Bogotá
Violencia psicológica: el flagelo silencioso que acecha al 73 por ciento de las mujeres en Bogotá
Un estudio de la Secretaría de la Mujer reveló que las localidades más afectadas por este fenómeno son Suba, Ciudad Bolívar y Kennedy.
La violencia psicológica contra las mujeres se ha convertido en la forma más recurrente de agresión en Bogotá, y paradójicamente, en la más invisibilizada. Así lo revelan los datos más recientes del Observatorio de Mujeres y Equidad de Género (Omeg) de la Secretaría Distrital de la Mujer, que señalan que esta modalidad supera ampliamente los casos reportados de violencia física, sexual y económica.
Entre enero y mayo de 2025, la Secretaría de la Mujer ha prestado 9.695 atenciones por violencia psicológica, lo que representa el 70 por ciento del total de casos de violencia registrados.
Esta cifra, según la Secretaría de la Mujer, pone en evidencia la dimensión de un fenómeno que “afecta profundamente la salud mental, emocional y social de miles de mujeres”.
Suba, con 1.155 casos reportados, Ciudad Bolívar, con 1.091, y Kennedy, donde los reportes llegan a los 1.050, son las localidades que más registros concentran, alertando sobre focos críticos en la ciudad.
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Este tipo de violencia que no deja huellas visibles tiene efectos devastadores, de acuerdo con el estudio. Según la Secretaría, “se trata de cualquier acción u omisión que, mediante intimidación, manipulación, amenazas, aislamiento o control, busca degradar o anular la voluntad de la mujer”.
Esta forma de violencia, explican desde la entidad, se manifiesta en conductas como la humillación, la invalidación emocional, el control excesivo, la prohibición de vínculos afectivos, e incluso, el gaslighting, una táctica que distorsiona la percepción de la víctima sobre la realidad.
Uno de los aspectos más alarmantes del informe de la Secretaría de la Mujer es que la violencia psicológica suele ser ejercida por personas cercanas. Las exparejas representan el 28 por ciento, delincuentes, 24 por ciento y, parejas actuales, el 20 por ciento.
En ese sentido, el informe explica que la cercanía del agresor no solo dificulta su detección, sino que también normaliza el maltrato en entornos cotidianos, como las relaciones de pareja o el núcleo familiar. Además, la evidencia indica que esta forma de violencia suele anteceder a otras más visibles, como la violencia física, funcionando como un factor de riesgo clave.
Expertos coinciden en que reconocer estos patrones es el primer paso para romper el ciclo de violencia. La detección temprana y la denuncia pueden salvar vidas. La Secretaría de la Mujer insiste en la necesidad de desnaturalizar estas conductas y fortalecer los canales de atención y apoyo a las víctimas. Mientras tanto, la ciudad enfrenta el reto de erradicar una violencia silenciosa que permea hogares, relaciones y vínculos sociales.
