Bogotá
Intolerancia asesina: el fenómeno social que tiene a Bogotá contra las cuerdas
Según los datos de la Policía Metropolitana de Bogotá, la capital es la segunda ciudad del país donde más personas mueren por conflictos de convivencia.

La exacerbación de la intolerancia, el estrés y las tensiones sociales le están pasando factura a Bogotá. Según las cifras de la Policía Metropolitana, la capital es la segunda ciudad del país donde más personas mueren en medio de riñas o conflictos interpersonales. El año pasado, para esta misma fecha, Bogotá ocupaba el primer lugar en ese campo.

De acuerdo con los registros oficiales entregados por las autoridades de la ciudad, entre enero y agosto de este año se reportaron 752 homicidios y, de ellos, el 30 % correspondió a muertes por intolerancia, es decir, a conflictos entre ciudadanos que no tienen una raíz criminal.
La cifra de Bogotá solo está por debajo de Medellín, donde el porcentaje de muertes en estos casos es del 37 %. Sin embargo, en la capital de Antioquia, los homicidios totales apenas llegaron a 210 casos en ese mismo periodo.

Pero si se compara a Bogotá con Cali, que ha sido históricamente una de las ciudades más violentas del país, la brecha es aún más profunda. La capital del Valle ocupa el tercer lugar entre las de mayor ocurrencia de este fenómeno, con un reporte de solo 157 homicidios entre enero y agosto y, de esos, el 25 % fueron por intolerancia.
Aunque las cifras son alarmantes, los analistas también ponen sobre la mesa que Bogotá triplica el tamaño poblacional de estas dos ciudades y que la comparación podría no ser tan exacta.
No obstante, hay un tema que sí enciende las alertas: en la capital del país el homicidio social se está acercando gravemente a las cifras de homicidio violento o sicarial, que para 2024 representaron entre el 37 % y el 42 % del total de los homicidios. Es un fenómeno que se expande con gravedad.

Basta con revisar los últimos casos. Solo en agosto se registraron dos que dejaron entrever el crecimiento de las tensiones sociales en la ciudad. El 18 de agosto, en la Terminal de Transportes de El Salitre, un hombre de aproximadamente 70 años, en medio de una crisis de histeria, apuñaló, de la nada, a dos viajeros que esperaban el embarque del bus y, esa misma semana, en Engativá, otro hombre asesinó a dos de sus amigos luego de perder una apuesta en un juego de dominó.
Como estos casos, también se han registrado otros, en su mayoría entre personas jóvenes, en Ciudad Bolívar, Kennedy, Bosa, San Cristóbal y Usme, en los que se desencadenan riñas por gorras, zapatos, camisetas y otros distintivos que bandas urbanas han instrumentalizado para generar fronteras invisibles.
En este grupo también influyen las barras bravas y el incremento de la conflictividad en escenarios deportivos, que se ha vuelto una bomba de tiempo que puede estallar en la ciudad en cualquier momento.
En esa misma vía, César Restrepo, jefe de la cartera de Seguridad Distrital, mencionó que se trata de un fenómeno complicado, multicausal, con diferentes aristas que se ubican tanto en el espectro de lo social, en lo relacionado con la cultura de la violencia, como en el de la seguridad y la proliferación de armas blancas y de fuego.
Hablando de homicidios sociales, el uso de armas blancas se volvió algo cultural y se ha convertido en una herramienta para el ejercicio de la violencia. “La razón de ser de los cuchillos, por ejemplo, no es matar a alguien; el problema es cuando hay alguien que considera que usando un cuchillo es la forma de resolver los problemas”, advirtió Restrepo.

“El reto es hacer que la gente entienda que los actos violentos pueden derivar en la pérdida de vida de alguien y que para quien los ejecuta también pueden acarrear un problema penal gravísimo. Es decir, el uso de armas blancas es claramente una forma equivocada de resolución de conflictos. Si usted lleva un arma, es porque está consciente de que va a herir a alguien y es la forma como usted va a resolver cualquier conflicto. (…) El cambio es cultural”, añadió.
Andrés Nieto, director del Observatorio de Seguridad de la Universidad Central y exsubsecretario de Seguridad de Bogotá, plantea que el ruido excesivo, la disposición de basuras y los temas relacionados con animales de compañía son el detonante por excelencia de los conflictos sociales.
“La Policía, cada día, entre llamadas al 123 y a los cuadrantes, puede llegar a recibir reporte de hasta 1.562 riñas y se estima que, diariamente, se pueden poner 100 órdenes de comparendo por comportamientos contrarios a la convivencia (…) Por lo general estas personas no tienen relación con la criminalidad, pero terminan cometiendo delitos en momentos de tensión.