confiar:
“A veces soltar las cosas es un acto de mucho más poder que defenderlas o aferrarse a ellas.”.
Por esto aceptar no es dejar de luchar, es confiar.
Mi píldora para el alma
Nadie te va a dejar un paquete en la puerta de tu casa con la felicidad envuelta en papel de seda, la felicidad la construyes tú, cuando estás dispuesto a trabajar en ti mismo y en proyectar tu mejor versión a los demás. No cuando te quedas preso de la crítica y el juicio a quien te cuesta amar.
No habrá paz en el mundo, ni en tu mundo, hasta que no empiece en tu corazón.