Relaciones Exteriores
Jorge Iván Ospina, el embajador de papel: esta es la razón por la que el exalcalde de Cali no ejerce funciones diplomáticas en Palestina
Jorge Iván Ospina fue designado embajador en Palestina desde el año pasado, en medio de aplausos y abrazos. Hoy, no ejerce sus funciones, vive en Cali y ni siquiera tiene sede diplomática.
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El exalcalde de Cali Jorge Iván Ospina es un embajador de papel. Pese a que su llegada al Gobierno nacional, para representar al país en Palestina, se anunció con bombos y platillos, hoy, su nombramiento está en el limbo. No tiene sede diplomática, tampoco credenciales y mucho menos salario. La asignación quedó en el reporte del olvido, y su cargo, bajo estas condiciones, no sirve para nada.
Ospina, quien desde su ejercicio como alcalde de Cali se mostró abiertamente petrista, recibió acogida en el Gobierno del cambio cuando finalizó su periodo al frente de la capital del Valle; no obstante, y según él mismo reconoce, todo fue parte de un show mediático que, en el fondo, no representó mayor avance.
El exmandatario asegura que “día de por medio” escribe a la Cancillería para encontrar soluciones a su dilema y poder ejercer sus funciones, pero no recibe respuesta alguna: el embajador no tiene quien le escriba. El hoy diplomático narra que pasa sus días en Cali viviendo su propio calvario, pues al estar nombrado no puede aceptar otro cargo, pero tampoco recibe salario y su sede diplomática, que es poco probable que sea en Palestina, no tiene un destino definido.
Asegura que le ha ofrecido soluciones a la Cancillería, pero “hay unos diablitos” en el interior del Ministerio de Relaciones Exteriores que no quieren verlo ejercer sus funciones. “A mí me ofrecieron la embajada en octubre de 2024 y me nombraron en junio de 2025. Los trámites se adelantaron durante marzo, abril y mayo, pero llegó octubre y no he tenido la posibilidad de ejercer como embajador ante la imposibilidad de llegar al territorio donde fui designado”, dice.
Según su testimonio, Israel, como potencia ocupante, le ha negado el salvoconducto que le permitiría atravesar su territorio y llegar a Cisjordania, donde opera la autoridad palestina. Esta imposibilidad de ingreso se ha convertido en el principal obstáculo para su labor diplomática, pues el Estado israelí, afirma Ospina, “impide mi llegada al territorio palestino porque desconoce la importancia del Estado palestino para la construcción de una solución pacífica y de dos Estados”.

El exalcalde sostiene que esta negativa no lo desanima, pero sí lo deja en un limbo funcional: designado, pero no posesionado; embajador, pero sin embajada; funcionario, pero sin nómina. “No recibo salario, no recibo prestaciones, no estoy vinculado a la Cancillería ni a la nómina. Para quienes creen que estoy ganando un sueldo sin trabajar, eso no es cierto. Soy un embajador designado, no un embajador posesionado”, dice, con resignación, desde Cali.
Aun así, Ospina no ha dejado de insistir. Cada semana, escribe correos y comunicaciones al Ministerio de Relaciones Exteriores con la esperanza de una solución, pero los mensajes parecen perderse entre la burocracia. “Realmente no hay mayor argumentación en las respuestas que me dan. No dudo de que estén haciendo la tarea, pero el indicador de resultado es completamente negativo. La muestra es que estoy aquí, detenido, sin poder moverme, sin poder llegar a Palestina, Jordania, Egipto o a cualquier otro país donde la Cancillería considere pertinente”, afirma.
Desde hace meses, la Cancillería estudia la posibilidad de trasladar su representación a un tercer país. Jordania, Egipto o incluso Cuba figuran como alternativas. Sin embargo, según Ospina, el trámite no avanza y todo permanece quieto. “Sería muy triste que esto se prolongue hasta el próximo año, pero espero que haya una respuesta en este mes de octubre”, añade.

“El lugar que yo preferiría sería la propia Cisjordania ocupada, donde se pueden adelantar las mayores labores humanitarias. Y para todos aquellos que se preguntan por qué estoy en Cali, la razón es que la Cancillería no ha encontrado una ruta para mi desplazamiento a Palestina”, asegura Ospina.
El exmandatario dice sentirse avergonzado con el presidente Gustavo Petro, quien lo nombró con la expectativa de fortalecer las relaciones diplomáticas con Palestina y consolidar una voz humanitaria frente al conflicto que se vive en Gaza. “Imagino que la Cancillería no ha encontrado la ruta para trasladarme al lugar donde, con orgullo, desempeñaría mis funciones. No puedo hacer más”, comenta. A pesar de su respaldo al presidente, Ospina reconoce que el discurso de solidaridad de Petro con Palestina se ha quedado en las palabras. El mandatario ha sido uno de los líderes latinoamericanos más enérgicos al condenar los ataques israelíes y pedir un alto al fuego en Gaza, pero su Gobierno no ha sido capaz de concretar una representación diplomática estable ni una estrategia de apoyo humanitario real.
En la práctica, la defensa del pueblo palestino es solo retórica. No hay misiones humanitarias, no existen programas de cooperación en marcha y la designación del embajador colombiano ante Palestina sigue siendo un gesto simbólico sin efecto diplomático. El propio Ospina lo encarna: un nombramiento congelado, sin capacidad operativa ni respaldo institucional.
El exalcalde recuerda que la humanidad ha avanzado en ciencia, tecnología y derechos humanos, pero que lo que ocurre en Palestina representa “un retroceso a los siglos XVI y XVII, con la ocurrencia de un genocidio y el uso desproporcionado de la fuerza”. En su criterio, la indiferencia diplomática también contribuye a ese retroceso. “Lo que está en juego son los avances que hemos logrado como humanidad en la promoción y protección de los derechos. La movilización por Palestina es legítima; lo que no lo es, es que se actúe con violencia”, puntualiza.
Incluso con todos los obstáculos, Ospina no pierde la esperanza de cumplir la tarea para la cual fue designado. “Mi deseo, mi voluntad política y mi conocimiento están orientados a servir en una embajada humanitaria al pueblo palestino”, asegura.

Pero el panorama no es alentador. Desde hace más de un año, el embajador designado espera un salvoconducto que no llega, un traslado que no se concreta y un reconocimiento que no aparece. Mientras tanto, su cargo se mantiene como una anécdota del “Gobierno del cambio”, que prometió tender puentes con los pueblos oprimidos, pero ni siquiera ha logrado garantizar que su propio embajador pueda viajar a ejercer funciones. La situación de Ospina refleja la desconexión entre el discurso presidencial y la acción diplomática. Petro alza la voz por Palestina en los foros internacionales, pero su Gobierno mantiene a su representante atrapado entre el papeleo, la negligencia y la inercia institucional.
El exalcalde, que debería estar en Oriente Medio liderando gestiones de cooperación y ayuda humanitaria, sigue en Cali. “No dudo que existan personas en el interior de la Cancillería, con pensamientos conservadores, que entorpecen mi traslado al espacio palestino. Existen diablitos que no quieren dejar que Colombia tenga un embajador ante la autoridad palestina”, concluye.
La periodista Darcy Quinn aseguró esta semana que la Cancillería ya le había girado una suma importante: “estamos hablando de unos 40.000 dólares que ya se le giraron hace meses”.
Su historia resume, en últimas, la distancia entre la palabra y la acción, entre la promesa y la realidad. Colombia tiene un embajador ante Palestina, pero solo en el papel.